Después de un mes de guerra, 25 millones de sudaneses necesitan ayuda humanitaria
La guerra entre el ejército y una fuerza paramilitar deja un saldo de casi mil muertos y más de un millón de desplazados
Sudán revive la pesadilla de la guerra civil veinte años después de Darfur

La guerra sigue causando estragos en Sudán y ahonda una crisis que el país africano ya padecía. Antes del 15 de abril, cuando se detonó el conflicto entre el ejército y una fuerza paramilitar, un tercio de la población sufría de hambre. Después de un mes de violencia, el saldo es de casi mil muertos y más de un millón de desplazados, incluyendo 250.000 refugiados.
Para socorrer a millones de personas en Sudán y a cientos de miles que han huído a los países vecinos, la ONU ha solicitado 2.7650 millones de euros. «Actualmente, 25 millones de personas, más de la mitad de la población de Sudán, necesita ayuda humanitaria y protección», asegura el responsable de asuntos humanitarios de la ONU, Ramesh Rajasingham.
La escasa asistencia que existe es robada. Médicos Sin Fronteras ha denunciado que, el pasado martes, hombres armados entraron en su almacén en la capital del país para saquear al menos dos vehículos repletos de suministros. La ONG Save The Children también alertó sobre la situación de millones de niños que se ven privados de tratamientos vitales porque los grupos armados ocupan las instalaciones sanitarias y se llevan las provisiones.
Según explica la ONG, el fin de semana, en Geneina, Darfur Occidental, tres centros de atención primaria de salud para desplazados fueron saqueados y vaciados de suministros. Y a principios de esta semana, ocho personas que recibían oxígeno en un centro sanitario de Jartum fueron expulsadas por grupos armados que utilizaban el centro como base; los pacientes consiguieron ponerse a salvo en otros hospitales.
En Jartum, una ciudad de cinco millones de habitantes, quienes no han huido están encerrados en sus casas, obligados a racionar y carentes de dinero porque los bancos están cerrados. La industria agroalimentaria, debilitada después de 20 años de embargo bajo la dictadura de Omar al Bashir, depuesta en 2019, es bombardeada al igual que las casas, hospitales e instituciones en Jartum y otras ciudades. La fábrica Samil, que producía 60% de los tratamientos alimenticios para niños con carencias nutricionales graves, según Unicef, fue convertida en humo.
Sin salida al conflicto
Pese al caos reinante en Jartum y la región de Darfur, fronteriza con Chad, donde los combates tribales y civiles armados se mezclan en los combates, las negociaciones por una tregua humanitaria parecen no avanzar. «Debemos decir a esos generales que detengan este sinsentido», expresó el presidente de Kenia, William Ruto, en referencia al general del ejército Abdel Fatah al Burhan y a Mohamed Hamdane Daglo, general de las fuerzas paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF por sus siglas en inglés).
Reunidos en Yedá, Arabia Saudita, los representantes de las partes en conflicto intentan trazar corredores humanitarios para dejar salir a los civiles e ingresar ayuda, pero no han logrado avances. Allí se celebrará el próximo viernes una cumbre de la Liga Árabe, y los jefes diplomáticos de Egipto y Sudán, se han mostrado favorables a un alto al fuego.
Los países árabes se encuentran profundamente divididos sobre Sudán: Egipto es aliado del general Burhan, Emiratos Árabes Unidos apoya al general Daglo y Arabia Saudita tiene vínculos con ambos bandos. Mientras continúan los esfuerzos diplomáticos, países vecinos temen un contagio del conflicto. Según el Rift Valley Institute, «es difícil imaginar cómo los dos generales podrán ser obligados a cesar la violencia».

La Autoridad Intergubernamental sobre el Desarrollo (IGAD) ha recalcado que el Ejército y las RSF «son responsables de cualquier atrocidad que pase en el país» y ha advertido a los líderes militares de ambas facciones que tendrán que rendir cuentas por los actos en el marco de la guerra.
Las hostilidades estallaron en el marco de un aumento de las tensiones en torno a la integración de las RSF en el seno de las Fuerzas Armadas, parte clave de un acuerdo firmado en diciembre para formar un nuevo gobierno civil y reactivar la transición abierta tras el derrocamiento en 2019 del entonces presidente, Omar Hasán al Bashir, dañada por el golpe de Estado de octubre de 2021, en el que fue derrocado el primer ministro de unidad, Abdalá Hamdok.
La fiebre del oro
En la guerra de Sudán los generales no solo tienen a sus propias tropas, sino que cuentan con mercenarios, guardias privados, combatientes tribales e instructores extranjeros, motivados por la codicia y atraídos por el oro. Desde hace décadas, recurrir a las milicias es una actividad lucrativa en el país africano. A veces es el gobierno quien les encarga reprimir a las minorías étnicas y los movimientos armados, o bien paga por sus servicios en campos de batalla en el extranjero.
Las RSF de Daglo, apodado 'Hemedti', ya intervinieron en la región sudanesa de Darfur, en Malí, Libia, la República Centroafricana o Rusia. Durante un tiempo, estos temidos paramilitares lucharon también en Yemen, apoyando a Arabia Saudita y los Emiratos, Libia y en otros lugares del Sahel. Ahora que la guerra está en su territorio, las RSF publican en las redes sociales videos de combatientes que les expresan su apoyo en Chad o Níger.

Según Abdel Fattah al Burhan, jefe del ejército sudanés y gran rival de Daglo, hay «mercenarios venidos de Chad, de República Centroafricana y de Níger» que luchan entre las fuerzas enemigas. Volker Perthes, enviado de la ONU a Sudán afirmó que «el número de mercenarios venidos de Malí, Chad y Níger para apoyar a las RSF no es insignificante».
La familia Daglo posee una gran parte de las minas de oro de Sudán, el tercer mayor productor de África, por lo que 'Hemedti' «puede pagar salarios, como pocas personas pueden hacerlo en África subsahariana o en Sahel», explica a AFP Andreas Krieg, del King's College de Londres.
Chad, al oeste, es una prolongación natural para 'Hemedti', procedente de la tribu de los rizeigat de Darfur. Los agricultores y ganaderos, amenazados por la sequía, hacen poco caso de las fronteras oficiales. La mayoría de los jefes de las milicias, entre ellos 'Hemedti', son de origen chadiano.
Para el experto en Sudán Alex de Waal, «las RSF son ahora una empresa mercenaria privada transnacional», «un operador de extracción y venta de oro y el «brazo armado del imperio empresarial de 'Hemedti', afirma un artículo publicado en la London Review of Books.
En Sudán también hay otros mercenarios extranjeros, como los del grupo ruso Wagner, que apoyan a las RSF. Desde que la República Centroafricana llamó a estos combatientes rusos en 2018 para sofocar una rebelión, los diplomáticos occidentales afirman que hay contingentes de mercenarios rusos en el aeropuerto y los hoteles de Jartum. Sudán sirve de base, pero también de fuente de financiación para Wagner. Y las minas de oro de la familia Daglo firmaron contratos con testaferros del jefe de Wagner, Yevgueni Prigozhin, según el Tesoro estadounidense.
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