Cristóbal Toral: «Velázquez, El Greco y Goya sí que han sido mis contertulios favoritos en Madrid»
COLONOS
Tiene la capital tan dentro que encargó una réplica de una fuente del Botánico para su jardín privado
«Ni la izquierda ni la derecha llegaron nunca a fiarse de la Movida madrileña»
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Cristóbal Toral, antequerano de Torre Alháquime, madrileño pasado por Nueva York, es un valor agradable y con memoria de nuestra pintura contemporánea. Sus contertulios, en un Madrid que le resulta fabuloso, son Goya, Velázquez y el Greco, al que reinterpreta a través de los ... tiempos. Y ya, en el pasado siglo, fueron Adolfo Suárez, Jesús Hermida al que surtió de corbatas y así. Toral no ha pertenecido a ninguna camarilla madrileña, algo que lo honra.
Un premio de pintura de 'Blanco y Negro' lo trajo desde Nueva York, donde ya era reconocido, a Madrid y otra vida comenzó. Acaba de ilustrar 'La fiesta del chivo' de Vargas Llosa, y un hombre original, por fuerza, se entiende por sus detalles. Acaso un póster de 'La maja desnuda' junto a Freud en el baño, y otra del cosmonauta Michael Collins, que pilotó el módulo lunar mientras Armstrong y Aldrin posaban la superficie lunar. El Apolo 11.
Madrid, París y Nueva York son la sacrosanta trinidad de un pintor con inquietudes, que escribe, que reflexiona sobre la «luz tamizada» de Madrid y que tiene el paraíso en su jardín.
Un paraíso calcado, según propia confesión, del Botánico capitalino. Le admira que le reconozcan, en broma, un vago parecido a Goya. Quizá por una mínima disfunción auditiva.
—Hizo la maleta, su maleta icónica, y vino a Madrid.
—Pues mira, yo empecé a estudiar en Sevilla, en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla. Y a mitad de la carrera trasladé la matrícula a Madrid. Y entonces yo aparezco en Madrid en el año 62, en 1962.
—¿Y? ¿Estuvo la ciudad a su gusto en aquellos comienzos?
—En la calle Embajadores me situé yo, allí preparé mi estudio. Porque yo quería, cuando estaba en Sevilla, estar en Madrid. Cerca del Museo del Prado. Tenía Velázquez ahí para poderlo ver de cerca, tenía a Goya, tenía a El Greco. Y entonces por eso me cambié la matrícula a la Facultad de Bellas Artes en Madrid.
— Llegar y ver a tantos maestros. Hubo de ser un deslumbramiento...
—Fue y es fundamental ponerse delante de tantos maestros. Y cuando estaba en Madrid, vi que quería algo mucho más amplio. Y entonces cogí también las maletas, como decía al principio y con una beca de la Fundación March me fui a Nueva York.
—Tiene un libro de memorias prologado por Vargas Llosa. ¿Cuál es su memoria más interna y más querida de Madrid?
—Para mí Madrid ha sido todo. Mi casa, los hijos son madrileños, mi mujer madrileña; el único andaluz aquí soy yo. Pero voy a la cosa concreta, estando en Nueva York, yo consigo el premio Blanco y Negro de Madrid, de la revista 'Blanco y Negro', en 1972. Entonces yo me resistí a venir a recoger el premio, y entonces me llamó Guillermo Luca de Tena y me dijo «hombre, tienes que venir a recoger el premio, porque el jurado lo forma los críticos de todos los periódicos de Madrid». ABC, 'Pueblo', en fin, 'El Alcázar', los medios que había en ese momento. Yo le hice caso a Guillermo Luca de Tena y vine a recoger el galardón. Y en esa visita voy y conozco a mi mujer, a la que después sería mi mujer.
—¿Dónde sabe mejor la gloria, Madrid o Nueva York?
—En Nueva York es muy difícil triunfar. Nueva York es una ciudad de las más difíciles para triunfar en pintura. Yo voy a Nueva York y pienso que llegando allí iba a besar al santo y veo que, claro, llegas a una galería y te encuentras con Picasso, con Chagall, con tal... Y bueno, ¿y qué hago yo aquí? Hasta que consigo exponer en la Staempfli.
—Y ya, en el éxito, vuelve a Madrid.
—Ahí ya triunfo, ahí en Nueva York, en Madrid, con el premio Blanco y Negro, que eso me dio un empujón enorme. Me compro un piso al comienzo de los 70, con el premio en el paseo de la Castellana, que lo sigo teniendo, y ahí soy vecino de Adolfo Suárez. Fíjate que otro vecino era Chicho Ibáñez Serrador.
—¿Ha sido usted de tertulias? Madrid es dada a eso...
—Yo he sido muy independiente. Yo he estado en lo mío, en el estudio, no he estado nunca, digamos, unido a grupos determinados. He sido un francotirador.
—Entonces, ¿quiénes eran sus contertulios? Alguno habría...
—Velázquez, El Greco y Goya. Aquellos sí que eran mis contertulios.
—De la pintura a la luz. ¿Cómo es la luz de Madrid?
—La luz de Madrid es muy interesante. Velázquez lo vio muy bien, en esos paisajes que hace de Guadarrama y todo eso. Es una luz preciosa para un pintor. Muy distinta a la del estudio que tengo en los Montes de Toledo.
—Aparte de la luz, ¿el madrileño es consciente de su patrimonio?
—Hombre, habrá conscientes y habrá quienes no son conscientes, pero el patrimonio que tenemos en Madrid con el Museo del Prado, pues yo creo que son pocas las ciudades que pueden presumir de un museo de tal envergadura. Por no hablar del patrimonio que dices a nivel de la cultura en general.
—Si le piden diseñar un folleto para foráneos cultos, ¿qué les da?
—O un Velázquez o un Goya, no pondría nada más.
—Su lugar de inspiración más madrileño.
—El Botánico, y una fuente que es una réplica de allí que tengo en mi jardín.
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