Arantxa, la tenista que jugó con fuego
LA DORADA TRIBU
Fue un día el increíble Hulk con lencerías de tenista, luego repercutió de famosísima que quiso pasar por el altar, y ahora malvive de musa de los papeles de litigio conyugal, con reclamaciones de la Agencia Tributaria, y otros frentes de poderíos
Mick Jagger, el diablo que no se jubila
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Arantxa fue un día el increíble Hulk con lencerías de tenista, luego repercutió de famosísima que quiso pasar por el altar, y ahora malvive de musa de los papeles de litigio conyugal, con reclamaciones de la Agencia Tributaria, y otros frentes de poderíos. ... Jugó al tenis, y luego jugó con fuego. Igual tiene marido para toda la vida, ahora que ya no tiene marido. Al marido, Josep Santacana, la familia de Arantxa, más allegados, lo veía en su momento entre regular y mal. Santacana, entonces, se empleaba en bisnes diversos.
La boda aparejó preparativos hostiles, incluyendo en esos preparativos las revistas del corazón y los programas de las telerrosas, que se pusieron a mirarle a fondo el ajuar a Santacana, a ver si salía algún trapo más bien sucio. A uno de todo aquello lo que le interesaba es que Arantxa volvía a creer en el matrimonio, y que estaba muy mona. Y no sé si por este orden. Ella casó, fallidamente, con Joan Vehils, y desde que dejó el tenis profesional se dio a gustarse como una reguapa de portada. Arantxa mejoró, entonces, la lámina, y se fue obrando en ella una creciente feminización o estilización, hasta llegar a ser toda una sirenaza de portada, que es lo que son hoy las jóvenes tenistas de esplendor, cada una a su estilo.
Sospecho que empezó a gustarse cuando se dio al tenis de la vida, después del tenis puro y duro. Luego vino el jaleo de mal rollo familiar, y hasta lloró en público. Arantxa, con el tiempo, tronó en los papeles no bajo la causa de «ex» tenista, sino bajo la condición exótica de «ex» hija, ya que le dio por comunicarse con sus padres vía demanda. Un lío, en fin, poco memorable. La vi en aquellas épocas, en una entrega de premios, entre Serrat y Sabina, y me intrigó su renovada estampa de bigarda emocionante. Ya no era un titán hembra, que es lo que fue la Arantxa de raqueta, sino una morena de buen cromo y melena alegre de negro relámpago. Venía de sus oficios concéntricos al tenis, en el extranjero, que es en lo que andaba, y casi parecía que había viajado a Madrid una chavala de cine.
Nos caía Arantxa, y nos cae. Yo veo que, con la raqueta, colgó también su apellido, Sánchez Vicario, en el perchero de oro de los más altos deportistas nacionales e internacionales. Y al colgar tan ilustre apellido, que pesaba como una medalla, descolgó su nombre, Arantxa, para vivir con él siempre por delante, en plan particular, los deportes de la amistad y los campeonatos del amor. Antes, Rafa Nadal y ella fueron, de algún modo, dos hermanos de relevo en los podios planetarios del tenis, que ya no es sólo el tenis, como antaño, sino un cruce de spot y estadio, como todos los deportes de gentío con Instagram.
Sospecho que empezó a gustarse cuando se dio al tenis de la vida, después del tenis puro y duro. Luego vino el jaleo de mal rollo familiar, y hasta lloró en público
Nos envició en el tenis Arantxa. Ganaba torneos porque sí, desde el revés pleno de una furia hispánica, y más de una tarde inolvidable todos fuimos Arantxa. Ella cumplió como el increíble Hulk con faldita corta, y luego sólo quiso ser Arantxa, entre perros fotogénicos, consortes contables y domingos de Miami, porque de la gloria hay que retirarse a tiempo, como del alcohol, o del adulterio. El marido ya no está, pero ya veremos, porque han vuelto a quedar en los juzgados. Donde ha llorado como una cría equivocada.
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