Tenis
La tierra batida: una superficie y un juego en peligro de extinción
Son cada vez menos los torneos que se disputan en polvo de ladrillo; cae también el interés de los grandes tenistas por ellos. Exjugadores señalan al calendario y al peso de la pista rápida para sumar puntos
Carlos Alcaraz y un reto monegasco que le puede dar alas
Con la primavera, el tenis regresa a Europa y se tiñe de rojo. Se iluminan Montecarlo (desde el pasado domingo y hasta el 13 de abril), Barcelona, Madrid, Roma, París, envueltas en esa pátina de polvo de ladrillo que ralentiza el juego y activa ... las estrategias y los efectos después de la primera parte del año en pista dura a pura potencia. Sin embargo, la indómita tierra batida comienza a parecer un animal en peligro de extinción, no solo por la reducción de torneos en esta superficie sino también por las apetencias de los tenistas, más concentrados en apuntalar sus carreras a partir de los saques supersónicos, los intercambios cortos, los apoyos firmes, los golpes directos y secos y la velocidad.
El Abierto de Australia y el US Open se disputan sobre cemento, también ocho de los doce Masters 1.000 (y el único no obligatorio es Montecarlo, en tierra batida), y la tendencia es a decrecer en rojo y crecer en azul. Ya en 2015 Rafael Nadal observaba con preocupación este hecho y, aunque defendía la historia de esta superficie, señalaba sobre todo al alto número de lesiones registradas cuando se juega en dura por las que se producen en tierra. «Si cambian Buenos Aires a pista dura yo no vuelvo», sentenciaba en aquel momento, recién conquistado el título. De categoría ATP 250 hasta Grand Slams, en 1995, el circuito masculino contó con 29 torneos en rápida y 35 en tierra; en 2015, 38 en dura y 22 en arena. En este 2025, hay organizadas 36 competiciones en rápida y 18 en polvo de ladrillo. En el circuito femenino: de los 15 torneos en tierra en 2015, a 11. Una disminución en número y en interés, que se explica por varios motivos: puntos, coste de creación y mantenimiento, calendarios, complejidad...
«Hay menos torneos en tierra para los jugadores de más arriba. Se reducen a los torneos previos a Roland Garros. Para los jugadores de 50 al 120 la gira de Suramérica después de Australia es buena y larga. Así que ya no es que la gente, que ya de por sí no es muy terrícola, no quiera especializarse, es que es una parte muy reducida de todo el calendario, un 15 % del año», explica Anabel Medina, excapitana de la Copa Billie Jean King y directora del torneo Internacional de Valencia, de tierra. «Es así, cada vez importan un poco menos. Después de Australia ahora han llegado Doha y Dubái, torneos 500, en pista dura. Así que la gira de Suramérica peligra. Incluso hay torneos como el de Acapulco que pasó de tierra a pista rápida. Y así no va a ser fácil que los mejores vayan a tierra», expone a este periódico David Ferrer, director del Conde de Godó y capitán de Copa Davis. Carlos Alcaraz, por ejemplo, ha cambiado su hoja de ruta en este curso y no acudió a Río de Janeiro (campeón en 2022) ni a Buenos Aires (campeón en 2023) porque prefirió afianzar su tenis en las pistas duras de Róterdam y Doha antes de los primeros Masters 1.000 estadounidenses.
«Puede que el tenis vaya a un juego menos táctico, pero donde están los puntos es en la pista rápida»
David Ferrer
Extenista
«La gira de tierra está más comprimida en el tiempo, después de Miami y hasta Roland Garros. Luego hay torneos durante el año fuera de la gira más importante que también tienen su tradición, como la de Suramérica en febrero o después de Wimbledon. Pero tal y como está el tenis hoy en día, los mejores jugadores cada vez juegan menos ese tipo de torneos porque tienen otros objetivos. Cada uno tiene sus intereses: después de Australia te preparas para Indian Wells y Miami, y después de Wimbledon ya se está pensando en prepararse de la mejor manera para llegar bien al US Open», indica Feliciano López, que también apunta a una cuestión de coherencia a la hora de elaborar los calendarios. «La gira latinoamericana está entre Australia e Indian Wells y Miami. A la gente esto no le encaja. Por un lado, se intenta mantener un poco una continuidad en cuanto a superficies y pelotas para ayudar a la larga a evitar lesiones. Y por otro lado hay quien quiere que el calendario sea abierto y que puedas decidir dónde jugar: si uno quiere hierba y otro en tierra, que se pueda. Yo soy partidario de que el calendario tenga un sentido, tanto en superficies como en viajes», explica a ABC el toledano, que guarda un gran recuerdo de su paso por los torneos de Río, Buenos Aires y Acapulco.
Mayor exigencia
Es la agenda y, además, las propias características de la superficie terrosa, las que influyen en que no sea del gusto de todos. Maria Sharapova se sentía una vaca sobre hielo; Daniil Medvedev odia ensuciarse los calcetines y encontrar tierra en cada rincón de su raquetero. Porque la tierra batida es compleja. «Es una superficie que está viva. Cada rebote es más o menos diferente porque son muy irregulares. Si hay viento, se desgasta la primera capa y afecta al bote, al efecto de la pelota y la velocidad. Las condiciones cambian cada día. Si llueve también varía y hace que esté más blanda o más dura. Hay muchos factores en juego; hay que lidiar con muchas más cosas que en otras pistas. A veces es realmente abrumador», se expresaba Novak Djokovic el año pasado en Roma. Tampoco hay uniformidad entre un torneo y otro. Para Jessica Pegula, «la arcilla en la altitud de Madrid es polvorienta, casi resbaladiza. En Roma, más cerca del nivel del mar, es más gruesa, arenosa, densa y pegajosa».
