Lula da Silva, dos décadas entre su primera presidencia, la caída a los infiernos y el regreso al poder
Lula da Silva asumió ayer la presidencia de Brasil por tercera vez en su vida, y tras pasar 580 días en prisión

Del cielo al infierno, y del infierno de vuelta al cielo en 20 años. A los 77 años, Luiz Inácio Lula da Silva, asumió ayer su tercer mandato con la misión de recuperar su biografía, abreviando en ella las acusaciones y la condena por corrupción que lo llevaron a pasar 580 días en la prisión en abril de 2018, y aumentando la importancia del legado que quiere dejar.
Tras ser sus juicios anulados, Lula recuperó sus derechos políticos que le permitieron presentarse nuevamente a la presidencia. Pese a haber terminado su segundo mandato (2007-11) con más de un 80% de popularidad, Lula recupera la presidencia, después de doce años, electo por una pequeña ventaja entre una población polarizada, donde quien no lo ama, lo detesta. En los doce años en que estuvo fuera del poder, su sucesora, Dilma Rousseff (2011-16) fue destituida, y el crecimiento del antipetismo, pero también del antilulismo, eligió al ultraderechista Jair Bolsonaro, su mayor rival.
Lula salió envejecido de la prisión, en noviembre de 2019, pero se ha rejuvenecido al volver a enamorarse y casarse con la socióloga y ahora primera dama, Rosângela Lula da Silva, 21 años menor que él. Janja, como es conocida, puede ser responsable de un cambio de estilo de Lula más deportivo y jovial, pero principalmente por su actualización en temas como sostenibilidad, feminismo y medio ambiente, en los que se presenta muy distinto al mandatario de 20 años atrás.
La misma promesa de hace dos décadas
El niño que huyó del hambre con la familia desde el norte de Brasil y se volvió un líder operario en una pujante industria automovilística, en São Paulo, en la década del 70, vuelve a la presidencia con la misión de recuperar la economía y con la misma promesa de hace dos décadas, de sacar a una parte de los brasileños del hambre. El tema que parecía haber resuelto al dejar el Gobierno en enero del 2011 ha retornado con fuerza en una década, agravado por la pandemia y el desmantelamiento de políticas públicas. Datos oficiales dan cuenta de la existencia de 33 millones de brasileños miserables, sin contar el regreso de la desnutrición infantil y de enfermedades que estaban extintas, como la poliomielitis.
Negociador nato, Lula lideró toda la campaña como el único capaz de vencer a una ultraderecha con tintes autoritarios. Vuelve a la presidencia sustentado por una alianza de partidos izquierda, a la que se han sumado exadversarios como el exgobernador de São Paulo, Geraldo Alckmin; viejos disidentes del Partido de los Trabajadores, como Marina Silva,; y rivales en esta elección, como la excandidata liberal Simone Tebet. Los tres, ahora ministros, simbolizan un Gobierno de un Lula más abierto, pero también rehén de un gran pacto por la democracia.
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