DESPUÉS, 'NAIDE'
La memoria de Sánchez Acera
«No recuerda quién le mandó el mensaje con la información del novio de Ayuso. Cambió de teléfono, borró los datos de la SIM y extendió sobre sus conversaciones el manto del olvido»

Ha llegado marzo a Madrid con un temporal de desesperanzas, de charcos, de bicis de riders que derrapan sobre los pasos de cebra de papel de plata y del azul tristeza de los ojos de Pilar Sánchez Acera, que es un Cantábrico con borreguillos, ... naufragios y borrado de teléfono. La jefa del gabinete del jefe de Gabinete de Sánchez, una Sánchez fractal, llegó al Supremo como entraban en los festivales de cine aquellas actrices comprometidas que hacían entrevistas en las contraportadas de los periódicos en las que animaban a tener un amante. Pilar, que podría llamarse Vega, se aparece desde ese glamour de abrigo gris parisien que acompaña a la 'gauche' vocacionalmente cuando no le brillan los neones, los señores metiéndose rayas en las mesillas, los del 'me too' sacándose la bartularia en las declaraciones del juzgado, los porteros de prostíbulo que manejaban los contratos públicos y los que alquilaban los pisos que llaman de 'señoritas'. El sanchismo pone a un fiscal general del Estado que borra las posibles pruebas cuando lo imputan.
Digo que llegaba a declarar Sánchez Acera, espiritual, espigada, azul e inocente como un na'vi de la luna llamada Pandora del socialismo madrileño donde sobrevive una civilización remota de cazadores recolectores que son listísimos. Sánchez dijo hace nueve años que la política debía ir tres pasos por delante de la justicia, pero no que tuviera que huir de ella como un ladrón de manzanas. Ahora Sánchez Acera, que es una conjugación de Sánchez, ha declarado que no recuerda quién le mandó el mensaje con la información del novio de Ayuso y que pasó a Juan Lobato. Y eso que Lobato le preguntó de dónde había salido la filtración, pero no se acuerda de quién le pasó el informe confidencial con el que pretendían destruir a la presidenta de la Comunidad de Madrid, como si a uno le dan dos millones de dólares y no tiene ni idea de quién se los ha regalado. Quizás haya sido un periodista, asegura, pues ahora los periodistas filtran al Gobierno y los pájaros se tiran sobre las escopetas.

Borrar la prueba
«La ocultación de las cosas siempre tiene que ver con la conciencia, y por eso recordamos lo que queremos»
También cambió de teléfono, borró los datos de la SIM y extendió sobre sus conversaciones el manto del olvido, que es una forma de memoria. Todos los cambios de móviles, el vaciado de los mensajes de correo electrónico y la destrucción de las tarjetas tienen argumentalmente tanto que ver con el escenario del crimen que desde aquí llega el olor de la lejía con que limpiaron la bañera. Hay veces en que la prueba es el borrado de la prueba. La ocultación de las cosas siempre tiene que ver con la conciencia, que a todos nos persigue como un vergonzoso rabo y por eso recordamos lo que queremos. Contaban de un narco que declaró en un juzgado de Cádiz y, cuando el juez le preguntó que qué hacía a las cuatro de la mañana en aquella playa del alijo, respondió paseaba porque le costaba conciliar el sueño. Cuando su señoría le inquirió sobre el hecho de que llevara puesto un traje de agua, dijo que aquella noche pegaba un poniente muy húmedo y que, interesándose por la sombra de una embarcación que parecía encallar en la playa, de sorpresa le cayó encima la Guardia Civil. «¿Y cómo explica sus otras cuatro condenas por narcotráfico?», le preguntó el juez. Él respondió que, las cosas malas, las olvidaba rápidamente.
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