El Cañaveral, un aislado escaparate para el robo nocturno en vehículos
Los ladrones aprovechan la caída del sol y la falta de actividad en garajes y calles para delinquir sin ser detectados
El Cañaveral: un barrio sin semáforos marcado por los accidentes de tráfico

Un coche de una conocida marca de carsharing amanecía el miércoles con las dos ventanillas delanteras rotas; en febrero, el vehículo de un vecino despertaba sin las cuatro ruedas; y en los días previos a fin de año, dos turismos estacionados en un garaje ... daban los buenos días a sus propietarios repartiéndose entre sí las dos acciones delictivas: el primero, con extintores en los bajos para evitar la caída contra el suelo al quitarle los neumáticos; y el segundo, abierto de par en par al ser reventado un pequeño cristal triangular. Estos tres episodios, cometidos en El Cañaveral (uno de los barrios con mayor proyección del área metropolitana de Madrid), tienen demasiadas cosas en común.
A la diversidad delictiva, dentro de un enclave aislado por sus propias circunstancias urbanísticas, se suma la evidente falta dotacional de servicios. Ello, en palabras de los afectados, permite a los ladrones 'trabajar' sin miedo a ser detectados, lo que incrementa sobremanera el riesgo de actuación. «Hemos sufrido robos en zonas de chalés, garajes de urbanizaciones y calles residenciales», explica un residente, acerca de un problema que no responde a ninguna oleada. «Es algo que se repite cada cierto tiempo, y que corre por los grupos de WhatsApp vecinales para avisarnos los unos a los otros», añade otra moradora.
La franja crítica, coinciden los consultados, son siempre las horas nocturnas. «Aquí por la noche no hay ni un alma, hay partes en las que da hasta miedo pasear», sostienen algunos; una coyuntura que los amigos de lo ajeno no dejan escapar. En el último caso, el del coche de carsharing estacionado en la calle de Imperio Argentina, el autor o autores (normalmente, siempre actúa más de uno) trataron de forzar el bombín de la cerrada, y al no conseguirlo la emprendieron a pedradas con las ventanillas. Pero nadie hasta primera hora de la mañana siguiente se percató de lo sucedido. Y lo mismo con el penúltimo hecho del que se tiene constancia: el dueño de un Mercedes color plata metalizado aparcó a las puertas de su casa, en Mayorazgo de Duarte, y no fue hasta el día posterior cuando alguien se dio cuenta de que el coche carecía de los cuatro neumáticos.
Los habitantes tienen claro que la distancia física con la comisaría de Policía Nacional que atiende en su barrio (la de San Blas, levantada a diez kilómetros), y la comisaría integral del distrito Vicálvaro de la Policía Municipal (a cinco kilómetros), es el principal aliciente para este tipo de sustracciones. «En las reuniones de seguridad siempre solicitamos más presencia policial», precisa a ABC un portavoz de la asociación vecinal de El Cañaveral.
En estos encuentros, mantenidos de manera trimestral en la Oficina de Atención a la Ciudadanía (OAC) de Vicálvaro, y a los que acuden asociaciones de todos los barrios del distrito, salen a relucir las dudas y temores de cada vecindario. «Nosotros pedimos una comisaría de Policía Municipal y otra de Nacional, pero siguen sin hacernos caso», añade el propio representante de El Cañaveral.
Según datos municipales, a finales de 2023 la cifra de empadronados en este nuevo ensanche se elevaba ya por encima de los 16.000, un incremento de casi el 40 por ciento respecto al año anterior. Aunque en la práctica, el número de vecinos supera con creces al registrado en esta estadística. «Hay muchas personas que siguen empadronadas en sus anteriores barrios, precisamente, por la ausencia de colegios y otras dotaciones», expone en ese sentido una representante de la Asociación de Vecinos El Cañaveral Avanza (AVECA), testigo de cómo muchos padres se ven forzados a esta tesitura debido a que la Ley de Educación prioriza la proximidad al centro del domicilio de los padres como criterio principal de admisión.
«Así al menos pueden ir al colegio de su antigua zona, antes que a uno nuevo de otra, que ni siquiera conocen», argumenta, antes de remarcar una rocambolesca pero lógica teoría. «Nos dicen que con estos habitantes no pueden hacer más, es un poco la pescadilla que se muerde la cola. Si dotaran a los barrios primero, no pasarían estas cosas». En cualquier caso, los afincados en el más avanzado de los cinco desarrollos del sureste (los otros cuatro, Valdecarros, Los Berrocales, Los Ahijones y Los Cerros, ni siquiera están urbanizados) inciden en que esa ausencia de dotaciones merma el tiempo de respuesta ante cualquier emergencia. «Desde las bases más cercanas se tarda en llegar 15 minutos», recuerdan en la asociación vecinal de El Cañaveral.



Las sospechas se agudizan, más si cabe, después de que varios moradores hayan observado ciertos «movimientos extraños» de una furgoneta blanca. «El coche estaba aparcado con el morro sacado hacia la carretera, al principio de la calle Tolerancia esquina con Alto de Esparragal, no le dí mayor importancia. Sin embargo, volvió a aparcar de la misma manera en el cruce con Cilantro, se bajó un hombre y estuvo viendo tres coches a través de las ventanillas. Volvió a arrancar y le vi parar de nuevo (esta vez en doble fila) enfrente de la escuela infantil y bajarse de nuevo», es solo uno de los mensajes cruzados entre residentes para tratar de estar todos alerta.
Unas vigilancias que no solo se centran en la vía pública, a tenor de los diferentes robos perpetrados en garajes: los cacos buscan urbanizaciones sin conserje ni cámaras de seguridad, en las que lo normal es que actúen por encargo. Para evitar la pérdida de las ruedas, muy cotizadas dependiendo el modelo, los expertos insisten en la colocación de tornillos antirrobo, ya que demorar el tiempo de acción no entra en los planes de los incursores. Y respecto a las rutas de fuga, los grupos que operan saben de la dificultad de controlar todo el enclave. «Tenemos un efecto isla, pero a la vez tenemos salidas en todos lados», sostienen los damnificados.
De hecho, el 16 de febrero se abrieron los enlaces de El Cañaveral con la M-45 que aún estaban cerrados al tráfico, dos conexiones de entrada al desarrollo (una en sentido Madrid y otra en sentido A-2) y una de salida (sentido Madrid), a la altura del kilómetro 23. Una actuación municipal para mejorar la movilidad «de los 30.000 vecinos de este ámbito» que aumenta las posibilidades de escape.
Con el frenazo a las carreras ilegales en la avenida Miguel Delibes, las sustracciones en y de vehículos (también se ha reportado denuncias) se asemejan en parte a las cometidas en obras. «Hacen igual, dan una vuelta para ver cuáles están más desprotegidas y llevarse materiales como la lana de roca», apuntan desde las asociaciones de vecinos. Los robos con fuerza en trasteros y comercios completan el abanico delictivo en un área, de poco más de 5 kilómetros cuadrados, al que las familias no paran de llegar.
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