El discurso que descubrió al Rey
El 3-O de 2017, Felipe VI necesitó solo seis minutos para acabar con la sensación de vacío de poder e incertidumbre tras el golpe de los separatistas catalanes del 1 de octubre

Don Felipe esperaba a Mariano Rajoy en la puerta de su despacho de la primera planta del pabellón oficial de la Zarzuela con cinco folios en la mano, que le entregó nada más llegar. Era 3 de octubre de 2017, dos días después de que ... toda España presenciara en directo la celebración de un referéndum ilegal en Cataluña que dejó entre los españoles una sensación de vacío de poder y una gran incertidumbre.
Desde hacía una semana, Felipe VI había despejado su agenda de actos oficiales para seguir todas las informaciones que llegaban desde esa comunidad autónoma. El Rey esperaba a Rajoy en el Palacio de la Zarzuela para mantener con él su habitual despacho, pero las circunstancias hicieron que, ese día, su reunión semanal se produjera en una situación extraordinaria: Rajoy leyó aquellas líneas y no cambió ni una coma: el Gobierno refrendaba cada una de las palabras del discurso que Felipe VI tenía intención de grabar esa misma tarde para que fuera emitido por la noche en televisión.
A primera hora de la tarde, un equipo muy reducido de técnicos de RTVE se desplazó al Palacio de la Zarzuela para grabar el discurso del Rey. Unas palabras que descubrieron a Felipe VI como un Rey que hasta entonces se había mostrado ceremonioso y medido. No abandonó ese talante frente a la cámara para dirigirse a los españoles, que en las últimas horas clamaban en redes sociales la intervención del Monarca. Su aparición en televisión supuso el rearme moral de la nación. Una esperanza para los españoles, que hasta ese momento se sentían vulnerables e impotentes ante lo que estaba ocurriendo en Cataluña.
«La grabación no requería de mucha técnica porque el Rey tenía muy claro lo que quería expresar»
Un testigo de aquella tarde en la Zarzuela cuenta a ABC que cuando Felipe VI comenzó a hablar a la cámara, el discurso le salió casi del tirón. «No tenía mucho tiempo para grabarlo, pero es que, además, esa intervención no requería técnica ni ensayo porque ese discurso el Rey lo tenía muy interiorizado. Tenía muy claro lo que quería decir y cómo lo quería expresar», explica esta fuente. Y añade: «Fue un discurso muy propio, de una persona que se ha pronunciado muchas veces sobre Cataluña y que es plenamente conocedora de su identidad, su situación y las circunstancias en las que se mueve desde hace años».
Contundencia y decisión
El Rey fue al grano nada más comenzar. «Estamos viviendo momentos muy graves para nuestra vida democrática», afirmó, después de que sonaran los últimos acordes del Himno Nacional. Sentado en la mesa de su despacho junto a las banderas de España y Europa, con el ordenador portátil abierto y con un encuadre casi de primer plano –que estuvo fijo todo el tiempo–, Don Felipe garantizó que Cataluña iba a seguir formando parte de España.
«Ante esta situación de extrema gravedad, que requiere el firme compromiso de todos con los intereses generales, es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobierno de Cataluña, basado en la Constitución y en su Estatuto de Autonomía», afirmó. Un inicio de discurso que se interpretó como un paso previo para la aplicación del artículo 155 de la Constitución, lo que permitió la intervención de competencias autonómicas.
El discurso del Rey el 3-O fue contundente y muy funcional, sin literatura ni florituras. Con serenidad y gestos manuales llenos de rotundidad y firmeza, el Rey dedicó gran parte de sus palabras a denunciar el comportamiento de «determinadas autoridades de Cataluña» a las que acusó de haber incumplido la Constitución y su Estatuto de Autonomía «de una manera reiterada, consciente y deliberada»: «Con sus decisiones han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado».
El discurso fue contundente y funcional, sin literatura ni florituras. Con serenidad y gestos llenos de rotundidad y firmeza
Acusó también a las instituciones de situarse «totalmente al margen del derecho y de la democracia», de haber pretendido «quebrar la unidad de España», de quebrantar «los principios democráticos de todo Estado de Derecho» y de haber socavado «la armonía y la convivencia en la propia sociedad catalana, llegando desgraciadamente a dividirla». «Hoy la sociedad catalana está fracturada y enfrentada». Asimismo afirmó que esas autoridades habían «menospreciado los afectos y los sentimientos de solidaridad que han unido y unirán al conjunto de los españoles».
Advirtió, además, de que «con su conducta irresponsable incluso» podían «poner en riesgo la estabilidad económica y social de Cataluña y de toda España». Todo ello supuso «la culminación de un inaceptable intento de apropiación de las instituciones históricas de Cataluña».
A los catalanes separatistas, Don Felipe les recordó que «desde hace décadas vivimos en un Estado democrático que ofrece las vías constitucionales para que cualquier persona pueda defender sus ideas dentro del respeto a la ley». «Sin ese respeto no hay convivencia democrática posible en paz y libertad, ni en Cataluña, ni en el resto de España, ni en ningún lugar del mundo», les advirtió. A los no separatistas, el Rey les dijo que no estaban solos, «ni lo estarán», y que tenían «todo el apoyo y la solidaridad del resto de los españoles, y la garantía absoluta de nuestro Estado de Derecho en la defensa de su libertad y de sus derechos».
Compromiso constitucional
El jefe del Estado terminó sus palabras con un mensaje de «tranquilidad, confianza y esperanza» al conjunto de los españoles, que vivían estos acontecimientos «con desasosiego y tristeza». «Son momentos difíciles, pero los superaremos. Son momentos muy complejos, pero saldremos adelante. Porque creemos en nuestro país y nos sentimos orgullosos de lo que somos», aseguró. Defendió que la España constitucional tiene unos principios democráticos que «son fuertes, son sólidos. Y lo son porque están basados en el deseo de millones y millones de españoles de convivir en paz y en libertad». Recordó que «así hemos ido construyendo la España de las últimas décadas, y así debemos seguir ese camino, con serenidad y con determinación»; y garantizó que «en esa España mejor que todos deseamos, estará también Cataluña».
Para despedirse de los españoles, Felipe VI reiteró «el firme compromiso de la Corona con la Constitución y con la democracia», así como su «entrega al entendimiento y la concordia entre españoles», y su «compromiso como Rey con la unidad y la permanencia de España».
Finalizó así Don Felipe un discurso en el que se dirigió a la nación en castellano, el idioma común de los españoles, porque fue un mensaje del Jefe del Estado para todo el país, aunque en un momento se dirigiera de forma particular a los catalanes.
La Princesa Leonor, presente
La intervención alcanzó el 76,6% de cuota de pantalla y 12.443.000 espectadores. Como testigos de excepción, la Reina Letizia, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía. La Heredera de la Corona estuvo presente en varios momentos a lo largo de esa tarde, como Don Felipe estuvo junto a su padre la noche del intento de golpe de Estado el 23-F. Juan Carlos I intervino con el uniforme de Capitán General de las Fuerzas Armadas, para dirigirse a los militares y parar el golpe de Estado; Felipe VI, vestido de civil, hizo un llamamiento a los españoles.
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