una raya en el agua
Se trata de dinero
Europa puede endeudarse para comprar armamento. Lo que no tiene son mecanismos operativos para organizar un ejército
Como mucho algún caso
El pelotón spengleriano
No va a funcionar. Esa idea del ejército europeo parece condenada de antemano. No sólo por la reticencia de los países que deberían implementarlo, o usarlo llegado el caso, sino porque los mecanismos operativos de la UE, incluso de la OTAN, son muy complejos ... y poco prácticos. En el plano político ya es difícil lograr consensos entre veintisiete gobiernos con intereses contrapuestos y vetos cruzados, pero mal que bien se van sacando disposiciones reguladoras comunes que luego aplica el –ése sí– eficaz aparato burocrático. Una organización armada, sin embargo, necesita una dirección estratégica clara y una escala de mando capaz de plasmarla en decisiones tácticas de efecto inmediato. Y eso resulta bastante difícil, si no imposible, bajo la dependencia simultánea de tantos Estados cuyos actuales dirigentes tampoco son precisamente un modelo de liderazgo. Más bien todo lo contrario, y ése es uno de los puntos débiles que Trump y Putin han detectado rápido.
El presidente de Estados Unidos no se habría atrevido a ningunear a la Europa fuerte de Delors, Kohl, Mitterrand y González. O a la de Schuman, De Gasperi, Monnet y Adenauer. Esos eran tipos de luces largas, ideas firmes y suficiente determinación de carácter para pensar a lo grande. La pinza ruso-norteamericana parte de la base de que en medio no hay nadie con la entidad necesaria para enfrentarse a retos de gran alcance. Los populismos autoritarios triunfan porque la opinión pública de las democracias liberales se ha vuelto frágil, inconsistente, vulnerable, y produce gobernantes sin la talla requerida por la importancia de sus responsabilidades. La reunión del lunes en París puso de manifiesto que ni siquiera saben aparentar imagen de unidad en un momento clave. Imagínenlos discutiendo el modo de reaccionar ante un eventual ataque, y sumen a esa escena a húngaros, eslovacos y demás títeres putinianos con poder de bloqueo sobre asuntos militares.
Así que a corto plazo el desenlace más probable de esta suerte de nueva Guerra Fría tiene pinta de consistir en que una vez impuesta la rendición a Ucrania, disfrazada de acuerdo, doña Ursula abra la mano del ajuste fiscal para permitir que los socios del Tratado compren armamento a costa de aumentar su ya abultado débito. (En España es de un billón y medio de euros, y subiendo). Y es obvio quién va a vendérselo porque ésa es la razón final de la exigencia, por lo demás razonable, de mayor compromiso defensivo europeo y de una proporcionalidad más equitativa en el esfuerzo. Otra cosa será lo que pase si Rusia, o China en su área de influencia, se consideran con derecho a aprovechar el restablecimiento de la vieja doctrina del patio trasero, que parecía haber quedado arrumbada en el desván del tiempo. Resultaría bien triste que este inquietante ruido de tambores bélicos sólo escondiese en el fondo una prosaica cuestión de dinero.
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