visto y no visto
Los becarios de Musk
En el rajoyato, cuando la prima de riesgo era una gala de los Goya cada día, los entendidos nos amenazaban a diario con los Hombres de Negro, unos matones de la UE enviados a quitarnos hasta las subvenciones al cine, la mamandurria que embelesa a ... la merma española.
En su segunda venida, el trumpismo se ha presentado en América con Elon Musk, que ha puesto a sus becarios a rastrear el Presupuesto como cerditos en un campo de trufas, y llevan descubiertas tantas socaliñas que el propio Musk («Yes, it is now or never») se hace la pregunta ontológica:
—¿Es la izquierda una cleptocracia gigante? La evidencia cada vez sugiere más que así es.
Con una deuda de casi cuarenta mil billones (con 'b' de Bolaños) de dólares, Curtis Yarvin ve los recortes de los becarios de Musk como otra 'performance' del chocolate del loro. «Nada bueno sucederá en estos Estados Unidos hasta que el fantasma de Ronald Reagan sea desterrado para siempre del Partido Republicano», tiene dicho Yarvin, y el precedente de los becarios de Musk son los tecnócratas de Grace, empresario menos brillante que Musk que dirigió a los técnicos encargados por el presidente de «drenar el pantano». De semejante parto de los montes salió un primillo de Pixie y Dixie, los ratones de la prócer Carmen Calvo la Egabrense, es decir, la Latina. Pero los becarios de Musk van más lejos: son la Quinta del Buitre de los sabuesos informáticos, y amenazan con cortarles el trinque a los liberalios, que en su desespero recurren a la Prensa para meter cizaña entre Musk y Trump. «Señor presidente, ¿tiene alguna reacción a la nueva portada de la revista 'Time' con Elon Musk sentado detrás de su resuelto escritorio?» Y Trump: «No... ¿La revista 'Time' sigue en el negocio? Ni siquiera lo sabía». Los becarios de Musk avanzan.
—Elon Musk, el hombre más rico del planeta, está desmantelando Usaid, que alimenta a los niños más pobres del planeta. Esto es la oligarquía en su peor expresión, gruñe Bernie Sanders, desnudado como trincón de las farmacéuticas por Robert F. Kennedy Jr. en el Senado.
La izquierda estatista, en efecto, es, por definición, una cleptocracia. Desmóntese la leyenda del Estado como Séptimo de Caballería que apareció para imponer el fetiche de la paz finiquitando las guerras de religión, pues, muy al contrario, fue el Estado el instrumento belicoso para arrebatar sus poderes a la religión. «La afirmación de que los Estados nacientes ofrecían a sus ciudadanos protección contra la violencia ignora el hecho de que el Estado mismo creaba la amenaza, y luego cobraba a sus ciudadanos por reducirla», sostiene Charles Tilly en su 'Guerra y construcción del Estado como crimen organizado', de 1985. Sus impulsores, dice, construyeron el aparato capaz de extraer de la población los recursos necesarios y de contener los esfuerzos de esa población por resistirse a esa extracción de recursos. Y en ese lodo primordial chapotean hoy los becarios de Musk.
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