MÚSICA
Una hora de ópera con Aquiles Machado
El nuevo director artístico de la temporada lírica coruñesa comenta la programación de 2022 y reflexiona sobre su carrera, el género y lo que le gustaría conseguir

Aquiles Machado, en su última visita a La Coruña
Hay conversaciones que se van de las manos, que exceden el cuestionario y derivan hacia extrarradios mucho más interesantes. Aquiles Machado (Barquisimeto, 1973) se presta a la charla sin convencionalismos, censuras ni zonas incómodas. La 'testa di tenore' del nuevo director artístico de los Amigos ... de la Ópera de La Coruña es un bálsamo frente a periodistas preguntones. No serán peor que directores artísticos o escenógrafos, seguro. Machado dice sentirse «satisfecho» con la programación que arrancará en septiembre , sin que haya aterrizado en ella «como Anibal el Destructor» desmontando lo mucho que ya estaba preconfigurado.
Su sello, avanza, será «hacer más óperas representadas». En la actualidad, La Coruña solo representa completamente una, semiescenifica otra y presenta una tercera en concierto, una fórmula válida cuando «un proyecto extraño exige una escenografía consistente en dos barcos que se hunden, un iceberg, un búnker y un puente». «La magia de la ópera es que podemos viajar a otros mundos sin verlo, aunque viéndolo sea más divertido» . En los repartos quiere «aprovechar al máximo la presencia de figuras internacionales, que seguirán viniendo» pero compatibilizándolo «con mucha presencia de talento joven».
Machado huye del tópico de 'popularizar la ópera'. «Si consiste en vestir a Alfredo de rapero y que Violeta Valery salga bailando al final de 'La Traviata'...», ironiza. « La ópera hay que explicarla a la gente, que entienda cómo está vinculada a ellos , y sin esa relación es lógico que no se acerque al género», porque en ocasiones la 'popularización' «acaba por desnaturalizar» a la propia ópera.
¿Telones pintados o producciones 'konzept' rácanas hasta el extremo? «Pues depende», responde como si ya fuera gallego, «he visto producciones de telones tan malas como el 'konzept'». El problema radica, a su juicio, «en la dramaturgia. Cuando está mal hecha, puedes traer al pintor más famoso del mundo o a un genio del videomapping que la ópera no funciona». El género «no puede verse únicamente desde el punto de vista visual , porque tiene contenidos dramáticos, filosóficos, hay una narrativa», y pone como ejemplo «intentar hacer un Macbeth cómico. No me sirve de nada porque no tengo una música que me acompañe» a esa lectura. «Quienes se enfrentan a este tipo de revisiones deberían pensar que renovar por renovar a veces no renueva nada y es una simple gracieta».
«Un Puccini raro»
Lanza un mensaje a la afición coruñesa. «Que estén abiertos y animados, no solo a experiencias tradicionales, sino a experiencias innovadoras dentro de la programación», que se empezarán a ver en la temporada 2023. No será un giro abrupto, porque «mantendremos un núcleo que tenga que ver con repertorio, con la historia más convencional de la ópera, pero que estén abiertos para alguna cosita extraña, que aparecerá». Deja entrever que habrá «algún Puccini raro», con motivo del centenario de la muerte del 'padre' de Tosca y Turandot . Y citas para jóvenes y niños, que ya se verán este mismo año.
¿Su compatriota Gustavo Dudamel podría regresar a La Coruña a dirigir ópera? «Yo quiero traerlo», desvela, «lo veré pronto» . De venir, se pondría al frente de una Sinfónica de Galicia que desea convertir «en parte activa de lo que queremos hacer en el futuro». «Mi intención clara es estar con el oído y la voluntad abiertas para que la ópera se transforme en una experiencia grata y no en una penitencia» que los músicos «tienen que pagar en determinado momento». Alguna cosa sabe al respecto . «Estamos acostumbrados a orquestas que llegan sin emoción a las funciones, y es porque les hacen ensayar hasta la extenuación». Uno de sus objetivos será aligerar los calendarios para que puedan ampliarse los tiempos de descanso. «Hay que saber dilatar los tiempos para que la gente no llegue cansada ni quemada».
