viuda de gregorio ordóñez
Ana Iríbar: «Los juicios a los asesinos de Gregorio cerraron mi duelo»
Treinta años del asesinato de gregorio ordóñez
«Los jóvenes no saben quién fue mi marido. La responsabilidad de mi generación es contárselo»
Ordóñez a la Policía un mes antes del atentado: «He recibido amenazas, pero no creo que vengan a por mí»

El próximo jueves 23 de enero se cumplen treinta años desde que ETA asesinó a Gregorio Ordóñez (Caracas, 1958), teniente de alcalde del Ayuntamiento de San Sebastián, presidente del PP de Guipúzcoa, esposo y padre de un hijo. Un suceso que conmocionó a la sociedad española. Hoy, su viuda,Ana Iríbar, lo recuerda como un hombre que ya en vida se convirtió en un símbolo de lucha por la libertad, y en su muerte, en una lección de democracia.
—¿Qué recuerda del 23 de enero de 1995?
—Yo sostenía a mi hijo en brazos cuando escucho en Radio Nacional que habían atentado en el bar La Cepa, en la Parte Vieja de San Sebastián. Ya en ese momento entendí que estaban anunciando el atentado contra Gregorio. Pocos minutos después llamaron a mi puerta Eugenio Damboriena y María San Gil, vi la muerte en su mirada. Me di cuenta de que esa pesadilla era real cuando de camino hacia el Ayuntamiento, el coche que me precede llevaba el féretro de mi marido.
—¿Cómo fueron los meses previos al atentado?
—Yo era consciente de la amenaza telefónica que recibió. El peligro se cernía sobre Gregorio. Recuerdo que él estaba especialmente preocupado porque en diciembre habían asesinado al sargento Morcillo. No hacía falta hablar del tema, los dos entendíamos que el final estaba cerca.
—¿Fue una muerte anunciada?
—Gregorio trabajó detrás de las siglas del PP en San Sebastián, el feudo de Herri Batasuna. Era consciente de las consecuencias, pero decide que no va a dar un paso atrás. No modificó su discurso, ni sus horarios, nada. No cedió ni un milímetro. Asumió lo que podía ocurrir, lo que terminó ocurriendo.
—Parece que era una persona que se negaba a vivir presa del miedo
—El miedo estaba presente, pero Goyo le dio la vuelta. Él quería ver una sociedad en libertad, no sometida a ETA. Gregorio decidió combatir ese monstruo y lo hizo de la única forma que debería ser válida en democracia, con la palabra.
—¿Por qué se convierte Gregorio Ordóñez en un enemigo a batir para ETA?
—Las elecciones les delatan. En ese momento el PP ya era la fuerza más votada en San Sebastián. Gregorio anunció su candidatura a las municipales y los titulares en la prensa recogían una frase de él a José María Aznar: «Tú serás presidente y yo seré alcalde». ETA disparó contra Gregorio para impedirlo.
—Fue un crimen electoral
—Por supuesto. ETA decide disparar contra uno de sus principales adversarios en política. A eso, por cierto, Mario Onaindía lo llamaba fascismo, eliminar a tu adversario por fines políticos.
—Al aplauso que recibió el féretro en las calles, lo siguió un silencio que padeció usted en San Sebastián
—Nuestro hijo Javier tenía un año cuando asesinaron a Gregorio. La primera vez que volví a bajar al parque ninguna de aquellas madres, vecinos, comerciantes me saludaban. Se hizo un silencio impresionante. Si para mi eso fue duro ¿cómo habrá sido para las viudas de tantos guardias civiles asesinados que eran devueltos a sus pueblos en ataúdes envueltos en la bandera de España?
—¿Cómo se le explica a un niño que a su padre lo asesinaron por sus ideas?
—Con 5 años me lanzó la pregunta '¿Cómo ha muerto mi padre?'. Le expliqué que un terrorista de ETA le disparó mientras comía. Lo más duro fueron las preguntas para las que no tenía respuesta '¿Quién lo mató?', '¿dónde está el asesino?'.
—¿Los juicios ayudan a las víctimas con su duelo?
—Por supuesto. Sé de primera mano que esos juicios son sanadores, yo lo viví como algo que cerraba mi duelo, por eso no quiero imaginar el sufrimiento de tantas familias por las que no se ha hecho justicia.
—¿Es el olvido el mayor aliado de ETA?
—No, es la legitimación. Lo peor que nos puede pasar, y que está pasando, es que se legitime el terrorismo. La ley 2011 de Reconocimiento y Protección a las Víctimas del Terrorismo habla de la exigencia de que no haya impunidad, de que se cumplan las condenas. Por desgracia, la realidad es otra.
La noticia del asesinato
«Oí en la radio que había habido un atentado. Eugenio Damboriena y María San Gil llamaron a mi puerta, vi la muerte en su mirada»
—¿Hay voluntad política para salvaguardar los derechos de las víctimas?
—Ha habido reconocimiento. Delante de La Cepa pusieron una placa, pero eso es muy fácil, lo difícil es hacer efectiva una ley, señalar a quienes han participado en ETA, a través de un partido o en una de sus ramas. Eso es lo difícil, y lo que no se hace. Sigue habiendo terroristas en las listas de Bildu, carteles en escuelas que exaltan a terroristas, y hay una legislación contra esto, se llama enaltecimiento del terrorismo, pero estamos en otro momento.
—¿Qué pensaría Gregorio de que el Gobierno pacte acercamientos y descuentos de penas a etarras?
—Yo no sé lo que pensaría Gregorio, nunca lo sabremos, para eso lo mató ETA. Sí sé lo que decía en su momento: «Lo único que hay que negociar con terroristas es el color de la celda y el grosor de sus barrotes». Yo sé qué final quería para ETA, juicios y cárcel.
—La gente que cumple 30 años este 2025 ¿conoce el nombre de Gregorio Ordóñez?
—No, porque nadie les ha hablado de él. Culpamos a nuestros jóvenes de cosas que no tienen culpa. Mi generación tiene la responsabilidad de contárselo, ya no quiero ni hablar de 'memoria' porque me parece un término tan manoseado que no sirve para nada. Yo quiero recordar quiénes fueron las víctimas, por qué las mataron. Esa es la historia de 50 años que debemos contar.
—¿Qué reflexión hace 30 años después?
—Siento una pena inmensa porque nuestro hijo no ha podido compartir su vida con Goyo. Lamento la impunidad y la legitimación de una banda terrorista. Me gustaría que Gregorio y las otras 853 víctimas de ETA sean recordadas para que nunca más un proyecto totalitario se abra paso en nuestro país, para que nunca más el fin justifique los medios.
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