CAFÉ CON NEUROSIS
Si yo fuera el hijo de...
Creo que se me derrumbaría cualquier misericordia, cualquier perdón, y se me revolverían las tripas
Hablemos de Franco
Votar a los 16 años
Si yo fuera el hijo de una persona a la que unos asesinos quitaron la vida, porque suponían que su muerte era necesaria para que el País Vasco fuera libre y feliz… Si a mi padre le hubieran quitado la vida por el incomprensible motivo ... de que era militar (y trabajaba, precisamente para dar su vida en defensa de su país) o policía (luchando contra los que roban, extorsionan, asesinan y perturban la vida de una sociedad que quiere vivir decente y en paz) o funcionario (un trabajo al que se accede por el mérito de unas oposiciones libres e igualitarias) y los asesinos de mi padre argumentaran que esos colectivos agobiaban a quienes vivían en el País Vasco, y había que eliminarlos para extender el terror, y así, gracias al miedo, conseguir la independencia sobre un montón de vidas segadas…
Si yo hubiera crecido en el seno de una familia, donde mi madre se escondía de nosotros para que NO la viéramos llorar por terrible monstruosidad de haberle arrebatado la vida a su novio; su marido, después, y, luego, el padre de sus hijos, mientras en la escuela, en el instituto, en la universidad, los tempranos huérfanos, observábamos que nuestros compañeros de pupitre no habían sufrido esa catástrofe, y que todos tenían madre y padre, salvo alguna excepción, pero motivada por una enfermedad o un accidente, nunca por la intervención de un asesino…
Si yo hubiera sido una de las víctimas del execrable terrorismo, y en este año que acaba de terminar, me hubiera enterado de que se habían celebrado -¡más de 400 actos!- en homenaje a esos asesinos que salían de la cárcel, o regresaban a las cárceles vascas, sin que ni el Gobierno, ni sus delegados, impidieran esta canallada ofensiva, más aún: participaran alcaldes y concejales del pueblo del asesino, sumándose a la exaltación de la monstruosa barbaridad…
Si yo fuera el hijo de un padre al que le reventaron el cuerpo con un coche bomba, o le dispararon un tiro en la nuca, y viera que, en mi país, un antiguo torturador de la banda de asesinos, que se dedicaba a martirizar personas, secuestrándolas, colabora y es socio del Gobierno… Si, además, me enterara de que se prepara una ley, donde es posible que la asociación de víctimas –a la que pertenecería– no puede querellarse en los juzgados por la vejación y el escarnio constante, creo que se me derrumbaría cualquier misericordia, cualquier perdón, y se me revolverían las tripas, y consideraría que mis heces revueltas tendrían un olor más soportable que ese pozo de mierda rebozado en egoísmo, esa sentina putrefacta de amor al poder, y arrogancia y desaire a los ciudadanos, esa boñiga despreciable de soberbia, y me asustaría, muchísimo, la terrible tentación del rencor.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete