EL RETRANQUEO
Y Reynders, ¿otra vez campeón de Europa?
La Comisión amaga, y vuelve a amagar. Mientras, la inmunidad de Sánchez crece
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Siempre creímos que cuando la Comisión Europea avisa de que «observa con preocupación» alguna peripecia política o económica en España, es en realidad un severo toque de atención edulcorado con las suaves maneras de las advertencias diplomáticas. Significaba que Europa nos tomaba la matrícula con ... buenas palabras y fondo serio. Había que entender su mensaje subliminal. Fuimos educados para creer que cuando Europa se enfada, cuidado, son palabras mayores, que hay límites infranqueables. Y es posible que con los rigores presupuestarios o los excesos de déficit sea así porque el dinero de un frugal se presta pero no se arriesga. Con la justicia, en cambio, Europa actúa como una modélica maestra del pasteleo repostero y practica con simulación el noble arte de marear la bolita hasta que el trilero huye. El control del poder judicial por el Gobierno será la última rodaja del salchichón de Alfonso Guerra… después solo quedará la guita.
Amagar se ha convertido en la principal ocupación del comisario Didier Reynders con España. La dureza con que Europa se propuso acotar a los abusos de Polonia y Hungría sobre sus respectivos sistemas judiciales contrasta con el generoso margen de fiabilidad que atribuye en España a un Gobierno capaz de convertir al Tribunal Constitucional en una sala de casación del Supremo para solventar 'vendettas' personales, y al Poder Judicial en una residencia de jubilados jugando al dominó. Invocar la idea de que Europa es un vigía constante e insobornable, o que constituye una red de seguridad para las garantías constitucionales, es pura ingenuidad. La Comisión sólo ha reaccionado con contundencia cuando el Gobierno ha disuelto la malversación de caudales públicos cometida por políticos, porque el trasfondo que preocupa a Reynders es la gestión de los fondos europeos. Dinero. Europa utiliza cínicamente argumentos reversibles. Uno con el dinero, y otro con las cuestiones de soberanía, las amnistías extrañas, las consultas de autodeterminación, los códigos penales, los relatores, la renovación de jueces, o las sediciones irrelevantes. Eso sólo son «cuestiones internas» de cada país que corresponde resolver a todo Gobierno en su relación con los demás poderes del Estado.
Europa ha protegido a Puigdemont, sin más. También a Josu Ternera. Y si Zapatero cree que la amnistía cabe en toda Europa, nos basta con su palabra y ese aire de mesianismo bíblico con el que nos repone de la ceguera. Sublimamos a la Comisión Europea cuando en España se retuerce el principio de legalidad y creemos que cualquier mohín de Reynders es una amenaza cierta. Pero en realidad Europa se parece más al retrato que hizo Juan Ramón de Platero, tan suave, como de algodón. Transcurren las semanas esperando a Reynders mientras la Comisión agota su mandato, y la inmunidad de Sánchez frente a avisos y advertencias se fortalece. Para Europa no es un debate de libertades, derechos y garantías, ni siquiera de separación de poderes en riesgo. Es una mera «cuestión interna» por siete escaños. Media Europa apoya a Puigdemont y a la otra media le trae sin cuidado... Y Reynders, ¿otra vez campeón de Europa?
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