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Los marroquíes fueron decisivos en la Guerra

De los voluntarios extranjeros que tomaron parte en la Guerra Civil española de 1936 a 1939, el principal contingente fue el de los combatientes marroquíes, que los estudios más recientes fijan en aporte alrededor de los 80.000. Un libro «Los moros que trajo Franco...» viene a contar el hecho.

Las torturantes escenas del verano del 21 se reprodujeron tres lustros después. S. G.

BARCELONA. Una canción de la Guerra del 36 rezaba: «Los moros que trajo Franco/ en Madrid quieren entrar...». María Rosa Madariaga ha utilizado el primer verso de la tonada para titular su estudio sobre la intervención de las tropas coloniales en la Guerra Civil, que acaba de publicar Martínez Roca.

Bueno, lo de coloniales se restringe prácticamente sólo a los moros y en realidad el esfuerzo de la autora se dispersa un tanto al abordar demasiados frentes a la vez: Las sempiternamente deficitarias relaciones hispanomarroquíes, las diversas campañas militares en el Norte de Marruecos que las fuerzas españolas riñeron entre 1909 y 1927, las relaciones del nacionalismo marroquí con las autoridades del Protectorado, el endurecimiento de la represión después de las carnicerías de Annual y Monte Arruit; los cuerpos especiales como policía indígena, legionarios, y mehalas; el papel de las intervenciones militares en el reclutamiento masivo de 1936 a finales de la guerra, que se extendió a Ifni, Sahara y el Marruecos francés, el papel de las fuerzas de Africa en la contienda; y los excesos que de la misma derivaron; los contactos entre autoridades republicanas y el nacionalismo marroquí para intentar un cambio de bando; y los problemas morales que la heteróclita alianza planteó.

El 17 a las 17

Técnicamente, la Guerra Civil empezó al filo de la media noche del 16 de julio de 1936, cuando la columna Ríos Capapé abandonó Zoco el Arbaa para llegar a tiempo a Melilla, al día siguiente, a la hora de los tiros. Los primeros caídos en combate, la tarde del 17 fueron un sargento y un soldado de regulares en la toma de aeródromo de Mar Chica.

Algunos de los testimonios reproducidos, a lo largo de la obra, son verdaderamente desgarradores: la miseria, varios años de sequías y malas cosechas sucesivas, fueron el motor principal de la recluta en ambos protectorados. Los del Sur de Marruecos iban a parar a Ifni o al Sahara; los calculos de la autora ponen de relieve que los efectivos llegados en los tábores de Ifni-Sahara son muy superiores a la capacidad de recluta de dichos territorios.

Al describir el cansancio de muchos de los reclutas por la prolongación de la campaña y el desengaño por la dura realidad de la guerra se reproducen numerosas misivas a las familias, que eran interceptadas por la censura militar del correo.

Las primeras columnas que salieron de Sevilla y por Fregenal de la Sierra, Talavera, Maqueda y Toledo llegaron a las proximidades de Madrid iban esencialmente compuestas por marroquíes y su intervención fue decisiva en aquellos combates. Acabada la Guerra, en diversas regiones en las que subsistió una guerrilla importante se emplearon tábores de regulares en la eliminación de los últimos focos armados. En estudios de la represión de la postguerra aparecen nombres claramente norteafricanos en las listas de fusilados por delitos comunes y deserción.

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