Blanca del Rey: «A lo mejor le duele a la gente, pero Madrid es la capital de Europa. Ea»
COLONOS
Enamorada de la capital, guarda recuerdos vívidos de aquella ciudad elegante y sibarita

Blanca del Rey es la memoria que baila. Alma del Corral de la Morería, bailaora reconocida mundialmente, se acuerda de aquel Madrid galante. El que vino después de que Dalí quisiera entrar al tablao con una pantera. Es cordobesa, y no lo niega, ... aunque su mirada resplandece cuando perdió la 'jindama', dejó su ciudad y sus patios floreados y se vino a la capital en un viaje que tenía, entonces, mucho de odisea.
Para ella, claro que Madrid es el epicentro mundial del flamenco y casi de todo. Aquí conoció al hombre de su vida, Manuel del Rey. El día de la entrevista se presentaba un espectáculo, 'Origen' y hasta soltó 'una pataíta', que para eso estaba en casa.
— Su infancia son recuerdos de Córdoba la sultana.
Del Zoco de Córdoba. Con doce años. Aprendí jugando a bailar. Sin competir. En Córdoba no había escuela de flamenco, y mi madre me llevaba a los Coros y Danzas de Educación y descanso, que hoy, después de haber estudiado lo que es el proceso y desarrollo del flamenco, está en los bailes regionales. En todo el folclor español; una farruca flamenca en su origen es una muñeira gallega. Las alegrías vienen de la jota aragonesa. Hoy te das cuenta que tuve la mejor base artística que se pueda tener. Había un pianista maravilloso, que era el maestro Fragero. Una educación exquisita... Falla, Turina. A los tres años me llevaban a Radio Chupete. La inocencia, que no la ignorancia, es la mejor de las bases para todo en la vida. Y además presumo. Nací en la calle de la Plata, en las Tendillas.
— Y la llegada a Madrid tuvo que ser una odisea.
Debuté en Madrid muy jovencita En el 63 creo. Venir a Madrid era como si cruzáramos el Océano Pacífico. Es difícil darle a entender a una persona de otra generación lo que era aquella Córdoba, donde todo era pecado. Aquella ciudad tan moralista, tan senequista. Muy lorquiana también. 'La casa de Bernarda Alba', más verdad imposible.
Mira, llegué asustadita a una pensión. Los primeros meses ya nos instalamos en la casa de un familiar que vivía en la calle Zorrilla, al lado del Teatro de la Zarzuela. Y me acuerdo que me decía mi madre «algún día bailarás aquí». Cosas muy bonitas que las recuerdo y me da una inmensa alegría rememorarlas. Vinimos como se venía entonces, a la aventura, primero, donde 'primerito' actué fue en las Cuevas de Nemesio.
— El miedo de la gran capital dejando a Córdoba lejana y sola...
Entonces claro, ese familiar que era hermano de mi cuñado nos quitó el primer tirón del miedo. Nos llevaba al zoológico, que estaba en el Retiro. Y yo veía a los animales que era una maravilla. Un león de verdad... es que para mí era estrenar todo. Estrenaba una mirada. Era todo una sorpresa, los edificios de la Gran Vía, que tenías que levantar el cuello, cuando en Córdoba las edificaciones son bajitas. Llegar a Madrid era un espectáculo.
— ¿Me compra que Madrid es capital mundial del flamenco?
Madrid claro que es la capital mundial del flamenco. Todos los andaluces nos hemos venido aquí, y también el reducto de los catalanes, los de Carmen Amaya. Todos se vinieron aquí. A lo mejor le duele mucho a la gente, pero te diría que Madrid es la capital de Europa. Ea.
— Dicen por ahí abajo que un andaluz, en Madrid, vale el doble.
Es que Madrid tiene de andaluza que te abre los brazos cuando llegas. Y te sigue abriendo los brazos. Y te habla tu lengua, y te mira a los ojos, y te dice «aquí estoy por si necesitas algo». Como andaluza le estoy muy agradecida. A mí me acunó. Te voy a contar una historia muy bonita. Mi marido sabía de mí desde que yo tenía doce años, que un pintor que había en Córdoba, Ginés Liébana le decía cuando aparecía por Madrid que «en Córdoba hay una niña que no veas cómo baila». Y ya me tenía fichada el hombre de mi vida.
— Cantaba Manuel Alcántara en un poema que «corrían malos tiempos» pero que, «vistos a la distancia, quizá fueron los más nuestros»...
Tanto que tuvieron que hacerme un documento firmado por la Iglesia y el Sindicato de la época. A las doce no podía ya salir al escenario.
— Noto por el tono que esta ciudad le ha dado mucho.
Madrid me ha dado muchos momentos maravillosos. Tanto artísticos como humanos. Actuaciones en el Teatro de la Zarzuela, en el Teatro Real. Mira, esas fotos fueron de mi última actuación el Suma Flamenca.
— Yo soy de irme a lo humano. Cuénteme de lo humano. Lo que se lleva de Madrid en ese sentido.
En lo personal conocí al hombre de mi vida. El único hombre de mi existencia. ¿Te parece poco?
— ¿Algún momento malo?
Mi peor momento en Madrid fue cuando el golpe de Estado. Y cuando la Guerra del Golfo, que pasaba que la palabra «guerra» no estaba en nuestros oídos. Estuvimos un mes abiertos sin que entrara nadie por el miedo. Yo nací en los últimos coletazos de la posguerra, cuando se pasaron muchas fatigas.
— Pero no será oro todo lo que reluce...
No puedo ver a la gente envuelta en una manta. Esas personas mayores... A mi vista, sufro un montón. Hay un mendigo en Ferraz con Marqués de Urquijo que es que se me cae el alma cuando lo veo.
— Conoció aquel Madrid. ¿Quién le fascinó más?
Me estoy acordando de Enrique Padial. Era un personaje que no hacía de personaje, que es que él era así. Hacía poemas. Hay una cosa muy bella que me decía: «Me iré al otro mundo con la frustración de no poder pintar tus manos como son, porque no es la forma, es lo que dicen» .
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete