Aristóteles Onassis: 50 años de la muerte del hombre que nunca amó la discreción
El empresario griego llegó a convertirse en el hombre más rico del mundo
Athina Onassis, una desgraciada niña rica 46 años después de la muerte de su abuelo

«El señor Onassis ha muerto a las 12.30 de una infección broncopulmonar que ha sido imposible controlar mediante una antibioterapia específica. Ha muerto sin sufrir». Con este escueto comunicado de prensa, emitido hace hoy 50 años por el entonces director general del Hospital Americano de Neuilly (París), se informó del fallecimiento, a los sesenta y nueve años, de Aristóteles Onassis. Su entonces esposa Jacqueline -viuda del presidente John F. Kennedy - no se encontraba junto al lecho de su marido en el momento de su muerte. Ni siquiera estaba en la misma ciudad, sino en Nueva York con sus dos hijos, Caroline y John, fruto de su primer matrimonio. Un día más tarde, la exprimera dama estadounidense aterrizó en el aeropuerto de Roissy (Francia) vestida de negro hasta los pies, sin una pizca de maquillaje, el pelo suelto y ocultando sus signos emocionales detrás de unas anchas gafas de sol.

La que sí que estaba a su lado era su hija Christina, nacida del primer matrimonio del magnate con Athina Livanos. Por parte de todos, se quiso cumplir con la última voluntad de Onassis de ser enterrado en la isla de Skorpios (Grecia), en el Mediterráneo que le viera nacer y al lado de su hijo Alejandro, fallecido en 1973 víctima de un accidente aéreo.

La vida del multimillonario griego estuvo jalonada por distintas circunstancias que fueron objeto de noticias en los medios sensacionalistas de la prensa rosa. Todo ello se incrementa, de forma más intensa, con su explosivo romance con la cantante de ópera María Callas.
Tras dos años de insistencia, Aristóteles Onassis logró que la gran artista se subiese a su impresionante yate -conocido como el yate de los famosos- para que formase parte del grupo de personas selectas durante un crucero organizado en el verano de 1959. «Por aquel barco habían pasado personalidades de la talla de Elizabeth Taylor, Richard Burton, Marilyn Monroe, Frank Sinatra, Rudolf Nuréyev y, por supuesto, Winston Churchill», cuenta la periodista Carmen Ro, autora de la novela 'El cuaderno secreto de María Callas', en la que relata el primer encuentro entre el empresario y la cantante y su posterior idilio.
Sus mujeres
Para el empresario, su barco era como un podio de trofeos y «quería tener el gran trofeo que en ese momento era María Callas. Que era, no sólo la soprano más famosa del mundo en ese momento, sino también la mujer más codiciada», comenta la escritora. Fue durante este crucero por las costas del Mediterráneo cuando, y pese a que los dos estaban casados en aquel momento, surge el amor entre ellos.

Ambos se divorciaron de sus respectivas parejas cegados por su amor. Fue una relación tortuosa, que duraría hasta que Onassis rompió, de forma impía, con la soprano en 1968 al comenzar un romance con Jacqueline Kennedy. «María Calas siempre creyó que se iba a casar con Aristóteles Onassis y nunca llegó ese matrimonio. Además se entera de su nuevo amor por la prensa», y añade: «La traiciona doblemente por dejarle por otra mujer con la absoluta falta de sinceridad y de confianza para confesárselo él mismo».
Tras esta ruptura cruel, 'La Callas' entró en una espiral de depresiones que afectarían gravemente a su carrera e incluso le llevó a varios intentos de suicidio. «Al principio Aristóteles Onassis lleva a Callas a un pico de pasión casi suicida, pero luego cae en el desengaño, en el desamor y en la traición. Pasaron unos años de una desabrochada pasión, pero luego la hizo sufrir como el que más. Esto destruye la estabilidad emocional de María», opina Carmen Ro. El 16 de septiembre de 1977 murió víctima de un paro cardíaco. Las cenizas de la diva soprano descansan bajo las cristalinas aguas del mar Egeo.

