Artes&Letras
Un abulense llamado Boccherini
Hijos del Olvido
El prestigioso compositor vivió casi nueve años en Arenas de San Pedro, donde creó la mayor parte de su obra, incluida 'Música nocturna en las calles de Madrid'
El catalán de Medina

Incluso alguien que hoy en día es tan famoso como el genial compositor italiano Luigi Boccherini, a punto estuvo de haber sido uno más de la pléyade de hijos del olvido que desfilan por esta sección. Por fortuna, no faltaron quienes se encargaron de ... impedirlo y de reivindicar la figura del que, junto a Mozart y Haydn, ha sido calificado como uno de los mejores compositores de música de cámara de todos los tiempos. Su obra podría haber desaparecido casi por completo de no haber sido por trabajos como el realizado a finales del XIX por su descendiente Alfredo Boccherini, con un importante catálogo de sus obras, o los llevados a cabo ya en la segunda mitad del siglo pasado por otros investigadores tanto nacionales como extranjeros.
Será difícil hallar a alguien que, aunque ignorante de su título y autoría, no haya escuchado el minueto de su celebérrimo 'Quinteto de cuerda en mi mayor, opus 13 n°5', una de las piezas más conocidas e interpretadas de la música universal. No es ni mucho menos la única de sus obras que goza de esa fama mundial, pues hay otro de sus quintetos que le hace una competencia cada vez más feroz: La 'Música nocturna de las calles de Madrid'. Puede que a algunos su título tampoco les diga nada, pero seguro que la mayoría se pondrá a tararear su pegadiza melodía en cuanto le demos una pequeña pista. La de uno de los intérpretes que más la ha popularizado en todo el mundo: el capitán del HMS Surprise, Jack Aubrey. O, dicho de otro modo, para que ya no haya lugar a dudas, el personaje al que dio vida Russel Crowe, que la interpreta, junto al cirujano del navío, en la escena final de la película 'Master and Commander'. No es más que un ejemplo de su fama, pues esta obra de Boccherini ha servido de banda sonora a otras muchas cintas cinematográficas, televisivas -la serie de TVE Goya, sin ir más lejos- o a eventos de impacto mundial como la inauguración de los juegos olímpicos de Barcelona.
Lo cierto es que también esta obra fue, durante un largo periodo, una absoluta hija del olvido, pues no se publicó hasta 1921 en Hannover, casi siglo y medio después de su composición. La culpa de ello fue, en buena parte, achacable al padre de la criatura que, entre otras lindezas, le dijo a su editor que era «absolutamente inútil, incluso ridícula, fuera de España». Todo un lince, el italiano, que si levantara la cabeza no daría crédito al contemplar el abrumador éxito de esta pieza. Una anécdota que ilustra bien a las claras hasta qué punto la subjetividad o el paso del tiempo pueden condicionar triunfos y fracasos.
Y, aunque parezca mentira, temo no equivocarme si afirmo que una inmensa mayoría desconoce que esta celebérrima composición, a pesar de su matritense título, debería lucir con orgullo el sello 'made in Castilla y León', pues fue alumbrada en la localidad de Arenas de San Pedro hacia 1780. Como también ignorarán que hay razones más que sobradas para poder hablar de un abulense llamado Boccherini. Pero, comencemos por el principio: una estancia en París y una cantante, Clementina Pelliccia, a punto de comenzar una gira por España, que cambiará para siempre la vida del italiano. Enamorado de la que sería su futura esposa, la acompañó en 1768 a nuestro país, en el que pasaría el resto de su vida.
Tras unos años, acabaría entrando al servicio de un hermano de Carlos III, el infante don Luis -de sorprendente parecido con Juan Carlos I-, quien en 1776, a causa de su matrimonio morganático con la hija de un mayordomo del rey, fue desterrado de Madrid. Y Arenas de San Pedro sería su destino. Dotado de una gran sensibilidad, mandó construir el palacio de la Mosquera en torno al que se asentaría una refinada corte de artistas, con Boccherini a la cabeza, por la que desfilarían grandes figuras como Francisco de Goya, que pasó allí dos fructíferos veranos en los que inmortalizó las cumbres de Gredos, impresionante decorado de algunos de sus retratos.
Los casi nueve años que residió el italiano en tierras abulenses fueron los más prolíficos de su vida. Varios de sus siete hijos nacieron allí y la quietud de aquel paraíso a orillas del Tiétar espoleó su genio creador. Allí compuso buena parte de su obra: la mayoría de sus quintetos, también cuartetos, tríos, sonatas, conciertos, sinfonías, su 'Stabat Mater', incluso una colección de villancicos. Y desde allí salieron muchas de sus obras con destino a los principales editores musicales de Europa o a mandatarios como Federico II de Prusia, admirador suyo que acabaría nombrándolo compositor de su cámara, cargo que desempeñó desde tierras españolas gracias a la estafeta de Correos, en un claro precedente del actual teletrabajo.
1785 sería para este «abulense» de adopción un 'annus horribilis'. Al fallecimiento de su amada esposa se unió el del infante, su benefactor. Viudo y sin empleo, se vio obligado a abandonar la particular Arcadia en la que había pasado los años más felices y fructíferos de su existencia. Una presencia casi olvidada, cuya memoria se ha recuperado con fuerza en la comarca del Tiétar y en toda la provincia, gracias a la modélica actuación llevada a cabo por la Asociación Luigi Boccherini y los festivales que celebra cada primavera, con presencia de alguno de sus antepasados y el apoyo de diversas instituciones. Mussolini se llevó sus restos a Italia en 1927, pero el espíritu de este genio, cuyo legado ha sido calificado como el mejor retrato musical de España, sigue entre nosotros. Y debemos sentirnos orgullosos de que fuera uno de los nuestros y de que esta tierra viera nacer alguna de sus obras más universales.
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