Luján Argüelles: «En ocasiones tenemos que sufrir dolor para reaccionar»
La periodista habla en su nuevo libro sobre el momento en el que tocó fondo y cómo salió a flote

Luján Argüelles ha experimentado uno de los cambios más importantes de su vida. Reflexiva y basándose en sus propias experiencias, la periodista ha publicado 'Aprendiendo de nuevo a vivir', su nuevo proyecto literario, en el que se abre y aborda todas las fases que ha vivido durante los últimos años y cómo, tras tocar fondo, resurgió de sus cenizas.
—La superación es el tema sobre el que versa su nuevo libro. ¿Cómo le surge la posibilidad de plasmar todo lo que ha vivido?
—Me reuní con una editora de La esfera de los libros para hablar de otro tema y me preguntó si tenía pensado volver a escribir. Este ejercicio requiere concentración, mucho tiempo y, sinceramente, no me apetecía dedicarme únicamente a ello. Durante la conversación, le hablé con mucha fascinación de lo que había vivido durante los últimos dos años. Me pidió, por favor, que escribiera sobre ello y acepté.
—¿Cómo ha llegado a su familia 'Aprendiendo de nuevo a vivir'?
—Hablar de mis cosas privadas me da mucho pudor. Mi familia es el pilar de todo. En el libro queda clarísimo que es así. A pesar de que, a veces, uno tiene cosas que no han encajado en su momento, siempre encajan, solo hay que volver a releerlas.
—¿Cómo ha vivido su escritura?
—Tú decides escribirlo de una manera apasionada porque vives en un pentagrama que te hace sentir muy bien. Es muy bonito poder contarlo. Pero cuando lo estás escribiendo vuelves a vivir, un poco, todo. Es cierto que la transformación no es inmediata ni eterna. Hay que trabajarla todos los días y esto te ayuda a seguir reforzando el aprendizaje acumulado.
—En la práctica, ¿ha vuelto a caer en el pesimismo?
—Todos los días tenemos pensamientos que intentan hacernos una jugarreta. Ahí tenemos que salirnos del mecanismo y saber que no. Las cosas están y nosotros las filtramos. Ante una situación ponemos el filtro del dolor, de la paz, de la indiferencia… Lo pones tú. Al final, uno tiene que elegir entre lo que le reconforta o lo que le hace sufrir.
—¿Qué capítulo es el que más le ha costado escribir?
—El que más cuesta es el que tiene que ver con la relectura del pasado porque es plasmar donde hubo dolor. Además, siempre son escenarios en los que hay otras personas. Es difícil hallar cómo hacerlo para que se entienda bien, para que entren en sintonía contigo pero que también entiendan que es un dolor que está superado y que no es voluntario.
—¿Y aprender?
—La meditación. Me sentía ridícula. O el hecho de entender que todos los días por la mañana sería maravilloso irme a caminar y entrar en conexión conmigo misma. Algo que pensaba que me costaría más y odiaba es el tema de la soledad, pero todo me llevó ahí y, de repente, decir un día «qué bien estoy sola».

—¿Cree que tras la pandemia la gente tiende a reflexionar más?
—Que el mundo pare es una utopía. Pero paró de verdad. Durante mucho tiempo, ni siquiera trabajábamos. Era un momento de recogimiento obligado que nos llevó a replantearnos muchas cosas. Para mí, no era nuevo el hecho de dar vueltas a quién soy, hacia dónde voy, cómo… Siempre con mucha incertidumbre. Ahora, la edad me ha permitido pensar que en ocasiones tenemos que sufrir dolor para reaccionar.
—En el libro expresa que la edad no riñe con el entusiasmo y las ganas de vivir con vehemencia…
—La edad te permite ver las cosas con cierta perspectiva y acumular experiencias. Hay vidas muy cargadas y otras que no son tan intensas. Es lógico pensar que cuanto más mayor eres, más experiencias has acumulado. Pero el querer vivir intensamente, escribir con letras grandes y brillantes tu leyenda personal no tiene porque cambiar. La leyenda no termina hasta el día que te mueres.
—¿Cómo se define?
—Como una mujer que quiere vivir en paz y feliz pero que sabe que ambas son cuestiones, emociones y estados anímicos que se eligen, que se trabajan y que son tan satisfactorios, que no hay dolor.
—¿Cree que ha mermado la imagen de presentador que, aparentemente, no tiene problemas?
—Todos somos seres humanos. El mundo emocional es un mundo compartido por todas las personas. Da igual a lo que te dediques. Cada profesión requiere una determinada habilidad o destreza. La nuestra es la de mostrarse entusiasmado, alegre y transmitir emociones positivas. Lo hacemos en un plató. Lo que me decía Carlos Herrera, es nuestra profesión, da igual lo que nos pase, tenemos que aparcar eso para salir ahí. Ese es el objetivo de un buen comunicador. Después ya te reencuentras con el no profesional, con la persona.
—¿Cómo encaja las críticas?
—No es fácil. Tienes que tener una riqueza emocional que te permita transitar por ahí y salir rápido. Al final, tú eliges colocarte en un lugar en el que sabes que la gente va a opinar. Nosotros nos colocamos en un plató y emitimos para un público. Cómo luego gestionamos todo eso, es una responsabilidad individual. Todos estamos expuestos al juicio de los demás. Las críticas plasman algo que no gusta a otro de ti. Tú la miras y puedes pensar que tiene razón, intentar extraer aprendizaje o no hacerle caso. La vida nunca quiere hacerte daño, es el filtro que le pones.
—¿Qué es el éxito para usted?
—Conseguir estar en el estado que defino como la nada. Ese es el éxito.
—¿Qué expectativas tiene con la publicación de este libro?
—Tomas una decisión, la ejecutas y sueltas. La expectativa sólo trae frustración. Lo bonito está en el camino, en lo que has sentido y experimentado en la obstrucción del proyecto. Aunque el mundo tiende a poner número a las cosas, cómo quiero llamarlo yo para seguir caminando tranquila y serena es lo que cuenta. Lo que ayer fue un cero, mañana puede ser un diez y hoy ha de ser un conjunto vacío.
—¿Algún proyecto audiovisual en el que esté inmersa?
—He descubierto que hay proyectos que quiero hacer y que me entusiasman. Pero hay que aterrizarlos, trabajarlos y ejecutarlos. Y a veces, salen. Hay varias cosas en las que estoy trabajando y parece que van a tener un orden lógico por la fuerza que le pones a cada uno de ellos. Pero yo me mantengo expectante a lo que venga. En todo lo que hago.
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