La boda de Onassis con Jacqueline Kennedy causó un impacto mundial y movió mares de tinta del papel couché. «Onassis buscaba el trofeo más alto de todo en la vida», asegura la periodista. «Quería triunfar por encima de todo y en absolutamente todo. Para él el triunfo no sólo era el dinero, también era el reconocimiento. La discreción no le daba satisfacción», añade.
Cuando se conocieron, ella tenía 39 años y él 62. A la ceremonia religiosa, en una capilla ortodoxa, siguió una celebración espectacular y ostentosa a bordo del yate Christina, propiedad del armador griego. Los novios emprendieron una larga luna de miel en crucero. Su matrimonio duró siete años, hasta la muerte de Onassis en 1975.

Patrimonio
Onassis dejó una inmensa fortuna, de más de 500 millones de dólares. «Se le tildó del rey de Mónaco. Llegó a ser el hombre más rico del planeta», apunta Carmen Ro. Levantó su imperio prácticamente de la nada, a base de duro trabajo y esfuerzo constante: «Lo que hacía era apenas comer para gastarse el dinero en un solo café en el lugar más caro y más exclusivo de Buenos Aires, para estar junto a la gente rica», comenta. «Era una persona realmente inteligente y con muchas ganas de triunfar». A ello se unieron unas circunstancias favorables a su actividad empresarial derivadas de la crisis universal que causó la segunda guerra mundial, en la que la industria del petróleo se revalorizó de forma exponencial.
A Onassis le agradaba rememorar que comenzó a los 17 años con menos de sesenta dólares en su bolsillo y que a los 25 ya tenía su primer millón que, como se suele decir, es el más difícil de conseguir. «Él fue el que tuvo la visión de que Mónaco se convirtiera en lo que es a día de hoy», comenta la periodista, y añade: «Sin Onassis, muy probablemente Mónaco no habría llegado a la repercusión del estatus, el glamour y el estrellato que tiene».
Tras su fallecimiento, una de las cuestiones más controvertidas fue dilucidar cuál sería el destino de esta cuantiosa herencia. Christina y Jackie llegaron a un acuerdo para evitar un previsible litigio judicial que perjudicaría a ambas. Así, su mujer accedió recibir 20,5 millones de dólares y ceder a la única hija el título de heredera universal y, por lo tanto, propietaria del resto de la fortuna total.

Heredera universal
En la actualidad, la única descendiente de Onassis es Athina, hija del matrimonio que Christina tuvo fruto con Thierry Roussel. Su vida ha estado marcada por una fuerte protección, vigilada a cada paso por un numeroso equipo de guardaespaldas. La pequeña, de tan solo tres años, tuvo que enfrentarse a la primera tragedia de su vida con la repentina muerte de su madre. Como es lógico, desde ese momento y hasta su mayoría de edad, la niña tuvo un consejo de administradores, entre los cuales se encontraba su padre, que se hizo cargo de la custodia de su fabulosa herencia. En el curso del ejercicio de su administración ha tenido numerosos pleitos judiciales, que todavía hoy persisten.

El 3 de diciembre de 2005, la nieta de Onassis contrajo matrimonio, en São Paulo, con el jinete brasileño Álvaro Alfonso de Miranda Neto (Doda). La ceremonia, con más de 750 invitados, se celebró con fortísimas medidas de seguridad. Su matrimonio duró once años, hasta que en 2016 se le informó que su marido había pasado la noche con una mujer en su casa de Wellington, en Estados Unidos. Athina se quitó la alianza y se encerró en una de sus residencias, saliendo única y exclusivamente para competir como jinete en los circuitos de salto más relevantes. Tiempo después se supo que Doda llevaba una doble vida con varias mujeres desde hacía años. Después de su mediático divorcio, poco se pudo saber acerca de la decisión final de los tribunales belgas… tan sólo que el brasileño no se le concedió la desorbitante compensación económica que exigía.

El pasado 29 de enero Athina cumplió 40 años y su vida está centrada en su única pasión: los caballos. Una dedicación que le permite alejarse del -para ella tan detestable- foco mediático.
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