400 espías rusos operan todavía en Europa con pasaporte diplomático
El jefe de la Inteligencia británica estima que la mitad de estos agentes ya han sido expulsados desde el inicio de la guerra
El uso interesado de la información es una de las principales armas del Kremlin en su política exterior
De acuerdo con el jefe del MI6 (servicio secreto británico), Richard Moore, 400 espías rusos, que operaban con pasaporte diplomático en Europa, han sido expulsados desde el inicio de la guerra en Ucrania. Una lectura distinta sugiere que la otra mitad de los agentes de Inteligencia rusos destinados en Europa todavía actúa, y que lo hace bajo la protección de sus embajadas.
«En toda Europa, aproximadamente la mitad de los oficiales de Inteligencia rusos que operan bajo cobertura diplomática -en el último recuento algo más de 400- han sido expulsados«, dijo Moore durante la Conferencia de Seguridad en Aspen (Estados Unidos).
Así, es la primera vez que el MI6 hace publica su estimación sobre el impacto de las expulsiones de diplomáticos en las redes de espionaje rusas. Sí había facilitado la cifra relativa a los 400 agentes, pero no la proporción.
El jefe del MI6 añadió que las agencias de Inteligencia occidentales habían realizado esfuerzos «específicos» para dificultar el trabajo de los espías rusos desde el inicio de la invasión. Concretamente, la expulsión de diplomáticos de países de Europa continental habría reducido sensiblemente las capacidades del Kremlin. Francia expulsó a 35 diplomáticos rusos en abril y Alemania a otros 40.
Cobertura diplomática
Las embajadas suelen ser espacios importantes para el trabajo de los estos espías. Bajo la apariencia de personal diplomático, dedicado a la promoción de las relaciones exteriores, son capaces de extraer información sensible del país de acogida y transferirla al de origen, en este caso Rusia, donde se utiliza de acuerdo a los intereses nacionales.
Otro tipo de espionaje es el que desarrolla el personal de «larga duración», que no está vinculado a ningún cargo oficial, sino que se hace pasar por un ciudadano de a pie. En ocasiones, este tipo de espía tarda años en desarrollar su coartada, estableciendo relaciones en el país e integrándose como una persona más en la sociedad de acogida. Sin embargo, pese a operar fuera del marco diplomático, sus objetivos son los mismos: conseguir información privilegiada que pueda ser de utilidad para el país para el que trabaja.
Aunque prácticamente todos los países las emplean, para el Kremlin este tipo de prácticas son imprescindibles. En parte, esto se debe a que su actual presidente, Vladímir Putin, trabajó para el KGB (antiguo servicio secreto ruso) durante casi veinte años.
Putin inició su formación como agente de Inteligencia a mediados de los años 70, y, después de escalar en el organigrama de la organización, ocupó un cargo importante en la ciudad de Dresde (Alemania Oriental), antes de la reunificación. Allí utilizó un trabajo como traductor de tapadera. Finalmente, abandonó el servicio tras el colapso de la Unión Soviética con la caída del Muro de Berlín.
El uso intencionado de la información es una de las armas principales del Kremlin en su política exterior. Por eso, además de comentar el estado de la Inteligencia rusa en Europa, Richard Moore dijo estar de acuerdo con su homólogo de la CIA, William Burns, en relación a los rumores sobre el estado de salud de Vladímir Putin. Según él, no hay «ninguna prueba de que Putin esté sufriendo una enfermedad grave».
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