¿Qué lengua se hablaba en el Senado? Así preservaron el latín la República y el Imperio romano
Flashes históricos
La 'lingua latina' era oficial entre los cargos públicos y los embajadores tenían prohibido expresarse en sus idiomas locales ante la cámara
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Roma no pagaba a traidores ni a traductores; nada que ver con lo que hemos visto estos días en el Congreso tras la polémica de las lenguas cooficiales, su uso político y unos pinganillos que hallaron el martes orejas huérfanas. En su 'Historia del Senado romano', José Francisco Díaz sostiene que, «desde la época de Rómulo», el idioma oficial en la cámara en cuestión era la llamada 'lingua latina'. Y, cuando arribaban a la 'urbs' los embajadores de otras tierras para tratar «negocios de guerra y paz, así como todas las cuestiones de derecho internacional», estaban obligados a pasar por el aro y exponer sus propuestas y desvaríos en latín.
«Cuando explicaban en pleno Senado el objeto de su misión, debían hacerlo precisamente en latín, porque no se permitía a nadie expresarse en otro idioma ante aquella asamblea tan celosa de la dignidad romana», afirma el experto en su obra. Tan solo cuando la situación era de extrema necesidad, porque el legado en cuestión no conocía ni una palabra de la 'lingua latina' y le resultaba imposible expresarse o hacerse entender, los políticos permitían que hubiera un traductor en la sala. Aunque, en palabras del autor, «por lo común hacían de intérpretes algunos de los propios senadores u otras personas respetables».
Porque sí, desde la República al Impero, el latín era la columna sobre la que se erigía la cultura de Roma. Así lo explica en declaraciones a ABC Federico Romero Díaz, coautor de la obra coral 'Ab urbe condita', presidente de Divulgadores de la Historia y cofundador del Día de la Romanidad: «Se utilizaba en la administración, pero también para dar las órdenes en el ejército y a nivel político». No había normas que lo especificaran. «Se hacía así, y punto», insiste el experto.
Y eso no quitaba que los romanos cultos no conocieran y apreciaran otras lenguas. «Gustaban de conocer el idioma internacional, el inglés de ahora, que era el griego. Lo aprendían desde pequeños porque era un rasgo de cultura», completa.
Aunque, como lo cortés no quitaba lo valiente, sí se produjeron algunas excepciones en lo que respecta al griego. Fue el retórico Apolonio Molón quien abrió la veda en el siglo I a. C. Por honor a Cicerón, que había asistido en Rodas y en Roma a sus lecciones de elocuencia, a este sabio se le permitió expresarse en su idioma cuando asistió al Senado. Sin embargo, nadie estaba exento de pedir permiso a la cámara para dirigirse a los políticos en el idioma de Alejandro Magno. «Hasta los emperadores Tiberio y Claudio pidieron dispensa al Senado cada vez que en sus discursos emplearon alguna palabra griega», desvela, en este caso, José Francisco Díaz.
La situación continuó de esta guisa incluso después de la división en dos del Imperio. «Tanto en Oriente como en Occidente fue la lengua oficial de la administración. Aunque en Oriente coexistió también con el griego. Al final dependía de la procedencia de cada ciudadano. En Macedonia o el norte de Tracia se usaba más la primera; al sur, en Egipto y Asia, la segunda», determina a ABC Romero. Así continuó hasta la época de Justiniano.
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