El serpentear por un paisaje negro de la Sierra de la Culebra
Sensación entre los vecinos de que el fuego, que ha calcinado más de 30.000 hectáreas, ha arrebatado la cabeza y el corazón a esta comarca zamorana

No ha perdido su forma serpenteante, que le da nombre, pero sí su cabeza y su corazón. La Sierra de la Culebra de Zamora vio amputados sus órganos vitales en una tormenta de verano al final de la primavera que encendió la mecha y en ... cuatro días carbonizó un paisaje que había tardado décadas en configurar su color. Son 30.000 hectáreas calcinadas, una extensión que lo sitúan como uno de los fuegos más letales de la historia de España y del que es más fácil imaginar su magnitud si se compara con quemar 60.000 campos de fútbol de barrio o un cuadrado de 300 kilómetros de lado. Ante un incendio de las magnitudes del que el pasado día 15 prendió la llama en esa reserva zamorana, surgen las preguntas y brota la indignación entre quienes han visto perder su medio de vida. Dudas sobre la eficacia y rapidez en la respuesta del operativo, los medios disponibles, el posible efecto del cambio climático o qué va a pasar tanto con la fauna de esta tierra de lobos como con el medio que servía de sustento a los vecinos de este epicentro de la España Vaciada, que ha visto cómo los recursos que los daban vida han perecido: pinares, castaños, setas, turismo, caza, pastos para la ganadería...
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A cada kilómetro que se camina por el ennegrecido paisaje de la veintena de pueblos de la Sierra de la Culebra y el Valle del Tera , que sufrieron el voraz incendio y fueron evacuados para evitar que el fuego se cobrara también vidas humanas -no hubo víctimas-, los vecinos responden de forma dispar a las dudas, pero su contestación siempre está impregnada del pesimismo de quienes han visto consumir en menos de una semana el legado natural recibido de sus abuelos y bisabuelos.

Entre lágrimas, José Antonio Morán, rememora la jornada de infierno en la que tomó la decisión de quedarse en Villardeciervos y gracias a ello salvó su casa y un cebadero de porcino porque «si no se habría quemado todo». Considera que el combate de las llamas fue «una desorganización total», los efectivos no llegaron a tiempo ni se hicieron «contrafuegos en condiciones» y los medios aéreos llegaron al pueblo más de dos horas después de que sobrevolara el helicóptero de coordinación en labores de reconocimiento. «Esto se ha ido de las manos por todos los lados, aunque las condiciones ambientales hayan influido», sostiene.
«Reinventarse»
En ese mismo municipio, uno de los más afectados por el fuego, el responsable de la oficina de Turismo, José Luis Peñas , admite el golpe que el incendio ha supuesto para el turismo del lobo y algunas de las rutas de senderismo y cicloturismo, aunque precisa que ha habido otras de la zona que no, como tampoco lo han hecho algunos miradores del entorno. Por ello, anima a los turistas a ir a la zona porque no se van a quedar sin hacer cosas, aunque también habrá que «reinventarse» para abordar el futuro.
Otro de los pueblos que más sufrió el incendio es Otero de Bodas , donde algunos vecinos afirman que si no es porque en el pueblo hay una gasolinera, les habrían abandonado a su suerte y se habrían quemado las casas. Así lo piensa Natalia Rodríguez, concejala. Reconoce que el día anterior a que les acecharon las llamas era «impensable» que el fuego fuera a llegar al pueblo, ya que tenía que «cruzar dos sierras». Estuvo una noche en vela y a la mañana siguiente tiró por la borda la oposición de Magisterio que había preparado. Poco antes de entrar al examen vio por un grupo de Whatsapp una foto de las llamas junto a la gasolinera, se puso tan nerviosa que «les dije (a los examinadores) que por favor me dejasen ir porque se estaba quemando mi pueblo».

«Mires por donde mires aquí está todo churruscado», explica. Únicamente se salvaron las casas del pueblo, y no todas, ya que dos deshabitadas sucumbieron con las llamas. Los destrozos del fuego traspasaron carreteras nacionales y hasta las vías del AVE Madrid-Galicia y avanzaron más allá de los límites de la Sierra de la Culebra hasta localidades del valle del Tera, como Olleros. Una de sus vecinas, Leonor García, apicultora , tiene la sensación agridulce de que sus seis colmenares se salvaran pero ahora los enjambres carecen de alimento, ya que «toda la vegetación se ha quemado, no hay polen, no hay néctar y las abejas se morirán si no comen».
Pensar en los pueblos
El grito de desesperación por el desastre causado por el incendio se escucha también en Ferreras de Arriba, uno de los pueblos más afectados, donde s u vecina Ana Ferreras impulsó junto a otros habitantes de la zona a través de las redes sociales la creación de ‘La Culebra no se calla’ . Tras lamentar cómo el fuego ha reducido a carbón y cenizas todos los castaños centenarios de uno de los municipios zamoranos que más fruto producía. «Se les llena la boca hablando de la España Vaciada pero aquí no notamos nada, es tan sencillo como incentivar a los ganaderos, ya que los ganados limpian mucho la zona; crear cuadrillas no solo en verano, sino en febrero para fijar población e ir limpiando montes y haciendo desbroces; o dejar a los vecinos cortar leña cuando lo solicitan, porque te ponen trabas y todo son problemas», expone. A su juicio, parte del problema residía en que la Sierra de la Culebra estaba planteada «para los cuatro turistas que vienen de fuera a ver al lobo y poco más. Los vecinos no teníamos margen de maniobra».
Tampoco tuvieron mucho margen de maniobra los que lucharon en primera línea contra el voraz incendio, especialmente entre el jueves y el sábado, con el viento totalmente en contra. «En esos momentos da igual que tengas todos los medios del mundo porque no vas a poder hacer absolutamente nada», reconoce Jesús Alonso, técnico de la BRIF de Tabuyo del Monte (León) .
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