Jan Yunis, olla a presión en el sur de Gaza
A solo 4 kilómetros de la frontera egipcia, la ciudad se configura potencialmente como la clave del conflicto y último baluarte de Hamás
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En el tercio superior de la Franja de Gaza, la infantería y los zapadores israelíes van paulatinamente neutralizando y destruyendo las instalaciones de Hamás, tanto en la superficie como en el subsuelo. Por el momento, los terroristas resisten en el Hospital Indonesio al ... este de Jabalia mientras están siendo empujados hacia el sur. Ello permite a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) ir orientando su atención hacia el resto de la Franja.
En el tercio central se encontrarán con los obstáculos físicos que suponen cuatro grandes campos de refugiados, monitorizados por la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) en: Nuseirat, Bureij, Deir al-Balah y Maghazi. Simultánea o posteriormente, las FDI tendrán asimismo que afrontar la limpieza de Jan Yunis, núcleo urbano en el sur de la Franja que, antes del 7 de octubre, tenía 400.000 habitantes y que, ahora, hacina a más de 1.200.000 que, obviamente, necesitan refugio y alimentación. Jan Yunis, a solo 4 kilómetros de la frontera egipcia, se configura potencialmente como la clave del conflicto y último baluarte donde Hamás, cuando sus fuerzas queden atrapadas por las FDI (norte y este), por el mar (oeste) y la frontera egipcia (sur), presentará su batalla más encarnizada.
Esa ciudad aparece como una enorme olla sometida a un vertiginoso crecimiento demográfico que pudiera hacerla explotar hacia el sur. Estampida que se materializaría en una suerte de tsunami humano -con terroristas camuflados dentro de la masa, presumiblemente-, embistiendo contra la frontera egipcia, tanto por el cruce de Rafah como por el de Kerem Shalom. Esa escalofriante hipótesis de más de 1 millón de refugiados gazatíes sería un caos para Egipto y, probablemente, propiciaría la escalada descontrolada del conflicto.
El tema de los secuestrados sigue condicionando las operaciones de las FDI. A la presión internacional sobre Israel se une la de las familias de los secuestrados, que exigen a su Gobierno que haga cuanto sea preciso para que Hamás suelte a sus parientes. Eso supondría regalar una victoria política a los terroristas, que Tel Aviv se resiste a conceder. De ahí la dificultad para el progreso definitivo de las negociaciones entre EE. UU., Israel y Hamás, con Qatar de mediador, enfocadas a intercambiar algunos secuestrados por presos en cárceles israelíes y a un temporal alto el fuego. Pausa que posibilitaría la entrada en la Franja de ayuda humanitaria, con el riesgo de que ésta, probablemente, también realimentará la potencia de Hamás. Paréntesis que sería explotado publicitariamente para blanquear y oxigenar a Hamás. Y, asimismo, factor de división interna de la sociedad israelí entre familias desigualmente beneficiadas por la negociación.
Esa ciudad aparece como una enorme olla sometida a un vertiginoso crecimiento demográfico que pudiera hacerla explotar hacia el sur
Todo ello incide en la función disuasoria del despliegue de fuerzas norteamericanas en la zona. El grupo de ataque del portaaviones USS Dwight Eisenhower se ha desplazado desde el Mediterráneo al Índico, posicionándose, por el momento, en el golfo de Omán, a un paso, si fuera necesario, de entrar en el golfo Pérsico; algo que no ha sucedido desde septiembre de 2020, cuando el grupo del portaaviones USS Nimitz penetró en el Golfo para apoyar a la coalición internacional en lucha contra Estado Islámico (EI), y compensar la retirada parcial de fuerzas norteamericanas de Afganistán e Irak. Por su parte, el grupo de ataque del portaaviones USS Gerald R. Ford, se ha desplazado desde el sur de Creta hacia la costa israelí. Y la embarcada Unidad Expedicionaria de Marines (26ª MEU) se ha posicionado a ambos lados del canal de Suez, con el USS Bataan y el USS Carter Hall operando en el norte del mar Rojo y el USS Mesa Verde en el Mediterráneo. Las cartas parecen echadas.
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