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Un mando policial, imputado por el 1-O: «Sabíamos que íbamos al matadero. Los nuestros querían un agente herido y los independentistas, un mártir»

Un juez procesa a 45 agentes del CNP por su actuación para impedir el referéndum en colegios de Barcelona

«Los responsables del 1-O, indultados, y los que garantizamos el orden, procesados»

Policías y mossos durante el 1-O en Barcelona EFE
Elena Burés

Elena Burés

Barcelona

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El 20-S, cuando se produjo el asedio a la Consejería de Economía, un mando de la Unidad de Intervención Policial (UIP) se encontraba de camino a Barcelona, para participar en el dispositivo del 1-O. «Mis hombres me preguntaron: '¿Qué nos vamos a encontrar, jefe?'. Yo les dije: 'No lo sé, no tengo ni idea, pero sí os garantizo que vamos a volver todos y vamos a volver cómo vinimos. Vamos a trabajar, pero no tenemos madera de mártires'». Ahora es uno de los 45 agentes procesados por su actuación para tratar de impedir el referéndum ilegal.

A la espera de que la Fiscalía y las partes presenten sendos escritos, prevé sentarse en el banquillo por lesiones leves, al repeler la agresión de una activista a uno de sus hombres. «Se hizo un uso progresivo de la fuerza, como marcan los protocolos. Mi jefe decidió no usar ni botes fumígenos ni lacrimógenos, tampoco pelotas de goma, entonces lo único que queda es la defensa reglamentaria», explica a ABC, más de cinco años después de la actuación. La denunciante solo necesitó una primera asistencia facultativa.

Aquella jornada comenzó a las cinco de la mañana, cuando el agente salió de uno de los barcos atracados en el Puerto de la capital catalana. Actuó en cuatro colegios de la zona alta, bajo mandato del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TJSC). La orden era requisar las urnas y clausurar los colegios. «En las reuniones previas nos dijeron que no íbamos a tener apoyo. Que no podíamos detener, porque no iba a haber vehículos para los traslados, ni tampoco sancionar, porque las denuncias las iba a tramitar la Generalitat o, lo que es lo mismo, no tramitar», recuerda.

Más allá de la instrucción 4/2017 de la Secretaría de Estado de Seguridad, nada quedó por escrito, pero sí se le quedó grabado lo que les transmitió el comisario al mando de las UIP en la comisaría de La Verneda el 29 de septiembre: «Al que haga un detenido, me lo follo». La directriz, visto lo ocurrido en la consejería, fue no demorarse más de 20 minutos en cada centro y «limpiar las salidas, con los vehículos en marcha», para evitar quedar atrapados por la multitud.

Su grupo tenía asignados 22 colegios. En los tres primeros, dispersaron a los votantes con agarres y luxaciones. «La actitud fue cambiando a lo largo de la mañana, primero fue meramente pasiva, y más o menos educada, pero cuando vieron que no había sanciones ni detenciones: resistencia numantina», explica el policía antidisturbios.

En el cuarto centro permanecieron 29 agentes durante hora y media, «bregando con 600 manifestantes y allí se puso en riesgo nuestra integridad. Se estaba llegando a unos límites de mucho riesgo y fue necesaria una fuerza mayor». Durante la década que pasó en la UIP, el mando ha velado por la seguridad en manifestaciones en el País Vasco y Navarra. Al igual que sus compañeros, no había visto nada igual.

«Mis hombres los sacaban de la mano, luxando, hasta la zona delimitada, pero a mí eso no me gusta, porque esas personas estaban sin cachear, si alguien tiene un objeto punzante y te lo clava en el cuello, ahí te quedas. Por seguridad personal yo mantengo la distancia, dos metros. Si se me abalanzan con un cuchillo puedo reaccionar. En cambio, si lo tengo agarrado de un brazo, con el otro puede sacar lo que sea. No se puede tolerar el cuerpo a cuerpo», ilustra.

Se trata de orden público. «Si te están ordenado que salgas de la zona de exclusión, tienes que obedecer, pero ese día, hoy o mañana si vas a un partido de fútbol», subraya. De los 65 agentes denunciados en la causa de Instrucción 7 de Barcelona, el juez Francisco Miralles ha sobreseído el caso contra 20: los que no usaron la defensa policial, sino «agarres».

Desbordados, cuando acabaron de clausurar el cuarto colegio, a las 14.00 recibieron la orden de retirarse. Nadie la asumió. Tampoco las anteriores, incluyendo las cargas. «Mi jefe me daba las órdenes de viva voz, porque estaba detrás de mí, pero a él se las daban por el móvil y por canal corto, que no pasa por emisora y no queda grabado».

Aprendió la lección. «Si me vuelven a pedir algo, ahora pediría que me lo diesen por escrito o por el equipo». En estos más de cinco años, no ha recibido ni una sola llamada de todo el organigrama del Cuerpo. Ni para ofrecerle asistencia legal y tampoco para preocuparse por él. Ya no la espera. Abandonó la UIP poco después, y como él, gran parte de sus compañeros. «Nos hemos ido desengañados», cuenta, tras una década en la unidad.

«Íbamos al matadero»

«Ellos [sus superiores] tenían muy claro donde se iba a romper la cuerda. Y se cortó en los que pisamos el asfalto. De los que pisan moqueta...nadie hizo nada. Es como si una mañana 1.200 policías se hubiesen levantado, se hubiesen repartido los colegios y decidido con qué actitud se afrontaba [el dispositivo]», reprocha el mando. «Sabíamos que íbamos al matadero. Los nuestros querían un agente herido y los independentistas, un mártir», lamenta. No lo consiguieron.

«Con el tiempo», explica el policía, «he visto que la lectura centrada fue la de los Mossos d'Esquadra. No te puedes oponer policialmente a un movimiento social tan brutal. No al menos con 1.200 efectivos de la UIP, es imposible», reflexiona. En cambio, los policías nacionales recibieron una directriz muy diferente de los que ahora no asumen ninguna responsabilidad: «Prefiero que quedéis como bestias que como cobardes».

Había que impedir «un golpe de Estado» y los agentes de la UIP debían acatar las órdenes de sus superiores. «Querían vender radicalismo [de los independentistas] y al final el radicalismo pareció el nuestro, por una actuación proporcional», lamenta el mando imputado.

«Nos tratan como su hubiésemos matado a alguien», reflexiona el agente, que recuerda que, excepto el caso de Roger Español, que perdió un ojo tras el impacto de una pelota de goma -una causa separada, en la que el activista también está imputado por atentado contra la autoridad-, y el de una rotura de tabique nasal, el resto de lesiones fueron no impeditivas: rasguños y hematomas.

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