La gran coalición, una práctica cada vez más utilizada en Europa
Países como Austria vivieron prácticamente desde la guerra bajo esta fórmula de entendimiento
Holanda, Bélgica, Irlanda, Finlandia, Alemania y hasta Italia han tenido experiencia de pacto entre los grandes
El primer ministro holandés, Mark Rutte, dejará la política tras las próximas elecciones

Se considera que el fenómeno de la gran coalición, la alianza de gobierno entre los dos principales partidos del país, nació en Europa en la Alemania de posguerra y su imagen se ha vinculado tan sólidamente a este país que hasta se suele referir ... a ella en su nombre alemán, como la Grosse Koalition.
Y, sin embargo, ha sido utilizada con cierta frecuencia en muchos países como Austria, Finlandia, Bélgica, Luxemburgo , Holanda o Irlanda, donde han adoptado formas similares. Incluso un país tan peculiar desde el punto de vista político como es Italia también probó una gran coalición en 2013, aunque fue de corta duración.
Para Alemania, la idea de que en 1966 la dirección del país se encomendase a la vez a los democristianos y a los socialdemócratas fue una respuesta a la peculiar situación que vivía el país, derrotado después de una guerra que había arrasado medio mundo, ocupado militarmente por los vencedores y con una parte de su territorio separada por la dictadura comunista.
Después de un periodo inicial de hegemonía socialdemócrata y en medio de una época de despegue económico, se imponía una fórmula que permitiese dar estabilidad al país. El entonces líder socialdemócrata Willy Brandt, apoyó al candidato democristiano, Kurt Kiesinger que había ganado las elecciones pero no disponía de mayoría suficiente. Las dos grandes formaciones querían también demostrar al pequeño partido Liberal (FPD) que podían anular sus intentos de condicionar su política. La fórmula volvió a ser utilizada por la canciller democristiana Angela Merkel en tres ocasiones, siempre debido a un resultado muy ajustado con los socialdemócratas del SPD, que impedía formar una mayoría a ninguno de los dos partidos.
En las últimas décadas, la fórmula de una gran coalición, en las que las dos principales fuerzas se alían siendo rivales, se han convertido en algo muy común en la política europea. Cuando los resultados electorales no arrojan ganadores claros o no se pueden formar mayorías coherentes, es una opción para evitar la parálisis política o una segundas elecciones.
La aparición de fuerzas minoritarias extremistas y demagógicas también ha condicionado la formación de grandes alianzas
Algunos politólogos lo consideran como el «último recurso» en momentos en los que no se ve otra salida. El Diccionario Político de William Safire la define sin embargo como «una alianza limpia entre extraños compañeros de cama». La experiencia demuestra que no es la solución a todos los problemas pero tal vez sí ayuda a resolver algunos. En todo caso, en Europa hay cada vez más países en la lista de los que han utilizado esta fórmula.
El país que ha vivido más tiempo bajo una gran coalición en los hechos no ha sido Alemania, sino su vecina Austria, que desde 1945 ha conocido nada menos que trece legislaturas de cooperación sistemática entre socialdemócratas del SPO con los democristianos del Partido Popular (OVP). Es decir, que para los austriacos ha sido más habitual vivir bajo gobiernos apoyados por los dos grandes partidos que con equilibrios entre mayoría y oposición.
MODELOS DE GOBIERNO

Comisión Europea
Populares y socialistas vienen pactando el gobierno europeo desde el inicio de la Unión. La actual presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, pertenece a los populares pero fue elegida gracias al acuerdo alcanzado con los socialistas. La gran coalición rige en Bruselas como vía para orillar a los extremos.

Alemania
Socialdemócratas y democristianos en Alemania formaron la primera gran coalición en 1966 para mantener el impulso económico de la reconstrucción y para reformar el sistema electoral de modo que los partidos minoritarios tuvieran menos posibilidades de ser decisivos.
Al principio este enfoque se consideró como una opción excepcional, teniendo en cuenta que Austria salió de la guerra en condiciones de gran debilidad y con la amenaza de verse sometida por la política expansionista de la URSS de Stalin. Sin embargo, cuando esa excepcionalidad se convierte en la opción habitual contradice las tradicionales reglas de uso de la democracia, puesto que si los partidos rivales y opuestos en el espectro ideológico acaban siempre uniendo sus fuerzas en una coalición, ¿de qué sirve a los ciudadanos votar a uno u a otro?

