El garabato del torreón
La ingratitud como norma
Lo sucedido hace un par de semanas en Cariño no es una torpeza ni un despiste
No hablamos de falta de calor en el elogio ni de manifiesta infrecuencia en el recuerdo, sino, lisa y llanamente, de ingratitud. Y de voluntaria desmemoria. Lo sucedido hace un par de semanas en el municipio coruñés de Cariño, donde los concejales del PP, con ... su alcaldesa a la cabeza, votaron a favor de una propuesta PSOE/BNG para retirar el nombre de Fraga Iribarne del callejero local, no es una torpeza ni un despiste, sino otra prueba de que la deslealtad es inherente a la condición humana. O, para no ser injustos, es condición característica de esos adanistas que consideran que la política es una cucaña individual y no una carrera de relevos.
La cicatería y la amnesia que la gente del PP viene mostrando con Fraga desde la misma fecha de su fallecimiento, hace ya trece años, produce asombro e indignación a partes iguales. El pretexto para tal deslealtad es, unas veces, la malhadada Ley de la Memoria Democrática, siempre arbitrariamente aplicada, y otras, el temor a ser tildados de irredentos simpatizantes de un político al que no se le perdonan dos pecados mortales: haber sido ministro en el franquismo y, sobre todo, haber organizado y encabezado un partido que en Galicia consiguió nueve mayorías absolutas en doce convocatorias autonómicas. Se entiende que esa transgresión resulte imperdonable para el BNG y para el PSOE, pero es difícil de aceptar que al artífice de esos éxitos sus propios legatarios políticos ('del beneficio olvidados', diría el gran Lope) lo recluyan en el execrable desván de la infidelidad y el olvido. Y cuando no es claramente infidelidad y olvido, es, como mucho, un recuerdo a hurtadillas o un homenaje a cencerros tapados.
Lo que pasó en Cariño es lo último, pero no lo único. En Vilalba siguen, amontonados y polvorientos, los fondos de la Fundación Manuel Fraga Iribarne, miles de libros y de documentos imprescindibles, muchos de ellos, para esclarecer las laberínticas entrañas de unos años cruciales en la España del siglo XX.
Decía Don Quijote a Sancho que de desagradecidos estaba lleno el infierno. Yo enmiendo la plana a Cervantes y añado: y los partidos políticos.
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