Salto ofensivo frente a la agresión de los hutíes
Tras los ataques en el mar Rojo, era cuestión de tiempo que Estados Unidos y el Reino Unido reaccionaran ofensivamente
Quiénes son los hutíes de Yemen y por qué EE.UU. y Reino Unido los han bombardeado en el mar Rojo
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Irán ataca objetivos en Siria e Irak y muestra su capacidad de alcanzar Israel
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De los cuatro frentes principales que encara Israel, Líbano, Cisjordania, Gaza y Yemen, este último es el que absorbe hoy mayor atención internacional. Con la excusa de perjudicar los intereses de Israel, los hutíes ―marionetas de Irán― tratan de cerrar el tráfico marítimo en el mar Rojo y el estrecho de Bab el Mandeb. La finalidad sería apremiar a Occidente para que obligue a Tel Aviv a renunciar a su intención de destruir a Hamás. Era cuestión de tiempo que EE.UU. y el Reino Unido ―núcleo de la operación Guardián de la Prosperidad― reaccionaran ofensivamente. El jueves y viernes, aviones y buques de ambos países bombardearon más de 30 objetivos militares de los insurgentes hutíes (puestos de mando, instalaciones logísticas, centros de comunicaciones, radares y bases de fuego de misiles, entre otros), situados en las zonas yemeníes (de norte a sur): Sa'dah, Saná (capital del país en poder de los insurgentes), Al-Hudaydah (principal puerto y base naval de los hutíes), Dhamar, Zabid, y Taiz, entre otras. Por el momento, la respuesta de los hutíes ha consistido, aparte de enfurecidas proclamas y palabras malsonantes, en el lanzamiento, el pasado domingo, de un misil de crucero antibuque contra el destructor USS Laboon, que fue repelido por el buque. Y, el lunes, otro misil hutí impactó en el portacontenedores Gibraltar Eagle de propiedad estadounidense que navega, en el mar Rojo, bajo bandera de las islas Marshall.
Todo eso determina un salto desde la actitud meramente defensiva, de custodia y auxilio a los mercantes en la zona, a una postura de respuesta ofensiva contra los medios militares que posibilitan las acciones bélicas de los hutíes. Además, la nueva postura es prueba fehaciente de la apuesta geopolítica de los países participantes en dicha operación, por la libre circulación y transporte de mercancías por el mar Rojo y, por extensión, por las SLOCS (Líneas Marítimas de Comunicación). En definitiva, fue un sonoro mensaje a los hutíes para que renuncien al hostigamiento de la navegación por el sur del mar Rojo y el estrecho de Bab el Mandeb. En todo caso, y como efecto colateral, aquel salto ha servido de tapadera y señuelo para desviar la atención internacional que, desde el 7 de octubre, permanecía clavada sobre el frente de Gaza, donde las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) prosiguen sin pausa sus operaciones de limpieza. La consiguiente elevación de la tensión en el teatro podría intensificar el frente del Líbano, hasta ahora limitado a los bombardeos recíprocos entre Hizbolá y las FDI. La multiplicación de las hostilidades podría también despabilar el latente conflicto de Israel con Siria, en base a la potencial recuperación de los 1.200 kilómetros cuadrados de los Altos del Golán ocupados por Israel desde la Guerra de los seis días (1967). Terreno de enorme valor geoestratégico, tanto por su mérito orográfico como por su dominio sobre las fuentes del Río Jordán.
Con todo esto como fondo, se ha producido el carnaval del Gobierno respecto a una potencial implicación de España (país con 8.000 km de costas) en el conflicto, al lado de nuestros socios y aliados. Algo que sería plenamente coherente con las misiones de nuestra Armada, entre las que resultan prioritarias la de asegurar la libre circulación de mercancías y la de protección de las SLOCS. Máxime cuando más del 80% del comercio español se transporta por vía marítima (incluyendo por el mar Rojo y el estrecho de Bab el Mandeb). Las inconsistentes razones esgrimidas por la ministra de defensa, Margarita Robles, para escaquearse de cualquier misión contra los terroristas islámicos de Oriente Próximo, ni tan siquiera en el marco de la UE (misión que se está organizando desde Bruselas), tratan de ocultar la razón doméstica del rechazo. Porque el Gobierno tendría, en su caso, que pedir autorización al congreso de los diputados (artículo 17 de la L.O. 5/2005 de la Defensa Nacional). Beneplácito que sería seguramente repelido por sus socios, tanto de coalición como parlamentarios y, para prosperar, necesitaría de los votos del PP. Y eso evidenciaría impúdicamente la extrema debilidad del Gobierno.
Ni la llamada de Biden a Sánchez, ni la del Jemad norteamericano, general Charles Q. Brown, a nuestro Jemad, A.G. Teodoro López Calderón, desbloquearon el enroque español. La Casa Blanca y el Pentágono parecen incapaces de entender el sublime pensamiento aristotélico de Sánchez: la verdad es la realidad. Se habla ahora de, al menos, designar un oficial de enlace español, seguramente en el Mando Central norteamericano (Uscentcom) ubicado en la Base Aérea McDill (Tampa, Florida). Parece clara la intención estadounidense de ampliar la sala de banderas de la coalición. La embajadora norteamericana en Madrid, Julissa Reynoso, quizás no estuvo al quite del embrollo, al no advertir previamente a Washington que, para los asuntos de gran calado en España, no hay que llamar a Sánchez sino a Puigdemont.
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