Agentes de la Guardia Civil en el Estrecho lamentan la falta de recursos: «Estamos igual o peor que hace un año»
Las asociaciones siguen reclamando medios e inciden en que las «lanchas campan a sus anchas»
Barbate recuerda a los guardias civiles Miguel Ángel González y David Pérez

¿Y qué ha cambiado en todo este año? Pues poco. Así lo denuncian una y otra vez los propios agentes que se tienen que ver las caras a diario con estos grupos criminales. Los que patrullan por tierra y por mar. «Estamos en la ... misma o peor situación». El último temporal ha vuelto a ser una prueba más de esta realidad. «Las lanchas campan a sus anchas. Todo sigue igual. Y en el mismo sitio... no les importa nada...», lamentaban desde las asociaciones al ver de nuevo 'gomas' fondeadas en la misma bocana de Barbate, o por el río Guadalquivir, donde las semirrígidas ya llegan desde Sanlúcar hasta Sevilla capital a plena luz del día. Siguen pidiendo medios, vehículos, embarcaciones, medidas de protección, plantillas adecuadas, protocolos que les protejan, y agilidad y dureza judicial.
También se pide el regreso de grupos especializados, como en su día estuvo Ocon Sur, los 130 agentes que formaron parte de ese equipo y que fue desactivado por Marlaska.
Por otro lado, desde el Ministerio del Interior se insiste que todas esas reclamaciones se cubren en el Plan Especial del Campo de Gibraltar que se ha ido prorrogando y extendiendo a otras provincias andaluzas. Pero desde sindicatos y otros colectivos se advierte que sigue siendo «insuficiente». Y mientras que se discute sobre los medios y de quien y cómo es responsabilidad, la vinculación de los clanes locales con redes internacionales (marroquíes, colombianos, mexicanos...) crece en la costa de Cádiz y Andalucía. El hachís en lanchas empieza a dar paso a la cocaína lo que incrementa el nivel de riesgo. También la formación de grandes 'collas' a su alrededor, con cientos de jóvenes dedicados a surtirles de gasolina ('petaqueros'), y el uso de armas cada vez más peligrosas.
Fusiles. De guerra. Con enfrentamientos ya ocurridos y demostrados en los que los agentes han vuelto a poner en riesgo su vida. Y así. A diario. Y aunque no salga en los medios, ocurre. Porque muchas de estas veces el daño no llega a tanto «pero siempre está ahí».
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