El Cañaveral, un barrio aislado con 10.000 vecinos: «Tenemos que salir en coche para cualquier servicio»
La zona ha vivido un 'boom' poblacional en cinco años y sus residentes demandan dotaciones básicas como colegios y un centro de salud

Las hijas de Roberto siguen yendo a su colegio de siempre, que ahora está a 10 kilómetros de casa. Marga tiene que caminar 20 minutos para coger el autobús. Si Marta llama a la comisaría más cercana, no la atienden; pertenece a otro municipio. Cristina ... y Kiril quieren ser padres, pero su barrio es un páramo educativo . Todos viven en la capital, en el distrito de Vicálvaro, en ese nuevo desarrollo urbanístico que se planificó en los noventa y despegó en 2016. Así es El Cañaveral : 7.011 vecinos empadronados, 1.525 niños menores de 14 años y ni un solo colegio, instituto ni centro de salud a varios kilómetros a la redonda.
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Esta isla urbana, cercada por las autopistas M-45 y R-3, atravesada por anchas avenidas y plagada de bloques novísimos e idénticos, ha experimentado un ‘boom’ residencial en apenas un lustro. Las grúas y los edificios aún por terminar adornan las calles y auguran que, en los próximos años, El Cañaveral acogerá miles de vecinos más. En una terraza de la avenida de Miguel Delibes, que concentra la vida del barrio en un puñado de comercios y restaurantes, Elena Dugnol, vocal de la asociación vecinal Juntos por El Cañaveral , abre su libreta, abarrotada de cifras y notas. «En solo dos años habrá 13.430 personas más y no hay nada, lo único que se ha empezado a mover es la construcción de la escuela infantil», resume; unas obras que arrancaron este mismo martes.

Hasta la fecha, en El Cañaveral se han entregado 53 promociones con alrededor de 4.535 viviendas . Aunque el padrón municipal registra 7.011 habitantes, las dos asociaciones vecinales calculan que, con dos o tres personas por vivienda, faltan otras 3.000 personas en el censo municipal. «Mucha gente no se empadrona por no perder los puntos de cercanía en los colegios de los niños», explica la presidenta de la asociación vecinal Cañaveral , Marta Llorente. Sin servicios públicos básicos, ni planes concretos de las administraciones sobre la mesa, los inquilinos de este barriada de ladrillo y pladur dependen del coche y de sus antiguos domicilios.
Atados a otros barrios
Roberto Hernando, de 49 años, pagó unos 200.000 euros por un piso de tres habitaciones en El Cañaveral, pero su vida continúa en Moratalaz . Sus hijas, de 16 y 11 años, acuden allí a clase, a 20 minutos en coche. «Estamos tirando de donde veníamos», asegura, junto a su pequeña pelirroja, Valeria, en la despejada avenida de Miguel Delibes. Aunque es el punto de reunión de los vecinos, con varias terrazas, dos farmacias y alguna tienda de alimentación, muchos de los locales bajo los inmuebles no son más que cemento y gruesos ladrillos a la vista.

Los supermercados, estancos, gimnasios, oficinas de Correos están al otro lado de la carretera, al norte, en el municipio de Coslada , o al suroeste, en el resto del distrito de Vicálvaro . «El problema es que tenemos que salir del barrio en coche para cualquier servicio», lamenta Cristina, de 37 años, junto a su pareja Kiril, de 36. A ellos les cuesta salir y la Policía tarda en entrar. Su comisaría está en el distrito de San Blas-Canillejas, a un cuarto de hora en coche, y es la única de Madrid que se encarga de dos distritos. «Con cualquier aviso, la Policía tarda infinito en llegar», afirma el presidente de la asociación Juntos por El Cañaveral, Daniel Santos.
«Llevamos dos años pidiendo que el autobús llegue a otras zonas del barrio; ha habido gente que se ha tenido que comprar coche»
«Coche pa’ arriba, coche pa’ bajo» resume el día a día de Marga Salvador, de 46 años, que se mudó hace tres años a una de las zonas peor comunicadas de El Cañaveral. Es funcionaria municipal y goza de abono gratuito, pero ha descartado el viaje de 1 hora y 56 minutos en transporte público hasta el trabajo. Su parada de autobús más cercana está a 20 minutos a pie, así que cada mañana se pone al volante para acercar a su hija de 16 años al poste azul, donde viaja hasta O’Donnell, a 13 kilómetros. A sus dos hijos de 13 y 9 años los conduce a la puerta del colegio, en su anterior barrio del distrito de Ciudad Lineal, también a 13 kilómetros de distancia. Hace poco operaron a su primogénita de la rodilla y los malabares habituales se complicaron.
Solo tres líneas de autobuses llegan a El Cañaveral: una interurbana, que atraviesa Coslada, y dos de la EMT, la 159 al barrio de Las Rosas y la E5 a Manuel Becerra. «Llevamos ya dos años pidiendo que se lleve el bus a otras zonas del barrio, ha habido gente que se ha tenido que comprar coche», justifica Marta Llorente. Por ahora, la Consejería de Transportes considera que «las líneas están dimensionadas para la demanda». La anhelada expansión de la línea 2 de Metro tampoco está en los planes regionales.
«Con nuestra distribución de población joven, cuando llegue el primer colegio nos va a hacer falta el segundo»
Sin calendario
Las parcelas para un centro de salud, un colegio, un instituto y un colegio concertado ya están asignadas. El Ayuntamiento ha cedido los terrenos a la Comunidad de Madrid, según han confirmado a ABC fuentes del Área de Desarrollo Urbano, y ahora es el turno del Gobierno regional de mover ficha . «A medida que se vaya consolidando la urbanización y ocupación de dicho barrio, iremos construyendo los centros siempre de acuerdo con las necesidades de la planificación educativa», trasladan desde la Consejería de Educación. La Consejería de Sanidad, por su parte, «está realizando un análisis de crecimiento poblacional en el nuevo barrio para poder dimensionar en su caso el proyecto del nuevo centro de salud».
Estos planteamientos son castillos en el aire para los que ya viven en El Cañaveral, y para los que vendrán. Aunque la Comunidad estima que la población crezca hasta los 25.000 residentes en una década, las asociaciones vecinales han hecho sus propios números a partir de los proyectos que se venden sobre plano y que está previsto se entreguen desde este año hasta finales de 2023. Sesenta promociones con 4.477 viviendas que dispararán el padrón a más de 20.000 vecinos . «Con una distribución de población joven como la que tenemos ahora mismo, es que cuando llegue el primer colegio nos va a hacer falta el segundo», escenifica Daniel Santos. El tiempo corre en su contra.
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