Cuatro semanas de ira en Grecia: del accidente de tren a la rebelión juvenil
La pésima gestión de la tragedia y una cadena de errores de comunicación rebaja de manera significativa las expectativas electorales de Mitsotakis
Grecia se paraliza para protestar por el accidente de tren donde murieron 57 personas: «No se ha hecho nada en los últimos 20 años para prevenirlo»

Yannis Papayanakis, bombero del Cuerpo de Rescate de Salónica, dormía plácidamente cuando recibió la llamada de su superior para comunicarle que debía partir de inmediato, junto con Hektoras, el perro de la brigada, para incorporarse a una operación de rescate en el área de Lárisa, ... en la vía férrea que une Atenas con Salónica. Aquella madrugada un tren de pasajeros y un convoy comercial habían chocado de manera frontal. El brutal siniestro dejó 57 fallecidos, 37 de ellos con edades comprendidas entre los 15 y los 35 años.
Durante la hora que duró el viaje por carretera hasta el lugar del accidente, Yannis fue asumiendo lo que le esperaba a 5 kilómetros de la estación de Tempe: «Sabía que lo que me iba a encontrar sería duro, pero no imaginé tanto. El olor a carne humana calcinada era tan grande que el perro no conseguía centrarse para encontrar supervivientes», relata a ABC. Trabajó más de 15 horas seguidas recogiendo restos humanos entre el amasijo de hierro de los convoyes para que al menos los familiares de los muertos pudieran recuperar lo que quedaba de sus seres queridos.
Tres días más tarde, las labores de rescate se centraron en el vagón-restaurante. Y en ellas participó Panayotis Veis, bombero de Lárisa. «Conseguimos rescatar 16 cuerpos de entre los restos del calcinado vagón. Estaban en tal estado que era imposible saber si se trababa de hombres o mujeres. Fue una de las situaciones más difíciles de mi carrera», explica Veis a este periódico.
Conmoción y caos
Tras la conmoción inicial se desató el caos: datos que iban llegando a cuentagotas, familiares intentado por todos los medios tener noticias de sus seres queridos (Hellenic Train, gestora de los trenes, ni siquiera sabía el número exacto de pasajeros) y la creciente sensación de que aquella tragedia era consecuencia de una enorme negligencia. Que la ira fuera extendiéndose entre la población griega fue cuestión de horas.
La mañana después del siniestro y tras visitar el lugar, Constantinos A. Karamanlís, ministro de Infraestructuras y Transportes de Grecia, presentaba su dimisión «por respeto a las víctimas». Días después de abandonar la cartera, anunciaba su candidatura como diputado en las próximas elecciones legislativas que, aunque aún no están convocadas oficialmente, se celebrarán en mayo. Según una encuesta realizada por GPO, el 64,6% de los entrevistados se posicionaron en contra de su candidatura. El primer ministro Kyriakos Mitsotakis (Nueva Democracia), en una entrevista televisiva, afirmó que «cuando llegue el momento, hablaré con Karamanlís y discutiremos si estará o no en las listas».
El propio Mitsotakis, horas después del accidente y sin que las investigaciones hubieran siquiera comenzado, declaró que este había sido consecuencia de un error humano. Muchos griegos saltaron como un resorte y criticaron duramente sus palabras a través de las redes sociales al considerar que jefe de Gobierno trataba de ocultar las verdaderas causas del fatídico suceso. Aunque días después pidió perdón y reconoció que se trataba de un error multifactorial, la indignación ya era imparable. El culmen fue la visita de la presidenta de la República Helénica a la zona cero: un gesto en homenaje a los damnificados. Katerina Sakellaropoulou arrojó ramos de flores a través de las ventanas de los vagones calcinados, donde aún no habían sido rescatados los cuerpos sin vida de las víctimas. Más rabia.
Desde entonces, las manifestaciones y huelgas no han parado en todo el país, provocando numerosos altercados entre algunos manifestantes y la Policía. Hace una semana, el jefe del Cuerpo era destituido después de que una grúa policial envistiera con violencia a varios manifestantes en el centro de Atenas.
Según un estudio realizado por Public Issue, 2,5 millones de griegos han participado en las protestas por el accidente de los trenes en Tempe, algo sin precedentes desde el inicio de la crisis financiera hace 12 años.
