La peor decisión de Trump

Quizá la peor decisión tomada tenga que ver con Ucrania. Trump ha comprado la narrativa de Vladímir Putin: Ucrania es responsable de la invasión rusa y el dictador es Volodímir Zelenski. Aspira a imponer al Gobierno de Kiev un final del conflicto que difícilmente resultará en una paz justa y duradera. El objetivo de Moscú, hacer de Ucrania un país vasallo o fallido, está más cerca.

Todavía nadie sabe si se ha acordado de verdad un alto el fuego limitado a infraestructuras energéticas y si entrará en vigor. Putin no ha cedido casi nada y además exige que no haya ningún tipo de garantías de seguridad, ni siquiera europeas, que protejan la democracia ucraniana. A cambio, Zelenski ha sido obligado a firmar un acuerdo para ceder a Estados Unidos parte de los recursos naturales de su país, sin que Washington ofrezca a cambio una protección real en el terreno militar.

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La especialidad de Trump es ser disruptivo, avanzar rápido rompiendo cosas, como dice su admirado Elon Musk. El problema es que una negociación internacional requiere paciencia y atención al detalle. Un mediador no hace bien su papel cediendo a una de las partes todo al principio y extorsionando a la otra. En el caso de la guerra de Ucrania, se corre el riesgo de que el presidente estadounidense se aburra y se dedique a otra cosa, dejando a Putin con más bazas que nunca. El régimen de Pekín toma nota y cruza los dedos para que la decisión de política exterior más importante que tiene que tomar Trump -contener a China o dejarle proseguir con su proyección regional y global- sea la segunda. Un desasimiento impulsado por el aislacionismo del movimiento MAGA ('Make America Great Again'), mientras el mundo se vuelve más inestable y peligroso.