VÍA PULCHRITUDINIS
Miércoles de ceniza
Fuera, el mundo parece dominado por el pensamiento único basado en la exclusión y la cancelación pero, sin embargo, hay lugar para la esperanza
Acuerdos de verdad
El obispo Nicolás
Imposición de la ceniza
Eran las nueve de la noche y en un banco de San Benito el Real, se sentó un chaval de unos 30 años en pantalones de deporte y sudadera. En el banco anterior había dos mozos con caras cansadas y mochilas de esas en las ... que se llevan ordenadores y, a veces, la vida misma. Justo delante de ellos un grupo de adolescentes no hacía más que cuchichear. Ese era el escenario de quienes habíamos llegado tarde a la imposición de la ceniza y nos fuimos encajando poco a poco en la parte de atrás. Delante, los señores más mayores habían llegado antes de que el cura subiera al altar.
La noche era fría y lloviznaba pero los bancos se convirtieron en el crisol de quienes desde edades, situaciones y vivencias totalmente diferentes se arremolinaban en la iglesia alrededor del rito del inicio de la Cuaresma. Un espacio imponente en lo histórico que esos días en que el número de eucaristías se reduce se llena de vida, de vidas diferentes. Un domingo cualquiera unos prefieren ir a otra parroquia pero ese día toca ir a la que se puede después del trabajo o del gimnasio, los habituales del lugar tampoco van a esa hora porque los domingos van con sus hijos a la misa de la catequesis. Otros simplemente nos despistamos y acabamos en la que nos daba tiempo a llegar.
Miércoles de ceniza. Las gentes de fe salen de sitios insólitos y se juntan en una iglesia movidos exclusivamente por su fe. Una fe en la que caben todos, desde los que van en pantalón corto hasta los que se trajean para la ocasión.
Gentes normales, silentes en su día a día y que miran al Sagrario desde perspectivas aparentemente tan distantes que parecen irreconciliables.
Fuera, el mundo parece dominado por el pensamiento único basado en la exclusión y la cancelación pero, sin embargo, hay lugar para la esperanza.
Debe de ser frustrante ver a gentes tan distintas que creen, nada más y nada menos que en Dios, compartir un gesto de paz por muy distintas que sean a las tuyas las pintas con las que han querido o han podido ir a la celebración.
Arranca la Cuaresma, el momento más importante de la liturgia cristiana porque es la antesala a la Resurrección. Un tiempo para cumplir preceptos pero en el que, ante todo, sabemos que todos tienen cabida sin excepción.
Porque poco importa el atuendo que lleve tu vecino e, incluso, que alguien mire pasar las procesiones desde un ateísmo convencido. La Semana Santa no es el museo en la calle que citan en los discursos sino la catequesis en la calle, en la vida, para los cristianos y, sobre todo, para los que no lo son. Porque se puede ser buena gente sin pararse a mirar de dónde vienes ni a dónde vas.