Los 25 patos que llegaron al río Manzanares hace 40 años de la mano del «viejo profesor»
Historias capitales
Los ejemplares sobrevivieron a un periodo de aclimatación al agua del célebre río madrileño
La tormenta perfecta que inundó la M-30 y el Bernabéu en 1995

Era un soleado sábado de septiembre de 1984 cuando el Manzanares, hasta entonces una corriente de agua escasa y dudosa salubridad, se convertía, previos trabajos de depuración, en algo más parecido a un río por obra y gracia de la suelta de patos y ... peces que realizaron las autoridades municipales. Aquellos palmípedos dieron pie a cientos de crónicas, comentarios, informaciones, chistes, dimes y diretes entre los madrileños, siempre muy sensibles a lo que pasa con su río.
Hubo, como digo, trabajos previos de canalización y depuración de las aguas, y también un periodo de aclimatación de los ejemplares que iban a ser soltados en el Manzanares. Para ello, se dispusieron de espacios en la depuradora de Viveros donde tanto los peces como los patos eran sumergidos en agua del río, para que se fueran acostumbrando a ella.
En el río, por otra parte, se instalaron diez pequeñas islas centrales con refugio, que pudieran servir a los patos para concentrarse allí en colonias.
El día de la suelta, el 22 de septiembre de 1984, las 2.000 carpas, barbos, gambusias y tencas esperaban tras unas esclusas subterráneas que las pusieran en libertad. Y los 25 patos, enclaustrados en dos jaulas, aguardaban la hora en que se abrieran las portezuelas y fueran a parar al Manzanares. El acto estaba previsto para las 13 horas, pero desde las doce, los alrededores del puente de la Reina Victoria, frente a la ermita de San Antonio de la Florida, se llenaron de público, deseoso de contemplar esa suelta de los patos.
El ambiente era de fiesta: la gente aplaudía al alcalde, Enrique Tierno Galván, y también al jefe de la oposición, José María Álvarez del Manzano, que también participó en el acto. Desde las dos orillas y desde el puente cercano, el numeroso público no se perdía detalle.
Incivismo
Nada más abrir las jaulas, los patos salieron aleteando con torpeza, hasta llegar a la superficie del agua, de la que se enseñorearon a toda velocidad. La multitud aplaudía entusiasmada ante el espectáculo. A continuación, se abrió paso a las carpas, que nadaron rápidas en todas direcciones, mientras los madrileños las perseguían con la mirada. El alcalde pidió respeto para el río y fue poniendo la venda antes de la herida, al recriminar «de antemano a las personas que puedan pensar o piensen en dar muerte a los peces y patos que acabamos de soltar».
Defendió el alcalde el trabajo realizado para recuperar el río, porque «Madrid, sin el Manzanares, no es Madrid». Y apuntó la puesta en marcha de un brazo separado para practicar «remo e incluso algo de vela». Finalizó con un clásico: «¡Vivan los peces y los patos del Manzanares!».
Apenas tres meses después, en diciembre, Tierno Galván dictaba uno de sus famosos bandos, en el que echaba en cara situaciones incívicas relacionadas con «los plácidos e inofensivos patos, que al renovado Manzanares sirven de gratísimo adorno» y que algunos desalmados «apedrean sin escrúpulo, apostando entre sí almuerzo y cena a favor de aquél que con el guijarro acierte y a alguno mate».
Los patos que se soltaron entonces en el Manzanares tuvieron una vida de suerte desigual: en enero de 1990 sufrieron los efectos de las lluvias abundantes que cayeron sobre la ciudad. El incremento del caudal del río, agravado por el desembalse parcial de la presa de El Pardo para evitar su saturación provocaron que el Manzanares tuviera más caudal y más rápido de lo habitual, lo que ocasionó que la corriente se llevara por delante las casetas en las que vivían los palmípedos. Dos ejemplares murieron, pero el regidor explicó, según recogen las crónicas, que «eran de los dejados en el río por personas que los compran de pequeños, para sus hijos, y que luego, cuando crecen, les estorban en casa. No estaban tan habituados y no resistieron».
MÁS INFORMACIÓN
Más adelante, los patos quedaron en evidencia ante la opinión pública, que pudo presenciar de cerca su agresivo comportamiento a la hora de aparearse. Una manera de actuar que incluso llega a poner en peligro la vida de las hembras.
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