Aquiles Machado ejerce de programador al tiempo que mantiene su carrera como tenor, una trayectoria de más de treinta años por teatro grandes y pequeños de todo el mundo. 'Testa di tenore' sí, pero corporativismo el justo. «Estamos viviendo en estos momentos un arte que no es masivo como era hace muchísimos años», sostiene, «nosotros hoy somos más actores de prosa que artistas de cine». Y frente al tópico del divismo en la ópera, «estoy con la esperanza de que nos transformemos en personas normales dentro de un periodo lógico de tiempo». Es la necesidad de «redimensionar» el género y su lugar en nuestra sociedad.
El último de esos grandes divos totales actuará en La Coruña en diciembre. « Roberto Alagna vendrá para que todos gritemos , yo el primero, escuchándolo cantar y volviéndonos locos», confiesa entre risas, «es como ir a ver a los Rolling, es mi Mick Jagger lírico». Esa es «la magia» de la ópera, asegura, la que se encuentra en una función repleta de primeras figuras en un gran teatro, pero también «la función que sale mal un día, o en la que un intérprete canta brutal pero está rodeado de cantantes malísimos, o la función en un teatro en mitad de la nada donde descubres una voz que jamás habías escuchado». En estos «entresijos» se esconden los pequeños placeres del aficionado.
Arte y guerra
Llegan los charcos. Machado no los evita. Una soprano rusa cantará la 'Norma' programada en La Coruña. Y la guerra de Ucrania, de fondo. «Durante años se ha pedido a los artistas que asuman posiciones políticas, y no se pide a los políticos que tengan la sensibilidad de los artistas. Verónika [Dzhioeva] ha mostrado una gran sensibilidad no solo hacia una parte —en referencia a Ucrania— sino también hacia la otra », esa Rusia «que protesta y que sufre las consecuencias» de oponerse a Putin.
¿Entendió las cancelaciones de Anna Netrebko cuando estalló el conflicto? «Me parece insólito que un teatro le cancele un contrato a un artista por la nacionalidad. Obligar a un artista a expresar una determinada opinión política me parece insólito. Presionar a un artista a que se manifieste en una postura u otra a cambio de trabajo me parece patético, deleznable », manifiesta con contundencia, «te estás poniendo en una posición de 'master patronum' de la moral, te transformas en Germont, y no hay personaje más antipático en el mundo que él». «¿Qué diferencia hace que Netrebko diga 'no a la guerra'? Muy agradecido por decirlo, pero ese no es el objetivo de un artista».
Treinta años de carrera dan para una enciclopedia de vivencias. «La ópera ha cambiado mucho», aunque cuando Machado empezó Plácido Domingo ya estaba allí. «Me tocó cantar todavía con gente de esa generación», por ejemplo con una Mirella Freni junto a la que cantó una 'Boheme'. «De repente desaparecieron en el escenario las brechas generacionales» y surgió el idilio de Rodolfo con la Mimí original que Puccini habría soñado. Se queda con la espinita de no haber cantado nunca con Piero Cappuccilli , aunque sostiene que «hay cantidad de gente que fueron ídolos completos en su tiempo y que hoy no tendrían sitio» por la evolución en los gustos del público y los teatros. «Hoy ser tenor es casi un insulto a la música», bromea. Y sí, filias y fobias «son imprescindibles» para el aficionado, «y quien no las viva de esa manera, no conoce la ópera». «Forma parte del carácter del melómeno operático».
La hora de conversación —que iban a ser veinte minutos— termina con una próxima cita en la que, en vez de preguntas, habrá escuchas comentadas del tenor que es también aficionado, y del aficionado que, a ratos, es periodista. Seguramente habrá alguna grabación de su admirado Giuseppe di Stefano —«adoro cómo usa la palabra»—, pero no de Franco Bonisolli, quien «me parece que era demasiadas cosas que iban en contra de la ópera, y forma parte de algo que espero que no vuelva».