Pese a que todas las alertas están activadas en el partido Nueva Democracia, los errores de comunicación no han dejado de sucederse: hace una semana, Mitsotakis, en un evento organizado en un suburbio del norte de Atenas, declaraba que «el sacrificio de los jóvenes, no será en vano»; horas más tarde, en un programa de actualidad política, Ádonis Georgiadis, ministro de Inversiones, decía que el accidente era «una oportunidad» para que se pueda cambiar el país. Según las últimas encuestas, en estas casi cuatro semanas tras el accidente, Nueva Democracia habría reducido la ventaja que le separa de la formación de izquierda radical Syriza de 7,5 puntos a 4. Los griegos miran con lupa cada gesto y cada intervención de sus gobernantes, quienes tratan de revertir el enfado ciudadano en beneficio electoral.
Duelo de partidos
Durante la última semana, los dos grandes partidos griegos, Nueva Democracia y Syriza, han mantenido un tira y afloja con el objeto de demostrar que la degradación de los sistemas de seguridad de la red ferroviaria fue consecuencia de la gestión del otro. Días atrás, el líder de Syriza, Alexis Tsipras, visitaba el centro de control telemático de la estación de Lárisa, en funcionamiento hasta el año 2019 y ahora completamente abandonado. Como respuesta, el viceministro de Infraestructuras y Transportes, Mijalis Papadópulos, visitaba la sala de control remoto local (que muestra la circulación de los trenes unos pocos kilómetros tras abandonar la estación). Cada día, desde ambos frentes se aportan testimonios, fotografías, documentos para intentar desmantelar los argumentos de la otra parte.
Los jóvenes se han erigido en el motor de los movimientos ciudadanos de las últimas semanas: «Llevábamos años sin ver un movimiento juvenil como el actual», comenta a ABC Serafín Seferiadis, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Pantion de Atenas, quien considera que un siniestro como el ocurrido ha hecho que ellos «cambien la forma de ver el mundo».
Para Nikos Marantzidis, politólogo y profesor de la Universidad Macedonia de Salónica, «ha sido la gota que ha colmado el vaso. Durante estos cuatro años, el Ejecutivo conservador ha creado una imagen del primer ministro como de un tecnócrata al que no derriba ni el escándalo de las escuchas (realizadas a políticos y periodistas por los servicios secretos griegos), que en cualquier otra democracia hubiera provocado la caída inmediata del Gobierno. Además, ha basado su política de comunicación en trasmitir que la gestión gubernamental era apoyada por los socios europeos. Y alardeaba, por un lado, de que durante su mandado la ciudadanía no protestara en las calles y, por otro, que había reforzado la seguridad del país con seguridad entendida como contratación masiva antidisturbios», añade Marantzidis.
«Llevábamos años sin ver un movimiento juvenil como el actual», comenta a ABC Serafín Seferiadis, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Pantion de Atenas
Pero de la noche a la mañana, el sueño de Mitsotakis se desvaneció: «La situación política actual es completamente diferente a la de hace un mes. Toda la insatisfacción ciudadana acumulada por la lamentable gestión de la pandemia, la inseguridad económica tras la reforma laboral y los grandes incendios de 2021 también ha caído de golpe sobre sus hombros», opina Seferiadis.
Ambos expertos son de la opinión de que aún es pronto para saber lo que puede pasar en los próximos comicios. Seferiadis cree que las elecciones no deberían retrasarse porque «la llama de la rabia ha creado un movimiento ciudadano que es fundamental para el cambio político, tan necesario en la salud de las democracias liberales». Marantzidis, por su parte, cree que todo dependerá de los esfuerzos que realicen los partidos políticos para «canalizar la rabia ciudadana y convertirla en ventaja electoral». En el caso de Nueva Democracia, según el politólogo, es difícil que consiga ganarse la confianza de la juventud y lo más probable es que se centre en su electorado tradicional, los mayores y jubilados, reforzando la comunicación en la televisión, «medio favorito de sus votantes para informarse». Y esta parece ser la línea que seguirá Mitsotakis para que la tragedia de Lárisa no le desaloje del poder.
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