HISTORIA
La receta de Franco para el sexo seguro
Presumió, en un discurso oficial, de haber erradicado los contagios de enfermedades venéreas en la Academia Militar de Zaragoza

El general Franco presumió en público, en un discurso oficial, de haber erradicado las enfermedades de transmisión sexual en la Academia General Militar de Zaragoza. Lo hizo en su discurso de despedida al frente de este histórico centro de formación de oficiales.
Era el 14 de junio de 1931. Franco, que había sido nombrado director de la Academia General tres años antes, se despedía de la última promoción y cumplía con la orden de cierre del centro que había dictado Manuel Azaña en su calidad de ministro de la Guerra, poco después de que se proclamara la II República.
A Franco no le gustó la orden de cierre. No compartía el criterio y, de hecho, tras ganar la Guerra Civil ordenó que reabriera la Academia General de Zaragoza. Desde entonces se mantiene.
En su discurso de despedida, aquel 14 de junio, Franco se felicitó ante mandos y cadetes de haber logrado cuerpos sexualmente sanos. Dejaba claro que, como director de la Academia, el sexo seguro se había convertido en uno de sus objetivos. No habló de moralidad, sino de prevención en las prácticas.
«Las enfermedades venéreas, que un día aprisionaron, rebajándolas, a nuestras juventudes, no hicieron su aparición en este cuerpo», afirmó en alusión a las promociones de cadetes que se habían formado en los tres años que había permanecido abierta la Academia, desde 1928, los tres bajo su dirección.
La fórmula con la que, según Franco, se habían evitado las enfermedades de transmisión sexual entre los cadetes era sencilla: «por la acción vigilante y la adecuada profilaxis».
Las novatadas, un «vicio»
Otra de las obsesiones del general durante su paso por la dirección de la Academia General fue acabar con las novatadas. Y también de ello se enorgulleció en su discurso de despedida.
A él, que las sufrió de lleno cuando se estrenó como cadete en Toledo, se le quedaron grabadas en la memoria hasta el generalato. Y cuando tomó el mando de la Academia General se esmeró en prohibir, perseguir y castigar las novatadas, que calificó también en su discurso de despedida como un «antiguo vicio de academias y cuarteles».
Cuerpos lustrosos, no «sietemesinos»
A Franco, que de cadete no destacaba precisamente por corpulento sino más bien por todo lo contrario, presumió igualmente de haber logrado cultivar militares con lustrosos y sanos cuerpos.
«La instrucción física y los diarios ejercicios en el campo -afirmó en su discurso oficial- os prepararon militarmente, dando a vuestros cuerpos aspectos de atletas y desterrando de los cuadros militares al oficial sietemesino y enteco».
«¡Disciplina!, nunca bien comprendida»
Otra de las curiosidades históricas de aquel discurso de Franco fue el ímpetu y la insistencia con la que apeló a la disciplina, a acatar las órdenes sin atisbo de rebelión.
De forma casi obsesiva, apenas cinco años antes de que se alzara contra en armas contra el gobierno de la República, Franco pronunció con vehemencia la palabra disciplina en seis ocasiones, en un discurso que duró menos de diez minutos.
«¡Disciplina!», exhortó Franco ante sus cadetes y mandos. «¡Disciplina!, nunca bien definida y comprendida. ¡Disciplina!, que no encierra mérito cuando la condición del mando nos es grata y llevadera. ¡Disciplina!, que reviste su verdadero valor cuando el pensamiento aconseja lo contrario de lo que se nos manda, cuando el corazón pugna por levantarse en íntima rebeldía, o cuando la arbitrariedad o el error van unidos a la acción del mando».
En otro pasaje de su discurso advirtió a los futuros oficiales que, «si cabe opción y libre albedrío al sencillo ciudadano, no la tienen quienes reciben el sagrado depósito de las armas de la nación, y a su servicio han de sacrificar todos sus actos».
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