el batallón
El mesías
El siguiente paso de Sánchez será proclamar «¡yo soy la verdad!». Y luego ya remata la faena con el apocalipsis
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«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí». (Juan, 14,6-14)
Ya están tardando los Javis en hacerle a Sánchez una serie que dé cuenta del proceso de mesianismo que ha emprendido ... el personaje. La pareja de artistas ya fue contratada por el sanchismo, cuando la propaganda la llevaba Iván Redondo, para conmemorar como Dios manda los 'venturosos' primeros cien días de Sánchez en La Moncloa, en aquel tiempo en que hasta se ensalzaba en el Twitter presidencial «la determinación» de las «manos del presidente», lo que con el tiempo se ha demostrado una verdad como un templo por el exhaustivo y determinante manoseo al que el 'querido líder' ha sometido al Estado de derecho y a la separación de poderes en España, al concepto más común y canónico de democracia.
No cabe otra manera de ver el perfil redentorista que Sánchez ha asumido después de que se haya atrevido –en un audaz triple tirabuzón carpado con ínfulas intelectualoides– hasta a teorizar sobre la relación entre la verdad y la realidad, seguramente después de haber ojeado el primer fascículo del manual 'El filósofo en casa'. «Mira Begoña lo que pone aquí...». No da para más la criatura y si para cargarse de razones tiene que desfigurar a Aristóteles, pues adelante con los faroles. La verdad, ha declarado solemnemente Sánchez, es la realidad, lo que existe, con el fin de justificar el tráiler de mentiras con el que atropella desde hace cinco años la coherencia y la ética mínimas que han de exigirse a quien se sienta en la segunda magistratura del país. El sanchismo ha hecho del embuste, el engaño, la trampa, la artimaña, el armadijo y el birlibirloque sus principales nutrientes, de tal forma que somete a la verdad a un proceso de deconstrucción tan completo que en realidad la deja hecha un guiñapo. «Esto es lo que hay...». Y cuando se le reprocha que su mandato se alza sobre un pantano de trolas, él acude al socorrido «únicamente he cambiado de opinión, y eso no es mentir».
A estas alturas y viendo el provecho que Sánchez ha sacado a esta estrategia tan mendaz, ya no tiene sentido denunciar más la avalancha de mentiras y desfiguraciones que sustentan su praxis política. La pregunta urgente no es ya sobre él y las características que adornan su personalidad política y humana, sino sobre los efectos de su mando, sobre si el sistema democrático aguantará su paso por La Moncloa una vez que haya eliminado todos los contrapesos que ordenan el funcionamiento más o menos normal del sistema después de tomar al asalto los otros poderes que debieran vigilar al suyo.
Una vez que ya nos ha dejado claro que la verdad es en realidad lo que a él le da gana, el siguiente paso de Sánchez será proclamar, al modo de lo que el evangelista Juan dejó escrito en Éfeso en el año 90 D.C. sobre Jesús: «¡Yo soy la verdad!». Un aguililla... Y luego ya remata la faena con el apocalipsis.
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