LAPISABIEN
La orilla de Madrid
En el balcón de Rosales ya hace tiempo que no cae la helada, que los árboles lucen floridos
El nuevo molde

El parque del Oeste es un oasis cercano. Es el mar de los que buscamos un faro en la ciudad. Refugio del Madrid soleado, que se quita los fríos recibiendo el sol meseteño, que es una bendición que nos ha dado Dios. En el ... balcón de Rosales ya hace tiempo que no cae la helada, que los árboles lucen floridos, y que la primavera se ha adelantado aunque nadie pueda refutar que caiga una nevada el Martes de Carnaval.
Hay perros que hacen running, dueños que acompañan al perro con mallas, y un matrimonio que se sienta a practicar el placentero 'dolce far niente'. Así va pasando el tiempo de los dioses y de los hombres en esta parte de Madrid que lleva dentro de sí el Madrid de los días felices, también de los terribles.
Un torreón gigante sirve de referencia. En ese torreón vive y vivía la farándula de verdad, la que va en taxi, la que no se deja ver. Se siente su presencia.
Servidor cree haberlo divisado desde el pico de Abantos una mañana de bicicleta y cielos claros. Pero esta tronera de hoy quiere cantar a ese Madrid excesivamente dulce, pero necesario. Cuántas mañanas, al alba, se ha salido con el helor, se han bajado esas cuestas, se ha cruzado el puente de Los Franceses y se ha llegado a la Casa de Campo.
Ese Madrid es mi Madrid mañanero. Un Madrid sin persianas en el que en los auriculares cuentan un tráfico lejano y cercano. Yo desde las bancos, las noches en que extraño mi Mediterráneo natal, juego con que los edificios a lo lejos, difuminados, son transatlánticos. En ese momento, se paran los pesares. Y los penares de esta ciudad viva e ingrata, feliz y arisca.
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