Blair reaparece para impulsar al líder laborista
En plena crisis de los 'tories', el ex primer ministro británico, hasta ahora centrado en su fundación, brinda su apoyo a Starmer para que llegue a Downing Street en 2024
La aversión de Isabel II hacia Tony Blair bloquea la entrega de condecoraciones
La inmigración y la economía hunden a Sunak ante los laboristas pese a su intento de mantener un perfil bajo
Tony Blair «no estaba muerto, estaba de parranda». O lo que es lo mismo: disfrutando de las mieles de la vida de un ex primer ministro con poder e influencia, aunque su salida de Downing Street fuera con la popularidad por los suelos. Ahora, el que fuera 'premier' británico entre 1997 y el 2007 parece que vuelve al ojo público en su papel más político, para apoyar al líder del Partido Laborista, Keir Starmer, en su lucha por llegar a Downing Street.
No es que antes estuviera escondido, todo lo contrario. Su papel como cabeza del Tony Blair Institute for Global Change (Instituto Tony Blair para el Cambio Global) lo mantiene muy ocupado, pero hace tiempo que no participaba activamente dentro de la formación. Fue el pasado julio cuando dio su cara más sonriente junto a la de su compañero de filas, en la conferencia 'El futuro de Gran Bretaña' en un acto en el que, según declaraciones que recoge 'The New York Times' de su exasistente y estratega político, John McTernan, «la química entre los dos te hacía pensar que hablan mucho y se entienden». «Era como si se declarara la sucesión apostólica», opinó, dando a entender que Starmer, un hombre al que no se le conoce ninguna polémica pero que tampoco hace gala de ningún carisma, hubiera recibido la bendición del otrora líder del laborismo, que cayó en desgracia, ante los ojos de una parte importante de la población, debido a su decisión de unirse a EE.UU. en la invasión a Irak. Ambos comparten una visión de centro en la izquierda, lo que ha provocado la aversión de los simpatizantes y miembros más extremistas.
Tampoco lo miraba con buenos ojos la Reina Isabel II, que fue apenas el año pasado antes de fallecer que le otorgó el título de caballero, un honor que pospuso cuanto pudo. En abril del 2011, Guillermo y Catalina de Cambridge se casaron en la Abadía de Westminster, pero entre los 2.000 invitados, fue evidente una ausencia. En aquel momento, un portavoz del Palacio de Buckingham alegó que Blair no fue invitado por una cuestión de protocolo, ya que no pertenecía entonces a la noble Orden de la Jarretera, y la aversión de la Monarca por el que fuera 'premier' incluso provocó un atasco en el sistema de concesión de ciertos honores, que no se le podían dar a sus sucesores sin antes dárselos a él. Se dice que fue Blair quien ayudó a salvar a la Monarquía en uno de sus períodos más impopulares, cuando murió la princesa Diana, pero el manejo de aquel momento histórico por parte del ex primer ministro enfureció a la realeza.
Todo aquello, no obstante, ha quedado enterrado, y no solo literalmente, ya que Anthony Charles Lynton Blair, que cumplió 70 años el pasado mayo, «claramente ha estado interesado en reinsertarse como un actor importante en la política británica», pero Starmer «es el primer líder que parece dispuesto a dejarlo hacer», en palabras de Jill Rutter, exfuncionaria pública y miembro del Instituto de Gobierno, un 'think tank' con sede en Londres.
El que fuera primer ministro durante una década ha sido acusado por la prensa de derechas como interesado en «volver a gobernar Gran Bretaña», según un artículo del 'Telegraph', que añade que, al igual que opinó Rutter, «Starmer podría dejarlo», acusando así de títere al líder actual. Esta supuesta labor, no obstante, tendría que estar balanceada con su trabajo en el instituto, que ha sido criticado por asesorar a gobiernos democráticos y también a otros duramente señalados, como el de Arabia Saudí, sobre todo en materia de derechos humanos.
Crisis conservadora
Pero a lo interno, el momento para los laboristas no pueden ser mejor, con un Partido Conservador sumido en una crisis que empezó hace meses, con los escándalos de Boris Johnson; que empeoró con el fugaz paso, de sólo 45 días, de Liz Truss como inquilina de Downing Street, y un actual primer ministro que pese a sus intentos de mantener un perfil bajo, se acerca a su primer año en el poder sin haber avanzado siquiera en las promesas que hizo, sobre todo en relación a la situación económica que enfrenta el país y que ahoga a las familias; y el problema de la inmigración ilegal, que los 'tories' intentan solucionar con medidas tan polémicas como alojar a los migrantes en barcos o enviar a los solicitantes de asilo a Ruanda, ambas opciones criticadas con vehemencia dentro y fuera del país.
En este contexto, las encuestas son claras, con números que dejan a los conservadores avergonzados y dando por sentado que en las próximas elecciones generales, previstas para el 2024, los laboristas tienen todas las de ganar. Y para Blair, estar de dentro de Downing Street es lo de menos si puede tener gran influencia entre bambalinas, mientras que a Starmer le vendría de perlas el acceso a una red de contactos muy difícil de igualar por un hombre cuya agenda vale oro. Según un artículo de la web de noticias británica Unherd, Blair, como presidente ejecutivo del instituto que lleva su nombre, que creó en el 2017, y en el que trabajan unas 800 personas, pasa hasta el 70% de su tiempo en el extranjero: recaudando fondos, asistiendo a conferencias, dando discursos y creando contactos con líderes mundiales, plutócratas, ejecutivos de corporaciones y líderes de pensamiento. Vuela en aviones privados, tiene un equipo de seguridad permanente, y se codea con la 'crème de la crème' en todos los sectores que mueven los hilos a nivel mundial, gracias en parte a sus sedes en ciudades clave como Londres, Nueva York, San Francisco, Abu Dabi, Singapur y Accra.
No por casualidad, sus políticas han marcado la agenda de Starmer, que tampoco pierde nada por servir de canal para el regreso de un líder con una autoestima a prueba de fuego que se alimenta de los éxitos de esa creación suya que tanta influencia tiene en el planeta, gracias, sobre todo, a su trabajo de «asesoría gubernamental», de filantropía y de vínculos entre personas y organizaciones, y que confirma que sus aspiraciones no acabaron con su salida del número 10, al que podría volver, aunque en un modo distinto, con la misma influencia pero con la libertad de no ser el 'premier', cargo con el que Starmer sueña. Para ambos, su relación es, como dicen en inglés, un 'win - win', una conexión de la que ambos pueden salir muy beneficiados.
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