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La tercera

Todas somos Ise Gropius

Cuánto trabajo que no se ve, pero que constituye los cimientos de medio mundo, es obra de dos manos que revolotean sobre un teclado

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carbajo & rojo

Isabel García Adánez

Lo más probable es que a nadie le diga nada el nombre de una joven periodista de familia acomodada de Dillenburg, provincia de Hesse, que, allá por 1925, coincidió con Walter Gropius en una conferencia que él daba en Hannover y le robó el corazón. ... Luego él le robó a ella una letra y, más o menos, le dijo ven y ella lo dejo todo por seguirlo a la Bauhaus en sus últimos meses de Weimar (bueno: él insistió mucho y le metió prisa, que no era hombre de esperar, y ella se lo pensó dos veces, pero tampoco más, pues, al fin y al cabo, irse con el genio de la nueva arquitectura era una perspectiva harto más interesante que quedarse con el novio de toda la vida en una existencia burguesa que tampoco le habría permitido desarrollar su carrera de escritora). Se casaron en octubre del mismo año, con Paul Klee y Wassily Kandinsky de testigos, y la joven Ilse Frank se convirtió en Ise Gropius. Lo del nombre fue iniciativa de él, que, en plan Pigmalión, lo consideró más glamuroso (a nosotros también nos suena glamuroso Ilse, pero en alemán tiene de vanguardista lo que aquí llamarse Mercedes o Pilar). Valga la chufla arquitectónica, como la joven no tardó en convertirse, a todos los efectos, en pilar clave de la institución, le pusieron el apodo de Frau Bauhaus.

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