DESPUÉS, 'nAIDE'
Tirar cuando hayamos muerto
«Debemos acaparar cosas valiosas a las que quienes vengan después no encuentren ningún valor y debemos tener algo que nuestras mujeres tiren a la basura cuando hayamos muerto»

Recorrí los quioscos de Madrid en busca de un número de marzo de 'Cahiers du Cinéma', que dedica la portada a 'Tardes de soledad', el famoso documental de Albert Serra sobre la tauromaquia. Lo protagoniza Roca Rey que aparece en la portada de la biblia ... de los cinéfilos y se diría que te estás comprando el 'Aplausos'. Cahiers ha elegido el que es el único fotograma en el que Roca, estando en la plaza, no aparece salpicado de esa sangre mitraica de toro de la que, al derramarse, brotan los campos, las cosechas, los atardeceres y, en general, la primavera con todo lo que encierra. Andrés asimila poco a poco lo que le ha sucedido, convertido 'ad aeternum' en leyenda por Albert Serra como Chaves Nogales hizo con Belmonte, y en la portada asciende a los cielos de los héroes, ungido a un carro de fuego.
Cine y toros
«Roca Rey asimila poco a poco lo que le ha sucedido, convertido en leyenda por Albert Serra como Chaves Nogales hizo con Belmonte»
Los quioscos de Madrid son monumentos y algunos se desvanecen en polvo como si fueran de arenisca y de pronto les hubieran asolado los milenios. En los aleros de algunos anidan las palomas y los quiosqueros, enloquecidos por el paso del tiempo, venden bufandas del Madrid y cromos de jugadores con la mirada perdida. Otros gozan de buena salud y dan ganas de quedarse a vivir, a mirar, a oler, como el de los juzgados de Plaza de Castilla, el de Génova y otros muchos, este por ejemplo de Rodríguez Marín entre Concha Espina y Príncipe de Vergara en el que encontré mi 'Cahiers'. Lo guardaré porque debemos acaparar cosas valiosas a las que quienes vengan después no encuentren ningún valor y debemos tener algo que nuestras mujeres tiren a la basura cuando hayamos muerto. Ya la imagino a ella preguntándose ante los niños o los niños preguntándose ellos mismos para qué querría esta revista el aita. Los tesorillos del abuelo, con suerte: una muela de elefante, un tarro de arena del desierto, una concha, un crucifijo que no vale nada, la virgen que encontré en la basura, 'Nuestra señora del contenedor'. Una pluma de Jaime Pablo Romero que no escribe, un llavero del 'Andrea Doria' que se hundió tras chocar contra el 'Stockholm', una brizna de estiércol de elefante, un 'Toros muertos' de Lucien Clergue con fotos de animales moribundos y cuajarones de sangre en blanco y negro, regalo de bodas de unos amigos que afortunadamente no se casaron, y así fue como me lo quedé. Si algún día deciden darse el sí quiero, les regalaré un decantador que compraré en unos grandes almacenes. Un tique de gasolina de Polonia, un billete de Irak, una cerbatana con carcaj, la garra de un tigre y flechas envenenadas, el cuchillo de aquel askari, y la revista de marras.
Debemos guardar objetos que solamente tengan sentido para nosotros mismos y que, con nosotros, se hagan ceniza, unos más que otros. Acaso cuando hayamos desaparecido todos, un arqueólogo encuentre la revista y entienda que en una película se contó que el hombre se enfrentó a su suerte, negra y de ojos brillantes y tornasolados como dos escarabajos. Que en la frontera entre la vida y la muerte se sintió tan solo, se preguntó por el milagro de la suerte y osó concebir la belleza. O acaso todo se pierda, ya lo escribió Antonio Machado, como una pompa de jabón al viento.
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