Holanda
El segundo gabinete de Mark Rutte, entre 2012 y 2017, se basó en una alianza entre los dos principales partidos del país, los liberales y los socialdemócratas. Sufrió los avatares de su fragilidad política, pero completó la legislatura con normalidad y proporcionó a los Países Bajos el periodo de estabilidad más largo desde la guerra.

Italia
Aunque se conocería posteriormente la experiencia de Mario Draghi, el gobierno de Enrico Letta, en 2013, se considera como el primer caso en Italia de gran coalición. Letta obtuvo el mayor apoyo parlamentario de la historia de la República, pero duró menos de un año porque fue abandonado por los socialdemócratas.
Sin embargo, cuando esta práctica se acaba viendo como normal, también se deduce que siempre desemboca en una coalición ganadora, obliga a los grandes partidos a negociar y tiene muchas probabilidades de desembocar con el nombramiento de la mejor opción para el cargo de responsable del Gobierno. En Irlanda, después de décadas de alternancia tradicional entre el Fianna Fail (liberal) y el Fine Gael (que milita en el Partido Popular Eruropeo) y que se habían sucedido tradicionalmente en gobiernos de alternancia, rompieron una larga tradición de confrontación mutua para aliarse en una coalición de Gobierno. En este caso, esencialmente para compensar el crecimiento del Sinn Fein, el partido nacionalista radical que el siglo pasado se acabó convirtiendo en el brazo político de los terroristas del IRA en el Ulster.
Si se vuelve habitual, la fórmula aumenta la estabilidad pero puede desalentar la participación de los electores
En las últimas décadas, la opción de la gran coalición se ha planteado no por razones exógenas, sino para afrontar el desafío que plantea el surgimiento de fuerzas populistas frente a los sistemas de partidos convencionales. En Bélgica, por ejemplo, después de quinientos días de crisis por falta de acuerdo para construir un gobierno, se acabó formando una coalición entre todos los partidos de todas las regiones lingüísticas, de modo que la oposición desapareció en los hechos. En Italia, en 2013 se optó por un gobierno de unidad nacional precisamente para tratar de poner orden ante el desequilibrio que trajeron formaciones populistas como el Movimiento 5 Estrellas. En Bélgica el resultado fue un espectacular crecimiento del voto nacionalista en Flandes, lo que ha obligado después a formar una coalición entre absolutamente todos los partidos, que solo excluye a los independentistas flamencos.
Efectos limitados
Muchos se preguntan entonces si el uso de una gran coalición no será peor que los males que se pretenden conjurar. La conclusión más frecuente, basada sobre todo en la experiencia austriaca y alemana, es que cuantas más veces se usa la gran coalición, más limitados son sus efectos benéficos. Cuanto más se unen los grandes partidos sistémicos que representan el gran espectro del centro político, más posibilidades hay de que crezcan los partidos populistas y antisistema.
En Francia, que es una democracia presidencialista, los partidos tradicionales, el socialista y el republicano, han desaparecido prácticamente y todo el debate se centra ya entre una fuerza personalista como la que representa Emmanuel Macron y que ha acabado concentrando el voto de todo el espectro del centro tradicional, mientras que los que se han dividido han sido precisamente los populistas entre radicales de derecha o radicales de izquierda.
También es cierto que todos los países que han probado una gran coalición no son menos estables ni menos prósperos. Al contrario, las tensiones políticas en Austria o en Alemania no han sido mayores que en otros países y sus dos economías están en la cabeza de la UE. En Holanda, por ejemplo, el liberal Mark Rutte optó en 2012 por una alianza con los laboristas, inédita en la historia moderna del país, porque era la única combinación posible.
En las siguientes elecciones, el resultado fue catastrófico para los socialdemócratas, pero tampoco ha durado mucho más el propio Rutte, que acaba de anunciar que se retira de la política. Actualmente, en Alemania gobierna una coalición de socialdemócratas apoyada por verdes y liberales que aparenta ser más coherente ideológicamente que una gran coalición, pero en la práctica es mucho más disfuncional que ningún otro gobierno anterior.
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