El repique del fin del tratamiento del cáncer: «Tocar la campana es vida; es decir: hay luz y fuerza»
El Hospital Clínico estrena la campana con la que los pacientes con cáncer avisan que han acabado el tratamiento, un repique de esperanza para todos los demás
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Quien ha pasado horas en una sala de espera de un servicio oncológico sabe lo que significan el miedo, el dolor y la esperanza. Y algunos reconocen el aliento que puede dar el tintineo de una campana. Recuerdo es menuda, pero tiene unos ojos inmensos ... que miran con la sabiduría del que ha sufrido. Esta corredora de fondo, cuatro veces ganadora de la San Silvestre, acaba de lograr su mayor triunfo: vencer al cáncer. Y ha sido la primera en celebrarlo tocando la campana de la esperanza que la Asociación Española contra el Cáncer ha instalado en la sala de espera de Oncología Radiológica del Hospital Clínico de Madrid. «Poder tocarla, con esa luz y esa esperanza que nos da, fue espectacular; y además, ser la primera en hacerlo, más aún», rememora, y la sonrisa le brota en la boca y en la mirada.
La historia de la campana que en algunos lugares llaman 'de la valentía' nació hace varias décadas en un centro de Houston, donde el almirante Irve Le Moyne se trataba de un cáncer. Cuando acabó su tratamiento, le regaló al hospital la campana de su barco. Quedó instalada en el jardín, y muchos pacientes la tocaban cuando se marchaban. Así nació una práctica muy extendida en Estados Unidos y Canadá, y que trajo a España Miriam Segura, una joven española paciente de cáncer con 31 años, que fue diagnosticada en el hospital Princess Margaret, de Toronto, donde escuchó por primera vez esta campana.
El repique de la campana despertaba en quienes lo escuchaban sensaciones positivas: esperanza, alegría y fuerza. Miriam regresó a España para continuar su tratamiento y quiso importar esta iniciativa. La Asociación Española contra el Cáncer tomó la idea al vuelo: puso la primera el 19 de diciembre de 2018 en el Hospital Costa del Sol, y se ha encargado de extenderla a centros sanitarios de toda España. La del servicio de Radioterapia del Clínico es la primera que instala esta entidad en un hospital público de la región.
Miriam Segura contaba cómo fue su experiencia cuando escuchó ese tañido: «La primera vez que lo presencié, con esa vía puesta y ese veneno sanador recorriendo mis venas, me emocioné mucho y lloré mucho también». La enfermedad venció en su caso la batalla, pero su madre continuó adelante con su iniciativa, y hace unos días, el 18 de febrero, acudió al estreno de la que se instaló en el Clínico, y escuchó a Recuerdo tocándola con entusiasmo.
Todo el servicio está volcado con la iniciativa: desde su jefe, Manuel Gonzalo Vázquez, que conoció la campana «en el Anderson de Madrid, y he visto que a los pacientes les ayuda un montón». De hecho, hay todo un ritual que rodea este acontecimiento: desde que alguien grita «¡campana!» hasta que suena. «Normalmente, los pacientes ya te avisan el día antes que acaban el tratamiento; en cuanto se escucha el primer toque, salimos todos a aplaudir. Y a los que están en la sala de espera, les hace mucha ilusión». No faltan la emoción, más o menos contenida, la foto de familia –porque «de tanto venir, terminamos siendo eso, una familia», recuerda Alicia, enfermera coordinadora en esta unidad– y un diploma que se entrega al paciente que se va. «Es como salvar una piedra más en el camino, se pasa un ciclo», concluye Alicia.
Recuerdo adelantó de la tarde a la mañana su última visita a Radioterapia para poder estrenar la campana. «Para mi fue tan emocionante y tan bonito…» Se enteró de la historia de Miriam y su sueño de traer a España esta ilusionante tradición «unos días antes; y claro, poder tocarla con esa luz y esa esperanza que nos da fue algo espectacular». La tañía tan fuerte que «temí que la iba a romper», sonríe. Su resumen no puede ser más gráfico: «Tocar ahí es vida; es decir: 'he terminado, estoy curada'. Es una fuerza, satisfacción».
«En cuanto se escucha el primer toque, salimos todos a aplaudir. A los que están en la sala de espera, les hace mucha ilusión»
El diseño de la campana es de Miriam, que también dejó escrito un poema que se puede leer al tocarla. Un mensaje de futuro para todos los que esperan su momento de hacerla sonar, de «dejar todo lo malo atrás», como evoca Recuerdo. Su sonido les dice que «de ahora en adelante, estamos en el camino correcto, que todo va a ir bien, que va a haber una segunda oportunidad». Y a los que están en tratamiento, les recuerda que queda un día menos para terminarlo, que es otra fecha que tachan en el calendario.
En momentos tan delicados, el calor humano es finalmente lo que más se agradece. «Cuando te diagnostican algo así, pasas meses de subidas y bajadas de moral; es duro pero siempre hay que estar ahí. Hay que estar con la actitud más positiva posible, con la familia, ayudándote con el deporte, y con el equipo médico». Es ese momento de vulnerabilidad del ser humano lo que hace que el sonido de una campana provoque una sonrisa y encienda una luz al final del túnel.
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