Salen a la luz los secretos de la batalla de Austerlitz, la victoria de Napoleón sobre los poderosos Habsburgo
A finales de enero se pondrá a la venta un manuscrito único dictado y anotado por Napoleón durante su exilio en la isla de Santa Helena sobre los detalles de la batalla en la que puso de rodillas a los otros dos grandes emperadores de Europa

El ejército Habsburgo fue varias veces batido durante la tormenta desencadenada en Europa por Napoleón Bonaparte , pero siempre se encargó de no serlo del todo, de poder volver a tiempo de entre las cenizas. Si bien gente como Charles Maurice de Talleyrand , ... que dijo aquello de que «Austria tiene el enojoso hábito de resultar siempre derrotada», extendieron el mito de un Imperio Habsburgo frágil y poco temible, se olvidaron de mencionar que Viena permaneció en pie en todo momento y que fue la resistencia presentada por las armas de Francisco I lo que hizo posible que otras naciones, como Prusia o Rusia, ganaran tiempo y recursos para ofrecer una coalición internacional de garantías contra el corso.
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Como explica Richard Bassett en su libro «Por Dios y por el káiser» (Desperta Ferro, 2018) , la Monarquía Habsburgo fue una columna entre los enemigos de Napoleón que se dedicó, para su desgracia, a acumular derrotas no definitivas y a desgastar a su adversario. La más humillante y crítica de todas fue la que sufrió en la batalla de Austerlitz, también conocida como la batalla de los Tres Emperadores, que enfrentó el 2 de diciembre de 1805 a un ejército francés comandado por el Emperador Napoleón contra las fuerzas combinadas ruso-austríacas del Zar ruso Alejandro I y el Emperador austríaco Francisco I . La victoria del corso, considerada una obra maestra de la táctica, no solo puso el final a la guerra de la Tercera Coalición, sino que dejó Viena a merced de los invasores y obligó a los majestuosos Habsburgo a sentar en su mesa a un advenedizo como Napoléon.
El momento más oscuro

Austerlitz representó la cima en aquella frase hecha de que justo la noche es más oscura antes de amanecer. 1805 fue un momento negro para los enemigos de Napoleón, que en una campaña por Europa oriental que dirigió en persona dividió los ejércitos de Rusia y de Austria e impedió que se reagruparan hasta que éstos creyeron haberse atrincherados a buen recaudo en Austerlitz, una población que hoy pertenece a la República Checa. Todo hacía suponer que Napoleón, al frente de 72.000, no atacaría a una fuerza superior de 85.000 hombres situada en territorio amigo y en una posición defensiva, pero, como ocurriría varias veces en el combate, el Pequeño Corso se guardaba unas cuantas cartas bajo la manga.
A pesar de jugar sobre su terreno, el Emperador Francisco I concedió el mando principal al Zar Alejandro I y a sus generales debido a que el contingente austriaco era bastante pequeño y poco distinguido. El Emperador Habsburgo pensó que discutir la autoridad del Zar habría sido indigno de él… Los austriacos, no en vano, conocían bien el terreno tras realizar maniobras allí un año antes. Fue una pésima decisión no hacer caso a su experiencia.
Frente a un enemigo bien defendido por la altura, Napoleón planeó lanzar un cebo en forma de flanco debilitado para que los rusos y austriacos abandonaran su posición. La caballería de Murat protagonizó una elaborada y teatral «retirada» donde la densa niebla, que se extendía por la meseta sin que desde lo alto se viera nada, jugó a favor de los franceses. Si normalmente es la altura lo que da ventaja, Napoelón se encargó en Austerlitz de sacar beneficio a la posición menos elevada.
Napoleón aprovechó la ceguera de sus adversarios y la falta de sintonía de los oficiales aliados. Cuando los austriacos «vinieron con un mapa inmenso que ilustraba el área de Brünn y Austerlitz con una precisión y detalle enormes», los oficiales rusos se dedicaron a otra labores y ni siquiera atendieron durante las eternas labores de traducción. Mijaíl Kutúzov , que llevaba bebiendo mucho durante algunos días y dormitaba en su silla, mostró poco interés en esos mapas que devolvían algo de visibilidad al campo de batalla.
Si normalmente es la altura lo que da ventaja, Napoelón se encargó en Austerlitz de sacar beneficio a la posición menos elevada.
Además de la retirada de la caballería, Napoleón se esforzó por resaltar lo supuestamente agotados y faltos de moral que estaban sus jinetes con una guerra de desinformación intensa. Todas las fingidas retiradas del corso sirvieron para desalojar a los austriacos y rusos de las posiciones mejor defendidas, de modo que los ejércitos aliados parecían ese 2 de diciembre de 1805 desaparecer, uno detrás de otro, bajo la niebla. Durante las nueve horas que duraron los combates, los aliados no supieron en ningún momento con precisión lo que estaba ocurriendo en la meseta, no hasta que Napoleón emergió de la niebla para rodear y destruir al grueso de las fuerzas de la montaña.
Una maniobra envolvente de Napoleón
La sorpresa y la impresión de ver cómo los franceses aparecían desde abajo, de entre la niebla, bloqueó a los superiores rusos, que habían guardado pocas unidades en los Altos Pratzen . Solo Kutúzov, gran rival de Napoleón, había comprendido los riesgos de dejar desarmado el centro, pero el Zar no lo entendió así y expulsó a varias unidades de la montaña para asumir una estrategia ofensiva. La lucha se desplegó con brutalidad por todos los pueblos adyacentes, con numerosos éxitos para los aliados, pero la pérdida de la montaña cambió radicalmente el panorama. Napoleón trasladó su propio centro de mando a la capilla de San Antonio tras tomar los Altos Pratzen y, desde allí, fue reorganizando de forma casi quirúrgica las tropas hasta causar el derrumbe ruso.
Las bajas aliadas se situaron alrededor de 27.000, frente a los 9.000 franceses, en una dramática huida a Viena con los galos a sus espaldas y el hielo desquebrajándose por el peso de tantos hombres en fuga. La gran victoria se recibió con delirio en París, a donde escribió Napoleón al límite de sus fuerzas: «He vencido al ejército austro-ruso comandado por dos emperadores. Estoy un poco cansado… Un abrazo».

