PDECat, cuatro años para destruir un partido
El partido heredero de CDC afronta días descisivos: Puigdemont quiere su desaparición
Jordi Pujol fundó Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) en 1974 para coaligarla a Unió Democràtica de Catalunya (UDC) y crear CiU en 1978. El invento funcionó hasta 2015 con un sobresaliente éxito: control absoluto de la Generalitat de Cataluña (de 1980 a 2003 ... y de 2010 a 2015) e influencia decisiva en el Gobierno de España (sobre todo de 1993 a 2000). CiU se convirtió así en un movimiento de poder.
Tras la jubilación política de Pujol (2003), Artur Mas tomó las riendas de la federación rodeado del llamado «pinyol» o núcleo duro (Oriol Pujol, Quico Homs, Josep Rull, Quim Forn y, entre otros, David Madí) a los que calificaron de « talibanes» por su radicalidad nacionalista , convertida ya en independentismo. La mayoría hicieron carrera en la Generalitat, sin saber lo que era la política en la oposición. De 2003 a 2010, con ERC en la Generalitat de la mano del PSC y los antecesores de los comunes, CiU se radicalizó en su pugna por el espacio nacionalista catalán.
Al llegar Mas a la Generalitat (2010), gracias al pacto con el PSC y con el apoyo del PP en los dos primeros presupuestos (2011 y 2012), CiU tuvo que hacer frente a las secuelas de la crisis económica. Los fieles de Mas, liderados por Oriol Pujol y Homs, y con la asesoría de Madí, le recomedaron que acompañara los recortes en las cuentas con la defensa del llamado « derecho a decidir », subterfugio del concepto «referéndum de autodeterminación», al que Cataluña no puede acogerse legalmente.
En julio 2014, la negativa de Mariano Rajoy –entonces presidente del Gobierno– a que la Generalitat disfrutara de un concierto económico como el vasco y el navarro, fue la excusa perfecta para Mas. Contexto. Solo cinco días antes de la reunión en La Moncloa, Pujol confesó que llevaba 34 años escondiendo dinero fuera de España sin regularizar. Ya no había retorno.
Mas decidió poner CiU a la cabeza del independentismo y rompió la federación. En junio de 2015, UDC salió del gobierno catalán y CiU dejó de existir. El nacionalismo, moderado en el Congreso y desbocado en el Parlamento catalán , desapareció con CiU. CDC resistió, ya como partido secesionista, pero con los turbios casos del 3 por ciento, las mordidas del Palau y la confesión de Pujol a sus espaldas.
Un cambio de apariencia
La dirección de CDC optó por cambiar las siglas. Un lavado de cara. Una simple apariencia. Que parezca que cambia algo, pero todo sigue igual. Mismos dirigentes, mismas sedes... y hasta los mismos números de teléfono. Un cambio de siglas (de CDC al PDECat) que la Audiencia Nacional investiga por si, entre otras cosas, la transformación pretende eludir las responsabilidades judiciales que arrastra CDC.
Antes se escondió por primera vez la marca en unas elecciones. CDC cambió de socio: ahora con ERC, en lugar de UDC, y se presentaron (septiembre de 2015) bajo la marca de Junts pel Sí (JpS). Tres meses después, la CUP envió a Mas «a la papelera de la historia» y entró en juego Carles Puigdemont, militante de CDC pero no hombre de partido, que hasta entonces compaginaba la alcaldía de Gerona y el escaño en el Parlamento de Cataluña.
El Partit Demòcrata Europeu Català (PDECat) se fundó en julio de 2016. Hace cuatro años. Mas fue escogido su presidente. Un año y medio después, dimitió. Días antes de conocerse la sentencia del caso Palau. A su vera, Marta Pascal, que como coordinadora general llevaba la gestión del partido. Sin embargo, la bicefalia (Puigdemont, en la Generalitat, y Pascal, al frente del partido de gobierno) nunca ha salido bien en Cataluña, a diferencia del País Vasco con el PNV.
Puigdemont se convirtió en referente y casi intocable tras el referéndum ilegal del 1-O de 2017 y su posterior fuga de España. El independentismo –no solo conservador– lo transforma en un héroe, cuya palabra no se discute y menos su gestión. Pascal deja el PDECat en julio de 2018, al considerar que no cuenta con el apoyo de Puigdemont, desde Bélgica, que insiste en mantener la confrontación contra el Estado de Derecho . Este crea la Crida Nacional, también en julio de 2018, que aspira a convertirse en un movimiento político alrededor de su figura. El objetivo: controlar todo el independentismo, por lo que gira ideológicamente para atraer a figuras de ERC.
A partir de ese verano, la lucha por el control del PDECat es total. Puigdemont quiere que desaparezca, pero la nueva dirección, con David Bonvehí –amigo suyo– al frente, se resiste.
El «robo» de la marca JpC
En las últimas semanas, se han cruzado acusaciones, manifiestos a favor de unos y otros y el « robo» de la marca electoral de Junts per Catalunya (JpC), cuyo titular es el PDECat, por parte de los partidarios de Puigdemont .
El fin de semana del 18 de julio la Crida desaparecerá, para dar paso a un nuevo partido, que nacerá el 25 y controlará Puigdemont. Este es el plazo del órdago del fugado de la Justicia. Cuatro años después, llegó la hora de la verdad para el PDECat.
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