EL OASIS CATALÁN
Guiñol
En una democracia consolidada, el prófugo sería recibido como lo que realmente es: un rebelde de la justicia que implementó un golpe de Estado y todavía ha de rendir cuentas por el presunto delito de malversación agravada sin olvidar el asunto de la trama rusa.
Artículos escritos por Miquel Porta Perales de Diario ABC

Una parte del nacionalismo catalán –la fiel infantería independentista inasequible al desaliento- celebra –un subidón- la tocata y fuga protagonizada por el ilegítimo y nada honorable ex presidente Carles Puigdemont. Un espectáculo de guiñol que recalienta el ambiente y despierta los instintos básicos del independentismo ... más cafetero. Pero, nada más.
En una democracia consolidada, el prófugo sería recibido como lo que realmente es: un rebelde de la justicia que implementó un golpe de Estado y todavía ha de rendir cuentas por el presunto delito de malversación agravada sin olvidar el asunto de la trama rusa. Sorprendentemente, el prófugo ha sido recibido en Barcelona como lo que no es: un demócrata exiliado víctima de la represión del Reino de España. Ni demócrata, ni exiliado, ni víctima.
Hay más cosas que también sorprenden: que el Ayuntamiento de Barcelona conceda el permiso para que un prófugo enardeciera a los fieles en la calle, que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado –también, el CNI- fueran liberadas de su trabajo en Cataluña, y el pacto –una hipótesis plausible- entre Carles Puigdemont, ERC y PSOE-PSC. ¿Complicidad? ¿Connivencia? ¿Intereses? ¿Existía voluntad de detener a Carles Puigdemont? ¿El PSOE y ERC querían ver a Carles Puigdemont en la cárcel? ¿Quizá no sería mejor que Carles Puigdemont escenificara su ópera bufa y que Salvador Illa fuera investido? ¿No nos vamos a hacer daño, verdad? A fin de cuentas, ¿por qué y para qué Pedro Sánchez firmó con Junts el contrato-intercambio político-mercantil de impunidad por poder? ¿Acaso Pedro Sánchez no desea acabar la legislatura? Cosa difícil con Carles Puigdemont en la cárcel.
Sorprende igualmente que, mientras el prófugo insiste y persiste en su vodevil, a Pedro Sánchez solo le interese el poder y poner querellas contra el juez Juan Carlos Peinado al tiempo que Fernando Grande-Marlaska, Félix Bolaños y Margarita Robles –las fronteras, la Justicia y el CNI- no dimiten o sean cesados. Seamos realistas, nada de eso sorprende.
Carles Puigdemont –pólvora mojada- ha diseñado y ejecutado un sainete. Ha hecho de nuevo el ridículo. Ha devenido un objeto de mofa. Él y algunos de sus camaradas están convencidos de haber protagonizado un acto heroico, cuando se trata de una acción grotesca. Inútil. Pero, gracias a eso sobrevive todavía el personaje. A eso y a los siete escaños que Pedro Sánchez compró y pagó al contado. Y si los Mossos no lo han detenido, ha sido –hipótesis plausible- porque algunos no lo han querido. ¿Que está en juego la credibilidad de los Mossos? ¿Acaso existe un Mossos patriótico? Impunidad por poder, decíamos. Eso es lo que importa. Apesta.
Al Nada Honorable Carles Puigdemont siempre le quedará la imagen de aquella mañana calurosa de agosto en que fue recibido como un Duce en el Arco del Triunfo de Barcelona.
El Nada Honorable Carles Puigdemont se niega a entender que la Cataluña de verdad siempre ha sido distinta a la Cataluña de mentira que él y los suyos han diseñado y acompañado hasta el precipicio.
Mientras tanto, el nuevo President, en un discurso de investidura que podría firmar ERC, dice lo siguiente: «nadie ha de ser detenido por los hechos que los representantes de los ciudadanos han decidido amnistiar». Una muy estudiada frase que evidencia la complicidad. Salvador Illa, el heredero del procesismo.
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