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Siete llaves al sepulcro de Companys
Joaquín Costa, el padre del regeneracionismo español, pedía escuela, despensa y «siete llaves al sepulcro del Cid». La fórmula podría trasladarse a la Cataluña que patrocinan los impulsores del proceso separatista y sus cómplices de la izquierdosa memoria cainita. Escuela, despensa… y siete llaves al sepulcro de Companys
Artículos de Sergi Doria en ABC

Si la honestidad estuviera por encima de la propaganda, los botarates de Junts no se erigirían en albaceas de Lluís Companys, fusilado a las seis de la mañana del 15 de octubre de 1940 en el foso de Santa Eulàlia del castillo de Montjuïc. ... Los botarates de Junts son burgueses, católicos y de derechas. Como la Convergència de la que son hijos, aunque pretendan disimularlo.
¿Dónde estaban en 1936 los ancestros de estos botarates de Junts prestos a celebrar su congreso con Puigdemont de líder? En el tradicionalismo carlista y la Lliga de Cambó, integrada en el Front Català d'Ordre, versión regional del Bloque Nacional que encabezaba la CEDA de Gil Robles: Confederación Española de Derechas Autónomas. Algunos en Acció Catalana, Estat Català y otros en la diminuta Falange Catalana. Si los botarates de Junts asomaran en aquella Cataluña que desgobernaba Companys, lo más probable es que se hubieran ido derechitos a una cheka; o enviados de «paseo» por la Rabassada o Can Tunis. Por eso los antepasados de los botarates de Junts, gente de misa y negocio colectivizado, cambiaban de bando: se largaban a Génova, Burgos o San Sebastián, conocido como Sansestabién. O recalaban en Francia para trabajar en el SIFNE (Servicio de Información del Nordeste de España), la red de espionaje que dirigía Josep Bertran i Musitu. Bajo la dictadura franquista no pocos familiares de los botarates de Junts colaboraron con el Régimen que les devolvió las fábricas y restauró las iglesias quemadas: en las municipales de 1979, el 43 por ciento de los alcaldes franquistas catalanes iban en las listas de Convergència.
No faltó este año hubo procesión de antorchas en Montjuïc para honrar a Companys. Golpista en el 34, espectador de los desmanes anarquistas en el 36, marioneta del putsch estalinista del 37, merecería un piadoso olvido en lugar de sacar a pasear, cada 15 de octubre, su embellecida memoria. Como Cataluña no tiene problemas, el Parlament evacuó una declaración para exigir al Estado «que pida perdón por el asesinato del presidente Companys y por haber tardado ocho décadas en reconocer la nulidad del juicio al único presidente de Europa asesinado por los fascistas». Aunque aprobada con el apoyo de Junts, ERC, Comunes y los ultras de izquierda y derecha de la CUP y Aliança Catalana, la declaración no pudo ser leída en la cámara por la abstención del PSC y el voto en contra de PP y Vox.
Que los socialistas se echaran atrás -¡por una sola frase!- significa «españolización y desmemoria», espetó uno de los, por desgracia numerosos, botarates de Junts. Y es que la competencia con ERC -el verdadero partido de Companys- para ejercer de plañidera es dura. Los botarates de Junts deberían saber que su padre político Pujol, y en eso coincidía con Tarradellas, siempre hablaba más de Prat de la Riba y Macià que de Companys. El llamado «president mártir», explicaba Joan Tardà, «no existía para el president Pujol, porque era demasiado de izquierdas y masón». Y porque bajo su férula se documentaron unos ocho mil cuatrocientos asesinatos de los que una cuarta parte eran sacerdotes o ciudadanía católica. En sus últimos tiempos de presidente, Pujol lamentaba no haber tenido el coraje de impulsar una declaración en la que la Generalitat pidiera perdón por su inoperancia ante los crímenes en la Cataluña republicana.
Joaquín Costa, el padre del regeneracionismo español, pedía escuela, despensa y «siete llaves al sepulcro del Cid». La fórmula podría trasladarse a la Cataluña que patrocinan los impulsores del proceso separatista y sus cómplices de la izquierdosa memoria cainita. Escuela, despensa… y siete llaves al sepulcro de Companys.
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