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El presidente del Club de Polo trabaja para la empresa de Ibai Llanos
En la gestión de esta crisis el presidente ha mostrado no más que torpeza, incapacidad y falta de transparencia, provocando con su actuación un problema y un agravio muy superior al del vídeo
Artículos de Salvador Sostres en ABC
Todo en este mundo tiene una explicación y lo que más inverosímil parece es lo que con frecuencia la tiene más obvia y obscena. Nadie en el Club de Polo entendía cómo se le podía haber dado acceso al youtuber Ibai Llanos para que ... grabara uno de sus vídeos. La respuesta que ofreció el presidente de la casa, Pablo Sánchez Marquiegui, con una redacción deplorable, indignó todavía más a los socios, especialmente a los más jóvenes: «el comunicado no ha hecho más que empeorarlo todo» -dice uno de ellos- y «a los jóvenes nos deja como imbéciles».
Las aparentes casualidades no lo son tanto cuando tras una observación detenida de los hechos, y de las personas implicadas, constatamos que Pablo Sánchez Marquiegui (Barcelona, 11 de junio de 1975) es el principal accionista y consejero delegado de Guestin Hospitality Solutions, S.L., que gestionó el software para controlar los activos de los sponsors de «La Velada del Año», evento de boxeo organizado por Ibai Llanos. La propia publicidad de Guestin indica que «este evento reúne a algunas de las figuras más populares del mundo del entretenimiento y las redes sociales, quienes se enfrentan en combates de boxeo amateur, generando gran expectación en el público. Además de los combates, el evento cuenta con espectáculos, actuaciones musicales y momentos especiales que lo convierten en una experiencia de entretenimiento completa».
Cae la pantomima del «yo no fui» del presidente del Polo, cuando en su carta de disculpas dice que «el pasado miércoles nos comunican el interés de Ibai Llanos por grabar un vídeo corto». ¿Nos comunican? Ahora ya sabemos quién es el «nos». Siempre hay una explicación y suele ser la más obscena. No es un delito ser socio o proveedor del señor Llamos, o de una de sus empresas, pero es deshonesto no explicar este vínculo.
En la gestión de esta crisis el presidente ha mostrado no más que torpeza, incapacidad y falta de transparencia, provocando con su actuación un problema y un agravio muy superior al del vídeo. Los socios del club han perdido la confianza en él y han pedido una asamblea extraordinaria. Se escuchan las primeras voces exigiendo su dimisión. Hay que darse cuenta de que estás en una posición muy ridícula y desesperada cuando la única defensa te llega de El País bajo el argumento de que quieres «democratizar» el club. Es un fondo del pozo constatar para qué El País ha acabado usando la democracia.
La razón de ser de clubes como el Polo son valores como la nobleza, el liderazgo y la confianza, que Sánchez Marquiegui ha traicionado absolutamente en los últimos días. Tiene que haber una conexión entre lo que uno exige y hace, en especial cuando se ostenta un cargo representativo.
Sánchez Marquiegui podría haber organizado un acto con Ibai Llanos para presentarlo a los socios del club; podría haber preguntado también a los socios su opinión sobre un posible reportaje o vídeo del tal personaje, explicando siempre los negocios que los unen. Pero en lugar de eso pensó que era más listo que los demás y pensó que nadie se daría cuenta. Y una vez saltaron las alarmas, en lugar de comportarse como un presidente adulto y responsable, quiso pasar de agache pero ya era demasiado tarde. El despropósito ha sido total y lo peor es que no hacía ninguna falta.
El club es un hervidero y muchos se preguntan quién podría suceder al actual presidente. Es asunto igualmente preocupante que no haya de momento candidatos serios a tomar las riendas. No existe en el mundo un club tan importante como Polo dentro de una ciudad. Ni por la calidad y extensión de sus instalaciones ni por el prestigio que tiene. Es por lo tanto especialmente triste que nosotros que lo tenemos, lo tratemos de esta manera.
Un grupo de empresarios solventes y sólidos tendrían que presentar una idea que devolviera al club a la esfera política y social a la que pertenece. Con «política» no me refiero a la riña partidista sino al liderazgo activo de una sociedad que, como la catalana y la española, se ha quedado sin referentes, sin guías, y todo se desparrama en la dejadez y el cinismo, el regate corto y en bambas como es el caso del muy cuestionado Marquiegui.
Hace muchos años, casi treinta, fue un poco antes de los Juegos, un empleado muy de la confianza de mi abuela dejó embarazada a una de las camareras de Semon. El empleado tenía 55 y ella 18 o tal vez 19. Mi abuela se enteró y le preguntó a su trabajador qué pensaba hacer al respecto, y él respondió que mandaría a la niña a abortar. Mi abuela le dijo muy claramente que si lo hacía nunca más volvería a trabajar en Semon.
Se abrió una crisis en la empresa que nos involucró a todos. Yo era por descontado
el nieto de mi abuela, pero quería mucho al trabajador, y hablaba con él para buscar soluciones. Como mandaba mucho en la tienda, y era un bestia, algunos de sus subordinados aprovecharon su debilidad para burlarse de él y era la comidilla también entre algunos clientes.
Cuento esta historia porque al final llegamos todos a la conclusión de que lo mejor era que nuestro hombre se casara con la chica -se llevaban bien y se querían- y surgió entonces el dilema de dónde hacerlo y cómo, y si la familia asistiríamos al enlace. Porque claro, estos asuntos eran entonces mucho más complicados, la presión del entorno era considerable, mi abuela estaba indignada porque su persona de más confianza -y con la que había tenido un tórrido affaire en el pasado- hubiera cometido un error de tan aparatosas consecuencias y por lo tanto la solución no era obvia y había que pensar sobre todo cómo se iba socialmente a presentar. Piensen que nuestro empleado era algunos años mayor que el padre de la novia.
Quién más ayudó fue el entonces presidente del Club de Polo, que ofreció su capilla para la boda las instalaciones y su restaurante para la celebración del convite. La familia pudimos asistir porque al ser socios nuestra presencia en el club podía quedar justificada por una cosa o por la otra y aquel matrimonio no sólo nunca se rompió sino que trajo al mundo a dos niños más.
El tan criticado paternalismo de los empresarios y la nobleza, la discreción y la caballerosidad del Real Club de Polo salvaron la vida de un bebé y propiciaron una familia feliz y generosa. Hoy Marquiegui habría vendido la exclusiva a un influencer y en lugar de un cura habría presidido la ceremonia un periodista de El País, pregonando el aborto como una conquista social.
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