Fin al negocio del clan de los Jiménez como «reyes» de la heroína: «Tengo miedo a que me maten»
200 policías ejecutaron la mayor operación contra los «narcopisos», con 22 detenidos en 10 viviendas de Latina

Madrid todavía dormía cuando 43 vehículos de la Policía Nacional formaron una caravana con destino al distrito de Latina . En el interior, 200 agentes estaban preparados para llevar a cabo la que posiblemente sea la mayor operación contra los «narcopisos» en ... la región y desmantelar al clan de los Jiménez , que había conseguido crear uno de los mayores puntos de venta de heroína de la Comunidad de Madrid y sembrar el miedo en el barrio.
Las diez casas de la familia , que les habían sido concedidas por la Agencia de Vivienda Social (antiguo Ivima ), estaban repartidas en los números 8, 10, 14 y 16 de la calle de Cullera. A ellas llegaron los agentes a las seis de la mañana de ayer. Querían atacar todos los « narcopisos » a la vez y pillar a los traficantes de improviso, sin darles opción a fugarse o a que se avisaran para deshacerse de las sustancias . Cargados con arietes para romper las puertas, los sorprendieron con el pijama puesto. Al escuchar los golpes, varios intentaron tirar la droga por las ventanas y ocultarla tras los aparatos del aire acondicionado. Todo fue en vano.
Los Jiménez no se lo pusieron fácil a la Policía: tenían doble puerta con más de seis cerrojos, entradas acorazadas y rejas tras los accesos para evitar ser descubiertos y dificultar la labor . En al menos dos de los pisos, la entrada se hacía a través de una puerta de cristal.Tras esta había un pequeño rellano que daba a otra puerta con un buzón a través del que, previsiblemente, los arrestados entregaban la droga a los toxicómanos y recibían el dinero. Ante el refuerzo, los agentes tuvieron que romper los cristales y entrar a través de ellos para poder abrir la puerta.
En el interior de los pisos, se incautaron, además de droga, un arma de fuego, numerosas joyas de oro, dispositivos electrónicos sustraídos y 22.500 euros en efectivo . El clan guardaba los fajos de billetes enrollados dentro de bolsas con cierre zip, todas ellas a nombre de alguno de los «trabajadores». Había, además, diez menores que fueron recogidos por otros familiares para no tener que presenciar los registros y arrestos.

Tras un año de indagaciones y nueve meses de preparatoria, la operación, que ya se ha bautizado como Gimeno, en honor al grupo familiar, duró siete horas y se saldó con 22 detenidos de cuatro generaciones. La última fue la del patriarca del clan, que abandonó su vivienda custodiado por la Policía pasadas las doce y media de la mañana. Capitaneada por el Grupo de Policía Judicial de la comisaría del distrito de Latina, en ella participaron la Unidad de Guías Caninos y la de Caballería, el Grupo Operativo de Respuesta (GOR), la Unidad de Prevención y Reacción (UPR), el Grupo Operativo de Intervenciones Técnicas y la Unidad de Intervención Policial (GOIT), la Unidad de Subsuelo, el Grupo de Menores (Grume), la Policía Judicial y Científica, en un despliegue sin precedentes.
La ubicación de los «narcopisos» era privilegiada para poder llevar a cabo su función: entre el Parque de la Cuña Verde y el Cerro Almodóvar. Además, los distinguidos residentes habían montado en los bajos de los edificios todo lo necesario para sus clientes : mesas y sillas de plástico y madera y hasta una diana en la que poder jugar a los dardos, al lado del portal del número 16. En los alrededores, aguardaban ayer familiares y amigos de los detenidos (que entraban en los furgones aplaudidos y vitoreados por los demás), vigilados siempre por los agentes para evitar cualquier enfrentamiento.

El resto de vecinos, cansado de denunciar el sinvivir del barrio , respira ahora tranquilo. «Tengo miedo a que me maten si hablo», dice una de ellas, mudada en plena pandemia . «No sabía que esto pasaba en mi edificio, si no, no hubiese alquilado el piso. Lo descubrí pronto porque el hedor era insoportable: los que venían a comprar orinaban en los ascensores y dejaban excrementos en las escaleras», cuenta la residente en el bloque 14: «Éramos los demás los que limpiábamos eso, porque la comunidad no tiene contratado servicio de limpieza . Nos turnábamos nosotros».
Ella llegó a plantearse irse a otro piso con su hijo adolescente por el temor que sentía. «Algunos se quedaban a dormir en el portal y otros se sentaban en la entrada a colocarse. Esperemos que se haya solucionado», asegura antes de enfilar el camino al portal por el que antes desfilaron los engrilletados.
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