Por eso se requiere más tiempo para la adaptación para que la tierra no lo engulla a uno, incluso si eres Djokovic, 71 títulos de azul y 20 de rojo. «Se necesitan más sesiones de práctica que en cualquier otra superficie para trabajar los golpes, las tácticas, la técnica, los deslizamientos... El placer de sufrir es real. Es lo que te da la tierra batida».
Aquí de poco sirven los saques a 225 kilómetros por hora o los golpes planos desde el fondo; el rival tiene más tiempo para reaccionar porque la tierra ralentiza la velocidad y aumenta los efectos. No es de extrañar que les cueste a los más pegadores. No es de extrañar que triunfen los más estratégicos y con más recursos. «Al tener poco peso en cuanto a puntos, la mayoría la intentan sacar de la mejor forma posible. Y si son jugadoras de perfil agresivo, dominador, todo se iguala mucho porque todas juegan igual, les guste o no les guste la tierra. Y ahí es donde más destacan los que tienen más recursos, como Swiatek, que es la más dominadora de esta superficie», explica Medina. Cumplen con esta condición el propio Djokovic y Alcaraz, ocho títulos, por seis en dura. Pero incluso el español, cuya primera incursión en el tenis fue en la pista 7 del Club de Campo de El Palmar, de tierra, ha ido modificando su estilo para adaptarse al tenis de hoy, e instaló un espacio de pista rápida para mejorar las prestaciones. «Crecí jugando en tierra batida, pero me siento más cómodo jugando en pistas duras», admite.
Saben todos que para ser el jugador más completo se han de reunir las condiciones para triunfar en todos los colores. Jannik Sinner, por ejemplo, también concedía que le quedaban mejoras, precisamente, en estas pistas en las que se prima la cabeza sobre el físico, la versatilidad sobre la velocidad, la inteligencia sobre la potencia. «Tienes que ser un jugador completo, no sólo en una superficie sino en las otras dos. No hice mala temporada el año pasado, pero puedo hacerlo mejor», admitía el italiano, 19 títulos en total, 17 en dura y uno en tierra. Pero cada vez cuesta más esta gira, estos cambios, este esfuerzo.
Son decisiones que llevan también a otro tipo de tenis, sin tantas aristas ni especializaciones. Una igualdad que a López no le gusta demasiado porque hace más monótonos los estilos de juego, con independencia del suelo que se pise. Algo en lo que coincide Ferrer, aunque ambos lo asumen como un paso más: «Quizá la tendencia de hoy lleve a un tenis menos táctico. Pero ya desde mi época donde estaban los puntos era en los torneos de rápida».
«No es que los tenistas no quieran especializarse, es que es una parte muy reducida del año»
Anabel Medina
Extenista
Y es evidente que pesa menos en los criterios de selección de los jugadores y en el imaginario del circuito del hoy, especialmente entre los españoles. Fuente histórica de alegrías, diez campeones de Roland Garros (ocho hombres y dos mujeres), cada año se difuminan más las opciones nacionales, con cada vez menos presencia en las rondas finales.
Sin embargo, ni Medina ni López ni Ferrer ven peligrar su presencia, aunque cada vez más menguada en tiempo y en espacio. «Siempre habrá torneos de tierra, desde luego, no podrá desaparecer porque tener un Grand Slam como Roland Garros en esta superficie (y Wimbledon para la gira de hierba) lo hace imposible», incide Ferrer. Tampoco López, que recuerda que también Australia y el US Open se jugaban en hierba, ve peligrar su presencia en el calendario: «La tierra batida ha sido muy importante en la historia. Pero es verdad que el tenis sigue evolucionando hacia otros lugares un poco diferentes. Ahora hay cuatro superficies, bueno, tres, pero 'indoor' lo considero otra porque es un poco diferente. Y el mayor porcentaje de torneos es en rápida. Personalmente, si hay algo que me encanta del tenis es que se juegue en diferentes superficies. Me encanta. Lo hace único. Y creo que se debe mantener y defender porque no hay ningún otro deporte en el mundo en el que un día puedes jugar en hierba y otro en tierra y otro en rápida. Eso hace que el jugador de tenis tenga que tener la versatilidad suficiente y la capacidad de adaptarse a diferentes superficies y condiciones. Me gustaría que fuera siempre así».
A pesar de los números, no todos se dan por vencidos. Steffi Graf y Andre Agassi apadrinan un megaproyecto en Huzhou (China) que contará con 14 pistas de tierra y cuatro de dura con la intención de que acoja a nuevos torneos internacionales. Aunque también se suma a la mengua de estos torneos el alto coste en producción y mantenimiento de la tierra batida perfecta para el tenis. Por tradición y por contar con los respectivos Grand Slams, la tierra (y la hierba) aún tienen unos años de vida, pero los tenistas del hoy cada vez se mancharán menos los calcetines de rojo.
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