En observación
Banderas de vuestras momias
Aquella 'gente' que el líder socialista expropió a Pablo Iglesias ahora molesta y se transforma en una 'mayoría social' descarnada
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La 'gente' fue la materialización populista de la identificación absoluta y casi absolutista, por lo autoritario, entre el pueblo y su líder, figura pública y publicitaria que en los albores de la denominada 'democracia real' no era otro que Pablo Iglesias, salido de una acampada ... y con meta en un chalé de la sierra. No se puede ser más popular. Como tantos otros elementos de la doctrina atrapamoscas de Podemos, el PSOE no tardó en apropiarse de aquel concepto callejero y desde Ferraz lanzó el eslogan, hoy casi olvidado, de 'El Gobierno de la gente'. No hace tanto de eso. «El Gobierno -decía hace ahora un año Pilar Alegría, presentadora de continuidad de la programación socialista- está trabajando para las personas, para la gente, para hacer buena política, una política útil que ofrece soluciones a los problemas reales de la gente». Mucha gente. Demasiada ya.
Ahora la 'gente' molesta. Sale a la calle y protesta. Iza la bandera de España y desafía a un Ejecutivo que de la carne pasa al verbo, y del verbo a la aritmética. La 'gente' ha desaparecido del mapa de la izquierda para dar paso a una 'mayoría social' que en un camino de vuelta a la abstracción y el hechizo colectivo viene a ser la traducción de toda aquella 'gente' -ya sin otro norte que el marcado por la brújula trucada de Sánchez- al idioma de lo intangible y al lenguaje cifrado de las ciencias exactas. Sacrificada por necesidades y virtudes personales, la 'gente' no es hoy más que el resultado matemático de la suma parlamentaria que va a permitir al secretario general del PSOE renovar su cargo presidencial. El relato populista se desarrolla ahora en pista cubierta, pabellones o hemiciclos. La calle son los demás. Ni pisarla. Está llena de gente, y con banderas.
También Madrid iba a ser la tumba del fascismo -Pablo Iglesias, siempre bien inspirado- y mira tú por dónde se ha convertido en un parque temático de tabernarios y abanderados de la Mahou para los que la compañía cervecera, por primera vez en su historia centenaria, ha sacrificado su venerable marca para etiquetar sus botellas de tercio con el nombre de la capital. «Es una mierda este Madrid», cantaban Rosendo y los Leño desde un Carabanchel que ahora dicen que es el tercer barrio más chulo del mundo. «Hay que irse a Galapagar, Irene, cuanto antes. Ve recogiendo». La gente molesta. Las banderas llegan hasta Vallecas. Banderas de nuestros padres, y de los vuestros, o de vuestras momias, como los califica la funcionaria del departamento de recursos humanos del progreso mediático.
Las concentraciones constitucionalistas convocadas por el PP en protesta por la redacción de una ley de amnistía hecha a la medida de una banda de delincuentes representan el certificado de defunción pública de una 'gente' cuyo cuerpo mortal ya no interesa a quien se pasa al verbo, en sentido contrario a la dirección de lo que estaba escrito, y a la aritmética de una 'mayoría social' que permanece callada, conforme y en casa, simples números que dan para una mayoría en primera ronda. ¿Huelga general dice usted? Y cierre patronal. Casi todos a una.
«Dónde está la gente, que se ha ido sin mí». Esta es de Los Ronaldos. Podíamos seguir poniendo canciones -el pop es populismo por definición, desde mucho antes del 'People Have The Power' de Patti Smith que ahora entona la derecha de Mahou y bandera según llega a la Puerta del Sol-, pero mejor escuchamos un rato el himno nacional, que es lo que Santos Cerdán le pone de fondo a Carles Puigdemont para desacreditar a una 'gente' que es hoy una china en el zapato aritmético -qué número calza usted, o para qué lado calza, por lo geométrico- de la nueva mayoría social.
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