ARTES & LETRAS / HIJOS DEL OLVIDO (LVIII)
Alejandro Finisterre: el poeta del futbolín
Fisterra, 6 de mayo 1919 - Zamora, 9 de febrero 2007
El que sería albacea de León Felipe ideó el juego de mesa para entretener en un hospital de Montserrat a niños y jóvenes heridos en la guerra
Y el saber se hizo mujer
Sin oxígeno no hay paraíso

¿D'e qué me suena…? De los tres nombres a los que se atribuye la invención del futbolín -también llamado fútbol de mesa, taca-taca, futillo, metegol…-, es decir, el del fabricante automovilístico francés Lucien Rosengart (1881-1976), el del londinense Harold Searles Thornton, ... que es quien registró la patente con el número 205.991 en 1921 en Reino Unido, y el del gallego Alejandro Finisterre, seudónimo de Alejandro Campos Ramírez, es, sin duda, el de este último el que más merecería esa gloria. Y no sólo por haber ingeniado este ya centenario juego de mesa, sino por ser el protagonista de una vida tan desconocida como apasionante.
Aunque toda ella comienza en el fin de la tierra, o sea, en nuestra Fisterra, en 1919, lo azaroso de verdad arranca en noviembre de 1936, en Madrid, cuando en aquella capital asediada una bomba echa abajo la casa en la que Alejando Campos mora. Con apenas diecisiete años, el joven estudiante, aficionado a las letras y a vender poemas en el Café Universal, amigo del escritor y periodista Pedro Luis de Gálvez, y editor de la revista 'Paso a la juventud', que le llevaría a conocer a León Felipe, queda sepultado bajo los escombros. Y, aunque logra sobrevivir, las graves secuelas que la deflagración deja en una de sus piernas y en sus pulmones aconsejan su traslado, primero a Valencia, y luego al Hotel Colonia Puig, en Montserrat, reconvertido por mor de la guerra en hospital de sangre.
Allí el joven Alejandro convivirá con otros niños y jóvenes convalecientes o desamparados. Algunos de ellos, tullidos como él, pasan las horas observando cómo los chicos con mejor fortuna matan el tiempo jugando al fútbol, en la explanada que se extiende frente a ellos como un deseo. Alejandro es muy aficionado al tenis de mesa y, en un arrebato de ingenio, se pregunta por qué el tenis va a poder reducirse a un espacio tan pequeño y el fútbol no. Dicho y hecho. Convence al carpintero vasco Francisco J. Altuna, también refugiado en la Colonia, para que le fabrique una caja hueca grande, le tornee unas figuras de jugador, con boj de la zona, y le fabrique, con corcho aglomerado, una suerte de balones en miniatura. De este modo, a finales de ese mismo año, aquellos pobres jóvenes malheridos ya estaban disputando partidas en el primer futbolín ideado y fabricado en España.
A los 18 años, Alejandro decide huir a Andorra, y de allí a París e Italia, donde completará sus estudios de Filosofía y Letras y Artes Gráficas. En esa etapa, previa a su regreso temporal a España, se interesa por el folclore y ejerce de crítico literario y teatral. En algún momento de su vida llegó, incluso, a ser bailarín de claqué. De vuelta a España, el servicio militar le destina a Melilla. Cuatro años en los que aprenderá árabe y seguirá ahondando en su interés etnográfico. Un interés que acabará siendo aval para devenirlo en conferenciante y en curioso impertinente de todo el folclore nacional español, que irá descubriendo junto a Emilia del Roa, abogada y música.
En 1947 decide viajar a Ecuador. Allí fundará la revista de poesía internacional 'Ecuador 0º, 0' 0'', en homenaje al poemario 'Ecuatorial' de Vicente Huidobro, a quien había conocido también años atrás. Y cinco años después, nos lo encontramos, con parte de sus hermanos, en Guatemala, donde juntos fundarán una empresa familiar denominada Campos Ramírez Hermanos, dedicada a la fabricación y venta de futbolines. Allí idearán también el básket de mesa, entre otros juegos.
Pero en Alejandro lo que sigue bullendo es la literatura, la propia y la ajena. En 1954 el coronel Castillo Armas -al parecer, con apoyo de la CIA- da un golpe de estado y se hace con el gobierno del pequeño país centroamericano. La suerte de Alejandro y sus hermanos vuelve a ser contraria. Para evitar ser encarcelado y deportado, se cuenta que secuestró el vuelo que lo traía a España, encerrándose en el baño y fabricando una supuesta bomba con una pastilla de jabón. Sus amenazas debieron de surtir efecto porque el avión terminó aterrizando en Panamá: así, además de poeta, inventor, editor, folklorista y tantas otras cosas, Alejandro Finisterre pasó a ser el primer aerosecuestrador -al menos español- de la Historia. Y, «se non è vero, è ben trovato».
Ya en México, cuna de tanto exiliado español, dedicó gran parte de su tiempo, esfuerzo y dinero a la edición de obras de grandes literatos. En Ediciones Finisterre Impresora apareció la primera de Ernesto Cardenal, también el primer libro de Mario Moreno, Cantinflas, titulado 'Su excelencia', que cosecharía un gran éxito. Mantuvo amoríos con Frida Kahlo, de quien se conserva correspondencia íntima y mutua. Y, finalmente, en el país azteca comenzaría a recopilar toda la obra de León Felipe, de quien acabaría siendo albacea. Casado con María Herrero Palacios, cantante lírica, sus últimos años trascurrieron entre Aranda de Duero y Zamora, donde fallecería el 9 de febrero del 2007.
¡Ah!, y ya sé de qué me suena. Cuando hace más o menos una década, Florián, el exdirector del Archivo Provincial de Zamora, me enseñó como un tesoro único e inédito aquel 'Cuaderno de Berta', que León Felipe le había dedicado a su mujer, creo que me habló de un tal Finisterre, como 'propietario' de todo ese legado. Me hablaba del poeta del futbolín.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete