Wenceslao Fernández Flórez, recuerdo en letras de molde
No es un aniversario redondo (murió tal día como hoy de 1964, en su casa de la calle de Alberto Aguilera, en Madrid) pero su prosa sí fue redonda, o cursiva, o negrita, lo que fuera menester. Porque

No es un aniversario redondo (murió tal día como hoy de 1964, en su casa de la calle de Alberto Aguilera, en Madrid) pero su prosa sí fue redonda, o cursiva, o negrita, lo que fuera menester. Porque Wenceslao Fernández Flórez (en cuyo honor descubren hoy una placa conmemorativa en ese lugar el ministro de Cultura, César Antonio Molina, y el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón), fue a lo largo de buena parte del siglo XX un maestro en la distancia más o menos corta del periodismo, pero también en el más paciente pero no menos contundente gancho a la mandíbula de la narrativa.
Mucho, mucho antes de que diluviara en el Macondo de García Márquez, Fernández Flórez hizo auténtica magia potagia, y juegos malabares de la imaginación con «El bosque animado». Usó una lengua periodísticamente viperina antes de que la televisión y la radio nos reventaran la cabeza con sus sapos y sus culebras, aunque don Wenceslao, de natural conservador, repartió siempre a diestro y a siniestro en sus memorables crónicas parlamentarias, recogidas en «Acotaciones de un oyente».
El fútbol no le gustaba un pelo, pero tampoco pudo dejarle fuera de juego, a pesar de que siempre se asombró de que los aficionados pitasen a quien iba ganando (se conoce que el maestro no estaba al tanto de lo que es un fondo sur). De todo ello y de su invento de la palabra vicegol (nos viene que ni pintada para hablar de al actual viceliga del Madrid) dio buena cuenta en «De portería a portería». Fue también académico (ingresó en La Española el 14 de mayo de 1945), y un fino estilista de la sonrisa que consideraba el humorismo «un bálsamo para limar las asperezas de la vida». También dio vida a una peculiarísima graduación militar, la del general experto en retiradas. Y fue alguien con unas respuestas tan grouchomarxistas como para que le hubieran puesto una estatua en Sunset Boulevard. Tomen nota, y sonrían. «¿Cuándo siente más inspiración?». «Cuando firmo un buen contrato. Entonces el humorismo se siente estallante de gozo».«¿Cuáles son sus animales preferidos?». «Por razones distintas, el perro y el gato. En otros aspectos, la codorniz rellena es adorable». Qué menos se podía esperar de alguien que dijo que «el humor es el arco iris de la gracia». Un arcoiris que brilló en ABC durante cincuenta años.
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