Ágatha Ruiz de la Prada: «El poder tiene erótica, pero ahora sin él, estoy muy divertida»
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Recién llegada de Puebla (México), país en el que más vende ahora mismo y donde la han recibido como si fuera Picasso, quedamos a comer como hacemos a menudo en su impresionante ático en plena Castellana de Madrid para intercambiar impresiones sobre sus memorias escritas por Pedro Nárvaez y publicadas por la Esfera de los libros, editorial que capitanea Ymelda Navajo, amiga de la diseñadora, y la única capaz de convencerla hasta ahora. Para ella el proceso ha sido como «un psicoanálisis, yo toda la vida había querido hacérmelo y con este libro me lo he hecho. A Pedro, refiriéndose al autor, lo conocía, pero no éramos amigos y creo que no era uno de mis fans», confiesa.
El libro lleva unas horas en el mercado y está expectante e inquieta mirando las redes sociales que le encantan porque así puede tener amigos en todo el mundo. «Es la historia de una mujer que al igual que casi todas tiene problemas en la vida y ahí explico como voy saliendo. Lo que no me gusta es que cuando una de nosotras cuenta su vida o sus sentimientos se le tira todo el mundo encima diciendo mira está loca como se ha atrevido a decir esto«. Ágatha se crio entre un palacio en Barcelona, fincas en el campo y la casa más bonita de Madrid, la de su padre, el arquitecto Juan Manuel Ruiz que daba a dos calles Abascal y Zurbano y que tenía 1.000 metros cuadrados repartidos entre museo, casa y estudio. Ella también atesora casas por todo el mundo, una obsesión heredada de sus abuelos, aunque se considera austera y nunca ha querido ser pija. Se aburría en clase porque estaba acostumbrada a relacionarse con genios y prefería ir a la galería de Juana Mordó todas las semanas a ver cuadros, visitar a Zóbel y Gerardo Rueda fundadores de El grupo de Cuenca y cobrar a los ilustres invitados de los Garrigues Walker sus vecinos y casi familia por ver su exposiciones de plastilinas que tenía en su habitación.

En el libro ajusta cuentas con el pasado, habla de sus comienzos en la moda, de los tres abortos que ocultó, de la importancia que ha tenido para ella siempre la familia y la mala relación que tiene con sus hermanos. «Hay padres que priman la unión de la familia por encima de todo y en la mía la única que creía era yo. Me parecía vital, pero cuando te dan muchas hostias te quedas fastidiada», lamenta. Por eso espera que Tristán y Cósima, sus dos hijos, que se adoran sigan haciéndolo siempre.
30 años guay
Ellos son lo mejor que se ha podido llevar de sus 30 años de relación con Pedro J. Ramírez. No quiere decir marido porque nunca le gustó la idea del matrimonio. «Si hubieras visto la mierda de boda que tuve. Estaba yo coja, fui con Cristina Palomares en moto a Pradillo, no sabía qué me iba a casar y de hecho la que más se sorprendió fue la jueza. Creo que él tenía prisa porque en esa época te salía más barato divorciarte de una persona casada que si eras pareja de hecho. Al acabar me volví al estudio en moto, ni siquiera fuimos a comer ni nada. Me daba vergüenza decírselo hasta a mis hijos, y se lo conté a mi contable para que en la declaración de la renta me cambiara el estado civil y a mi amiga Isabel», recuerda.

Han pasado cuatro años de su inesperada y traumática separación y eso se nota «los 30 años con él los recuerdo muy guay y si fuera entonces los repetiría. Ha habido un par de momentitos malos, pero él me lo agradeció durante muchos años hasta que debió pensar que ya estaba saldado. Y ha demostrado una cosa que efectivamente estaba enamorado, para mi es muchísimo mejor que este con una persona que cada semana te digan oye que le hemos visto con una, eso es muy desagradable. No pensé que mezclaría el trabajo con la pareja, pero o no le conocía bien o la gente puede cambiar», reflexiona.
Ella siempre fue muy fiel hasta que paso lo del vídeo sexual de su ex con Exuperancia. «Tras el escándalo viví una aventura amorosa por autoprotección, que me duro casi un año«. No hay forma de sacarle el nombre del susodicho, pero se compromete a contármelo en la segunda parte de sus memorias que espera escriba. Pero además del arte, su vida ha estado marcada por el poder »Puede parecer divertido, pero no lo es. Para mí siempre ha tenido una erótica tremenda pero ahora que estoy sin él, estoy muy divertida. A lo mejor si no lo hubiera conocido no estaría así«.
Andar y limpiar
Ágatha es la única diseñadora después de Coco Chanel que solo viste su ropa y sus complementos, es inquieta, disciplinada en las comidas, no concibe la idea de no veranear, su deporte es andar y limpiar a fondo sus casas y le apasiona leer, excepto cuando está nerviosa o cansada. Amiga de sus amigas y generosa, no puede vivir sin planes, aunque solo queda con ellas para comer y con hombres para cenar, porque ya que engorda no quiere perder el tiempo (ríe).
Aunque antes de su perfume Corazón había dibujado miles ese fue el más importante para ella y un éxito «lo hice con David Cantoya, famosísimo ahora y multimillonario, pero entonces un chaval buenísimo con los ordenadores que utilizó el 3D cuando nadie lo hacía«, recuerda. Ni sabe la de licencias que ha vendido para que otros utilicen sus diseños «con eso he ganado mucho dinero, aunque no se la autorizo a cualquiera, vigilo el producto. Con la ropa es difícil ganarlo».
Desde que se separó ha tenido tres novios oficiales, de ellos habla también en el libro. «Con Luismi fue descubrir los polígonos y pensé hasta vivir en Parla, pero tardaba en venir una hora y media a casa por las mañanas. Luis Gasset, me pareció guapo, educado, en ese momento lo necesitaba, pero no para estar toda la vida. No me gustó que llamara a todas mis amigas después. Y ahora con el abogado Díaz-Patón estoy divertida, también es muy de campo, pero sabe mucho de señoras«. A pesar de todo se ve envejeciendo sola y feliz. No piensa retirarse nunca a no ser que este muy enferma. Todo lo contrario ahora está en pleno proceso de reinvención y reformando un estudio que pretende ser la bomba al estilo del que tuvo en Marques de Riscal pero cerca de El Retiro »me divierte volver a ese concepto porque el de empresa es agotador«. Y no descarta pintar que es lo que siempre le habría gustado hacer, además de ser una arquitecta frustrada.
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