A pesar de la aplastante derrota en la que perdió 2.200 soldados entre muertos y prisioneros , Francisco I demostró que era todo un superviviente y una personificación de las grandes virtudes habsbúrgicas de la perseverancia y el valor frente a la adversidad. «Este káiser cultivó, casi hasta el extremo, el desengañado cinismo y la actitud aletargada que se convertirían en rasgos constantes de la alta aristocracia austriaca durante un siglo», señala Richard Bassett en el mencionado libro. Después de Austerlitz, envió un mensaje escueto a su mujer que comentaba con una pizca de aburrimiento: «La batalla no ha ido bien hoy».
Como consecuencia del dominio napoleónico, Venecia, Friul, Dalmacia e Istria se entregaron al arribista «Reino» de Italia , mientras que el Tirol y el Vorarlberg se entregaron a los bávaros. El Emperador, último testigo de un imperio milenario , vio la pérdida de millones de súbditos como algo temporal. Sabía perfectamente que en una guerra no gana el que da más golpes, sino el que permanece vivo al final para contarlos.
Una visión inédita, incluido un mapa

A finales de enero se pondrá a la venta un manuscrito único dictado y anotado por Napoleón durante su exilio en la isla de Santa Helena que narra con gran detalle, y siempre a su favor, los preparativos y avances de la batalla de Austerlitz en 1805.
El texto de 74 páginas densamente escritas incluye numerosas tachaduras y anotaciones del Emperador en el margen, además de un plano de la batalla en papel de calco elaborado por el general. A lo largo del texto, se detallan todas las tácticas que realizó para hacer creer al enemigo que el ejército napoleónico era más débil de lo aparentaba, sobre todo en su flanco derecho.
En el año del bicentenario de la muerte del corso, el manuscrito sobre su mayor victoria militar, que marcó el apogeo de su gloria, será exhibido en París por primera vez del 27 al 30 de enero por la galería «Artes y Autógrafos» . El documento fue adquirido en la década de 1970 por el propietario de la galería, Jean-Emmanuel Raux, experto en manuscritos y autógrafos, que colecciona documentos sobre el Imperio y lo había encontrado en montones de papeles de su castillo de Châteauroux. Fue allí donde se descubrió este manuscrito inédito sobre «la batalla de los tres emperadores».
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